Add parallel Print Page Options

Oración de Tobit

Yo me puse muy triste, y suspiré y lloré; y entre suspiros comencé a orar así: «Tú eres justo, Señor; todo lo que haces es justo. Tú procedes siempre con amor y fidelidad. Tú eres el juez del mundo. Ahora, Señor, acuérdate de mí, vuelve tus ojos hacia mí. No me castigues por mis pecados, por las faltas que yo o mis antepasados hemos cometido sin saberlo. Hemos pecado contra ti, hemos desobedecido a tus mandamientos. Por eso tú nos has entregado al saqueo, al destierro y a la muerte, y en todos los pueblos a donde nos has desterrado has hecho que la gente hable mal de nosotros y nos insulte. Reconozco que todas tus decisiones son justas al castigarme por mis pecados. No hemos cumplido tus órdenes, no hemos sido leales contigo. Trátame como mejor te parezca. Manda que me quiten la vida, para que yo desaparezca de este mundo y me convierta en tierra. Prefiero morir a seguir viviendo. He tenido que aguantar injurias y calumnias, y tengo una gran pena. ¡Señor, líbrame de esta angustia! Déjame ir al lugar del eterno descanso. Señor, no me vuelvas la espalda. Prefiero morir a pasar tantas angustias en mi vida y tener que escuchar tantos insultos.»

Sufrimientos y oración de Sara

Ese mismo día, una mujer llamada Sara, hija de Ragüel, que vivía en la ciudad de Ecbatana, en el país de Media, tuvo que sufrir también los insultos de una criada de su padre. Resulta que Sara había sido dada en matrimonio siete veces, pero en cada caso Asmodeo, un demonio malvado, había matado al esposo antes de que éste se uniera a ella como en todo matrimonio.

Entonces la criada le dijo: «¡Tú eres la que matas a tus maridos! Ya has tenido siete maridos, y no has podido llevar el apellido de ninguno de ellos. Pero el que tus maridos se te mueran no es razón para que nos castigues. ¡Muérete con ellos, sin nunca haber tenido hijos!»

10 Sara se puso muy triste y empezó a llorar. Luego se subió a la parte alta de la casa de su padre, con la intención de ahorcarse. Pero después de pensarlo bien, dijo: «Sería una vergüenza para mi padre que le dijeran: “Tenías una hija única, tan querida, y se ahorcó por sus sufrimientos.” Con eso haría morir de tristeza a mi anciano padre. Es mejor que no me ahorque; pero voy a pedirle al Señor que me haga morir para no tener que oír más insultos en mi vida.»

11 Entonces extendió los brazos hacia la ventana y dijo: «Alabado seas, Dios compasivo; alabado sea tu nombre por siempre; que todo lo que has creado te alabe eternamente. 12 A ti me dirijo, a ti vuelvo mis ojos. 13 Manda que me vea libre de este mundo, para no tener que oír más insultos. 14 Tú, Señor, sabes que soy pura, que ningún hombre me ha tocado. 15 Yo no he deshonrado mi nombre ni el nombre de mi padre en este país de mi destierro. Soy la única hija de mi padre; él no tiene otros herederos, ni ningún pariente cercano o familiar con el que yo pueda casarme. Ya se me han muerto siete esposos. ¿Para qué seguir viviendo? Pero si no quieres mandarme la muerte, mírame y ten compasión de mí; haz que no tenga yo que oír más insultos.»

16 En ese momento las oraciones de Tobit y de Sara llegaron a la presencia gloriosa de Dios, quien las escuchó 17 y envió al ángel Rafael a curar a los dos: a sanar a Tobit de las nubes que tenía en los ojos, para que así pudiera volver a ver la luz de Dios, y a librar a Sara, la hija de Ragüel, de Asmodeo, el demonio malvado, y dársela como esposa a Tobías, el hijo de Tobit. En efecto, Tobías tenía más derecho a casarse con ella que cualquier otro pretendiente. En el mismo momento, Tobit, que estaba fuera, entraba en su casa, y Sara bajaba de la parte alta de la suya.

