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El Señor es paciente, pero fuerte;
a ningún culpable deja impune.
En el huracán y la tempestad traza su sendero,
las nubes son el polvo que levanta a su paso.
Increpa al mar y lo seca,
deja sin agua a los ríos;
el Basán y el Carmelo languidecen,
se marchitan las flores del Líbano.
Tiemblan ante él los montes,
las colinas se estremecen;
la tierra en su presencia se conmueve,
el mundo y cuantos en él habitan.

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