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Nuestro Dios viene, pero no en silencio:
delante de él, un fuego destructor;
a su alrededor, una fuerte tormenta.
Desde lo alto, Dios llama al cielo y a la tierra
a presenciar el juicio de su pueblo:

«Reúnan a los que me son fieles,
a los que han hecho una alianza conmigo
ofreciéndome un sacrificio.»

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