Oración de Tobit

Yo me puse muy triste y empecé a llorar; con grandes lamentos le dije a Dios:

«Dios mío, tú eres justo,
y todo lo haces con amor.
¡Tú eres el juez de este mundo!

»Dios mío, acuérdate de mí y ayúdame.
¡No me castigues por mis pecados,
y olvida las faltas de mis antepasados!
¡No sabíamos lo que hacíamos!

»Te hemos desobedecido;
por eso dejaste que nos robaran,
que nos sacaran de nuestro país
y que mataran a muchos.
Nos enviaste a países lejanos,
donde todos se burlan de nosotros.

»Yo sé que tu castigo es justo,
pues he pecado contra ti.
Ninguno de nosotros te ha obedecido
ni te ha sido fiel.
Castígame como quieras:
si quieres matarme, ¡mátame!
Así me iré de este mundo,
y volveré a ser polvo.

»¡Prefiero morir
que seguir escuchando tantos insultos,
pues me llenan de tristeza!

»Dios mío,
¡líbrame de este sufrimiento!
No me des la espalda.
¡Déjame ir al mundo de los muertos!
¡Prefiero morir
que seguir aguantando tanto sufrimiento!
¡Prefiero morir
que seguir escuchando tantos insultos!»

Los sufrimientos de Sara

Ese mismo día, una mujer llamada Sara, hija de Ragüel, sufría a causa de los insultos de las sirvientas de su padre. Sara vivía en la ciudad de Ecbatana, que está en el país de Media, y se había casado siete veces. Pero antes de tener relaciones sexuales con cada uno de sus esposos, un demonio muy malo llamado Asmodeo, los mataba. Las sirvientas le decían a Sara:

«Has tenido siete esposos y ni siquiera llevas el apellido de uno de ellos. ¡Tú eres quien los ha matado! ¡No es culpa nuestra que no tengas marido! ¡No te desquites con nosotros! ¡Ojalá te mueras sin tener hijos!»

10 Al oír esto, Sara se puso muy triste y comenzó a llorar. Subió al segundo piso de la casa de su padre, decidida a ahorcarse. Sin embargo, lo pensó dos veces y se dijo:

«No está bien que me ahorque, pues le causaré a mi padre una gran vergüenza. Seguramente la gente le dirá: “La única hija que tenías, y que tanto amabas, se mató porque no pudo soportar sus sufrimientos”. Si me quito la vida, mi anciano padre se morirá de tristeza. Mejor le pediré a Dios que me quite la vida. Así no tendré que soportar más insultos».

11 Luego Sara fue hacia la ventana, y levantando sus brazos hizo esta oración:

«Bendito seas por siempre,
Dios de amor;
¡bendito sea tu nombre!
¡Que toda tu creación
te alabe para siempre!

12 »Hacia ti dirijo la mirada
en busca de auxilio.
13 ¡Por favor, quítame la vida!
¡Ya no quiero oír tantos insultos!

14 »Dios mío,
tú sabes que soy virgen;
nunca he tenido relaciones sexuales.
15 Aunque soy prisionera en este país,
nadie puede hablar mal de mí,
ni tampoco de mi padre.
Yo soy su única hija;
no tiene otro heredero.
No tengo pariente cercano
con quien pueda casarme.
He tenido siete esposos,
y todos han muerto;
¿para qué seguir viviendo?

»Pero si no quieres que yo muera,
¡ten compasión de mí y escúchame!
¡Ponle fin a tantos insultos!»

16-17 Mis oraciones y las de Sara fueron contestadas al mismo tiempo: Cuando volví del patio a mi casa, y ella bajó del segundo piso, Dios en su inmenso poder había resuelto todo, enviando al ángel Rafael para sanarnos. Yo recobré la vista y pude ver la luz. El malvado demonio Asmodeo dejó en paz a Sara, y ella pudo casarse con mi hijo Tobías y conservar su herencia. Y es que Tobías tenía más derecho a casarse con ella que cualquier otro pretendiente, pues era su pariente más cercano.