Add parallel Print Page Options

Jesús también les dijo:

—Les aseguro que algunos de los que están aquí presentes no morirán hasta que vean el reino de Dios llegar con poder.

La transfiguración de Jesús(A)

Seis días después, Jesús se fue a un cerro alto llevándose solamente a Pedro, a Santiago y a Juan. Allí, delante de ellos, cambió la apariencia de Jesús. Su ropa se volvió brillante y más blanca de lo que nadie podría dejarla por mucho que la lavara. Y vieron a Elías y a Moisés, que estaban conversando con Jesús. Pedro le dijo a Jesús:

—Maestro, ¡qué bien que estemos aquí! Vamos a hacer tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.

Es que los discípulos estaban asustados, y Pedro no sabía qué decir. En esto, apareció una nube y se posó sobre ellos. Y de la nube salió una voz, que dijo: «Éste es mi Hijo amado: escúchenlo.» Al momento, cuando miraron alrededor, ya no vieron a nadie con ellos, sino a Jesús solo.

Mientras bajaban del cerro, Jesús les encargó que no contaran a nadie lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre hubiera resucitado. 10 Por esto guardaron el secreto entre ellos, aunque se preguntaban qué sería eso de resucitar. 11 Le preguntaron a Jesús:

—¿Por qué dicen los maestros de la ley que Elías ha de venir primero?

12 Él les contestó:

—Es cierto que Elías viene primero, y que él lo arreglará todo. ¿Y por qué dicen las Escrituras que el Hijo del hombre ha de sufrir y ser despreciado? 13 Pero yo les digo que Elías ya vino, y que ellos hicieron con él todo lo que quisieron, como dicen las Escrituras que le había de suceder.

Jesús sana a un muchacho que tenía un espíritu impuro(B)

14 Cuando regresaron a donde estaban los discípulos, los encontraron rodeados de una gran multitud, y algunos maestros de la ley discutían con ellos. 15 Al ver a Jesús, todos corrieron a saludarlo llenos de admiración. 16 Él les preguntó:

—¿Qué están ustedes discutiendo con ellos?

17 Uno de los presentes contestó:

—Maestro, aquí te he traído a mi hijo, pues tiene un espíritu que lo ha dejado mudo. 18 Dondequiera que se encuentra, el espíritu lo agarra y lo tira al suelo; y echa espuma por la boca, le rechinan los dientes y se queda tieso. He pedido a tus discípulos que le saquen ese espíritu, pero no han podido.

19 Jesús contestó:

—¡Gente sin fe! ¿Hasta cuándo tendré que estar con ustedes? ¿Hasta cuándo tendré que soportarlos? Traigan acá al muchacho.

20 Entonces llevaron al muchacho ante Jesús. Pero cuando el espíritu vio a Jesús, hizo que le diera un ataque al muchacho, el cual cayó al suelo revolcándose y echando espuma por la boca. 21 Jesús le preguntó al padre:

—¿Desde cuándo le sucede esto?

El padre contestó:

—Desde que era niño. 22 Y muchas veces ese espíritu lo ha arrojado al fuego y al agua, para matarlo. Así que, si puedes hacer algo, ten compasión de nosotros y ayúdanos.

23 Jesús le dijo:

—¿Cómo que “si puedes”? ¡Todo es posible para el que cree!

24 Entonces el padre del muchacho gritó:

—Yo creo. ¡Ayúdame a creer más!

25 Al ver Jesús que se estaba reuniendo mucha gente, reprendió al espíritu impuro, diciendo:

—Espíritu mudo y sordo, yo te ordeno que salgas de este muchacho y que no vuelvas a entrar en él.

26 El espíritu gritó, e hizo que le diera otro ataque al muchacho. Luego salió de él, dejándolo como muerto, de modo que muchos decían que, en efecto, estaba muerto. 27 Pero Jesús, tomándolo de la mano, lo levantó; y el muchacho se puso de pie.

28 Luego Jesús entró en una casa, y sus discípulos le preguntaron a solas:

—¿Por qué nosotros no pudimos expulsar ese espíritu?

