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Busqué al Señor cuando me vi angustiado;
por las noches, sin cesar, a él levanté mis manos;
pues mi alma rehusaba ser consolada.

Me acordé de Dios, y me sentí conmovido;
al quejarme, mi ánimo decaía.
Dios no me dejaba pegar los ojos;
tan quebrantado estaba yo, que no podía hablar.

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