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Se animan unos a otros a hacer el mal
    y maquinan cómo tender sus trampas en secreto.
    «¿Quién se dará cuenta?», preguntan.
Dicen mientras traman sus delitos:
    «¡Hemos orquestado el plan perfecto!».
    Es cierto, el corazón y la mente del ser humano son astutos.

Pero Dios mismo les lanzará sus flechas
    y los herirá de repente.

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