29 Y Jesús les contestó:

—A esta clase de demonios solamente se la puede expulsar por medio de la oración.

Jesús anuncia por segunda vez su muerte(C)

30 Cuando se fueron de allí, pasaron por Galilea. Pero Jesús no quiso que nadie lo supiera, 31 porque estaba enseñando a sus discípulos. Les decía:

—El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; pero tres días después resucitará.

32 Ellos no entendían lo que les decía, y tenían miedo de preguntarle.

¿Quién es el más importante?(D)

33 Llegaron a la ciudad de Cafarnaúm. Cuando ya estaban en casa, Jesús les preguntó:

—¿Qué venían discutiendo ustedes por el camino?

34 Pero se quedaron callados, porque en el camino habían discutido quién de ellos era el más importante. 35 Entonces Jesús se sentó, llamó a los doce y les dijo:

—Si alguien quiere ser el primero, deberá ser el último de todos, y servirlos a todos.

36 Luego puso un niño en medio de ellos, y tomándolo en brazos les dijo:

37 —El que recibe en mi nombre a un niño como éste, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, no solamente a mí me recibe, sino también a aquel que me envió.

El que no está contra nosotros, está a nuestro favor(E)

38 Juan le dijo:

—Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre, y tratamos de impedírselo, porque no es de los nuestros.

39 Jesús contestó:

—No se lo prohíban, porque nadie que haga un milagro en mi nombre podrá luego hablar mal de mí. 40 El que no está contra nosotros, está a nuestro favor. 41 Cualquiera que les dé a ustedes aunque sólo sea un vaso de agua por ser ustedes de Cristo, les aseguro que tendrá su premio.

El peligro de caer en pecado(F)

42 »A cualquiera que haga caer en pecado a uno de estos pequeños que creen en mí, mejor le sería que lo echaran al mar con una gran piedra de molino atada al cuello. 43 Si tu mano te hace caer en pecado, córtatela; es mejor que entres manco en la vida, y no que con las dos manos vayas a parar al infierno, donde el fuego no se puede apagar. 45 Y si tu pie te hace caer en pecado, córtatelo; es mejor que entres cojo en la vida, y no que con los dos pies seas arrojado al infierno. 47 Y si tu ojo te hace caer en pecado, sácatelo; es mejor que entres con un solo ojo en el reino de Dios, y no que con los dos ojos seas arrojado al infierno, 48 donde los gusanos no mueren y el fuego no se apaga.

49 »Porque todos serán salados con fuego. 50 La sal es buena; pero si deja de estar salada, ¿cómo podrán ustedes hacerla útil otra vez? Tengan sal en ustedes y vivan en paz unos con otros.

Jesús también les dijo:

—Les aseguro que algunos de los que están aquí no morirán hasta que vean llegar el reino de Dios con poder.

Jesús se transforma

Seis días después, Jesús llevó a Pedro, a Santiago y a Juan hasta un cerro alto, para estar solos. Frente a ellos, Jesús se transformó: su ropa se puso tan blanca y brillante, como jamás aquí en la tierra podría blanquearse. Luego, los tres discípulos vieron aparecer al profeta Elías y a Moisés[a] conversando con Jesús.

Entonces Pedro le dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bueno que estemos aquí! Vamos a hacer tres enramadas: una para ti, otra para Moisés y otra más para Elías.»

Los discípulos estaban muy asustados, y Pedro se puso a hablar sin pensar en lo que decía.

De pronto bajó una nube y se detuvo sobre ellos. Desde la nube se oyó una voz que decía: «Éste es mi Hijo, yo lo amo mucho. Ustedes deben obedecerlo.»

Enseguida, miraron a su alrededor y ya no había nadie con ellos. Sólo estaba Jesús.

Mientras bajaban del cerro, Jesús les ordenó que no le contaran a nadie lo que habían visto hasta que él, el Hijo del hombre, resucitara. 10 Pedro, Santiago y Juan guardaron el secreto, pero se preguntaban qué significaba aquello de resucitar. 11 Entonces le preguntaron:

—¿Por qué dicen los maestros de la Ley que el profeta Elías va a venir antes que el Mesías?

