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Lamentación del profeta

¡Ay de mí! Soy como quien siega en verano,
como quien rebusca después de la vendimia.
Ni un racimo hay para comer,
ni una de esas brevas que tanto me gustan.
No hay en el país ninguno que sea fiel,
no queda ningún justo entre la gente;
todos acechan para derramar sangre,
se tienden trampas unos a otros.

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