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El ángel Rafael va a buscar la plata

Entonces Tobías llamó a Rafael, y le dijo: «Amigo Azarías, toma cuatro criados y dos camellos, y vete a Ragues, a casa de Gabael. Entrégale el recibo firmado, recoge el dinero, y trae a Gabael a las fiestas de bodas. 3-4 Tú sabes que mi padre está contando uno por uno los días que estoy fuera, y si me tardo un día más, se va a poner muy triste. Por otra parte, ya ves que Ragüel se comprometió solemnemente a no dejarme ir. No puedo contrariarlo.»

Rafael se fue con los cuatro criados y los dos camellos a Ragues de Media. Al llegar se alojaron en la casa de Gabael. Rafael le dio el recibo firmado y le contó que Tobías, el hijo de Tobit, se había casado, y que lo invitaba a las fiestas de bodas. En seguida Gabael se puso a contar los sacos de plata, que aún tenían los sellos intactos. Luego los cargaron sobre los camellos. Al día siguiente, los dos madrugaron y se fueron a las fiestas de bodas.

Cuando llegaron a la casa de Ragüel, encontraron a Tobías sentado a la mesa. Éste se levantó y saludó a Gabael, el cual lloró y lo bendijo diciendo: «Hijo excelente de un hombre excelente, honrado y generoso. Que el Señor les conceda las bendiciones del cielo a ti y a tu esposa, y al padre y a la madre de tu esposa. Bendito sea Dios porque he visto el vivo retrato de mi primo Tobit.»

Tobías envía al ángel a recoger la plata

Tobías llamó al ángel y le dijo:

«Azarías, amigo mío, toma cuatro sirvientes y dos camellos, y vete a Ragues, a casa de Gabael. Dale la contraseña que te di, recoge la plata y luego invítalo a mi fiesta de bodas.

3-4 »Tú sabes que mi padre se preocupa demasiado, y ya estará impaciente por mi regreso; mientras más me tarde, más triste se va a poner. Tú sabes que Ragüel juró que no me dejaría ir. ¡Debo atender a sus deseos!»

El ángel salió rumbo a Ragues, con los cuatro sirvientes y los dos camellos. Cuando llegaron, se quedaron en la casa de Gabael. El ángel le dio a Gabael la contraseña para que le entregara la plata. También le dijo que Tobías se había casado, y que lo invitaba a su fiesta de bodas. De inmediato, Gabael entregó los sacos de plata, que todavía estaban sellados, y ordenó que los cargaran sobre los camellos. Al otro día, el ángel y Gabael se levantaron muy temprano, y se fueron a la fiesta de bodas.

Cuando llegaron a la casa de Ragüel, encontraron a Tobías sentado a la mesa. Tobías se levantó y saludó a Gabael, quien con lágrimas en los ojos lo bendijo con estas palabras:

«¡Eres un buen hijo!
Tu padre es un hombre bueno,
generoso y honrado.
¡Que Dios, desde el cielo,
te bendiga a ti y a tu esposa!
¡Que Dios bendiga a tus suegros!
¡Doy gracias a Dios,
pues me permitió conocerte!
¡Eres el vivo retrato
de mi primo Tobit!»