12 Jesús les respondió:

—Eso es verdad. Elías viene primero a preparar todas las cosas. Aunque también es cierto que la Biblia dice que el Hijo del hombre debe sufrir mucho y ser despreciado. 13 Pero yo les aseguro que Elías ya vino, y muchos lo trataron muy mal. Así se anunciaba ya en la Biblia.

Jesús sana a un muchacho

14 Cuando llegaron a donde estaban los otros discípulos, vieron que había mucha gente a su alrededor, y que los maestros de la Ley estaban discutiendo con ellos.

15 Al ver a Jesús, la gente se puso muy contenta, pues no esperaba verlo. Todos corrieron a saludarlo.

16 Jesús les preguntó:

—¿Qué es lo que discuten entre ustedes?

17 Uno de los que estaban allí le dijo:

—Maestro, te traje a mi hijo, pues tiene un espíritu malo que no lo deja hablar. 18 Cuando el espíritu entra en mi hijo, él se cae al suelo y empieza a echar espuma por la boca. Sus dientes empiezan a rechinar y él se queda rígido. Les pedí a tus discípulos que expulsaran de mi hijo a ese espíritu malo, pero no han podido.

19 Jesús les dijo:

—¿Por qué no han aprendido a confiar en Dios? ¿Acaso no pueden hacer nada sin mí? ¿Cuándo van a aprender? ¡Tráiganme aquí al muchacho!

20 Enseguida se lo llevaron. Cuando el espíritu malo vio a Jesús, empezó a sacudir al muchacho con gran fuerza. El joven cayó al suelo y empezó a echar espuma por la boca.

21 Jesús le preguntó al padre:

—¿Desde cuándo le pasa esto?

El padre respondió:

—Desde que era pequeño. 22 Desde entonces, el espíritu malo siempre ha querido matarlo, y lo arroja al fuego o al agua. Por favor, haz algo para ayudarnos. ¡Ten compasión de nosotros!

23 Jesús le preguntó:

—¿Puedes confiar en Dios? Para el que confía en él, todo es posible.

24 Enseguida el padre gritó:

—Sí, confío en Dios. ¡Ayúdame a confiar más en él!

25 Cuando Jesús vio que se estaba juntando mucha gente a su alrededor, reprendió al espíritu malo y le dijo:

—Espíritu malvado, que impides hablar a este joven, ¡te ordeno que salgas y no vuelvas a entrar en él!

26 El espíritu malo gritó, haciendo que el muchacho sufriera otro ataque. Luego salió y lo dejó como muerto. Mucha gente decía: «¡Está muerto!» 27 Pero Jesús tomó al joven por la mano y lo ayudó a levantarse.

28 Más tarde, cuando Jesús regresó a casa, los discípulos lo llevaron aparte y le preguntaron:

—¿Por qué nosotros no pudimos expulsar a ese espíritu?

29 Jesús les contestó:

—Esta clase de espíritu malo sólo se puede expulsar por medio de la oración.

Jesús habla otra vez de su muerte

30 Jesús y sus discípulos se fueron de ese lugar, y viajaron por la región de Galilea. En su camino, Jesús no quiso que la gente supiera que él pasaba por allí, 31 pues quería dedicarse a enseñar a sus discípulos. Les decía: «Yo, el Hijo del hombre, seré entregado en manos de los que me han de matar, pero tres días después resucitaré.»

32 Los discípulos no entendían lo que Jesús les quería decir, pero tenían miedo de preguntarle.

¿Quién es el más importante?

33 Jesús y sus discípulos llegaron al pueblo de Cafarnaúm. Cuando ya estaban en la casa, él les preguntó: «¿De qué estaban hablando cuando venían por el camino?»

34 Los discípulos no contestaron nada, porque habían estado discutiendo cuál de ellos era el más importante.

35 Entonces Jesús se sentó, llamó a los doce discípulos y les dijo: «Si alguno de ustedes quiere ser el más importante, deberá ocupar el último lugar y ser el servidor de todos los demás.»

36 Luego llamó a un niño y lo puso frente a ellos. Lo tomó en sus brazos y les dijo: 37 «Si ustedes aceptan a un niño como éste, me aceptan a mí. Y si me aceptan a mí, aceptan a Dios, que fue quien me envió.»

Los que están a favor de Jesús

38 Juan, uno de los doce discípulos, le dijo a Jesús:

—Maestro, vimos a alguien que usaba tu nombre para sacar demonios de las personas, pero nosotros le dijimos que no lo hiciera, porque él no es de nuestro grupo.

39 Pero Jesús dijo:

—No se lo prohíban, porque nadie podría maldecirme después de haber hecho un milagro usando mi nombre. 40 Quien no está contra nosotros, realmente está a nuestro favor.

41 »Les aseguro que Dios no se olvidará de premiar a quien les dé un vaso de agua sólo porque ustedes son míos.

Las tentaciones

42 »Si alguien hace que uno de estos pequeños seguidores míos deje de confiar en mí, mejor le sería que le ataran al cuello una piedra enorme y lo tiraran al mar.

43-44 »Si lo que haces con tu mano te hace desobedecer a Dios, mejor córtatela. Es mejor quedarse para siempre sin una mano, que tener las dos manos y ser echado al infierno, donde el fuego nunca se apaga.

45-46 »Si lo que haces con tu pie te hace desobedecer a Dios, mejor córtatelo. Es mejor quedarse para siempre sin un pie, que tener los dos pies y ser echado al infierno.

47 »Si lo que ves con tu ojo te hace desobedecer a Dios, mejor sácatelo. Es mejor que entres al reino de Dios con un solo ojo, que tener los dos ojos y ser echado al infierno, 48 donde hay gusanos que nunca mueren, y donde el fuego nunca se apaga.

49 »Dios va a purificar a todos como cuando purificamos las cosas con la sal o con el fuego. 50 La sal es buena. Pero si deja de estar salada, ¿cómo podrán ustedes devolverle su sabor? Por eso, sean buenos como la sal: hagan el bien y vivan en paz con todos.

Footnotes

  1. Marcos 9:4 Elías y Moisés: Los judíos de la época de Jesús esperaban que al final de los tiempos, Elías y Moisés regresarían en persona, para estar con el pueblo de Dios.

Juan el Bautista en el desierto(A)

Principio de la buena noticia de Jesús el Mesías, el Hijo de Dios.

Está escrito en el libro del profeta Isaías:

«Envío mi mensajero delante de ti,
para que te prepare el camino.
Una voz grita en el desierto:
“Preparen el camino del Señor;
ábranle un camino recto.”»

Y así se presentó Juan el Bautista en el desierto; decía a todos que debían volverse a Dios y ser bautizados, para que Dios les perdonara sus pecados. Todos los de la región de Judea y de la ciudad de Jerusalén salían a oírlo. Confesaban sus pecados, y Juan los bautizaba en el río Jordán.

La ropa de Juan estaba hecha de pelo de camello, y se la sujetaba al cuerpo con un cinturón de cuero; y comía langostas y miel del monte. En su proclamación decía: «Después de mí viene uno más poderoso que yo, que ni siquiera merezco agacharme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua; pero él los bautizará con el Espíritu Santo.»

Jesús es bautizado(B)

Por aquellos días, Jesús salió de Nazaret, que está en la región de Galilea, y Juan lo bautizó en el Jordán. 10 En el momento de salir del agua, Jesús vio que el cielo se abría y que el Espíritu bajaba sobre él como una paloma. 11 Y se oyó una voz del cielo, que decía: «Tú eres mi Hijo amado, a quien he elegido.»

Jesús en el desierto(C)

12 Después de esto, el Espíritu llevó a Jesús al desierto. 13 Allí estuvo cuarenta días, viviendo entre las fieras y siendo puesto a prueba por Satanás; y los ángeles le servían.

Jesús comienza su actividad en Galilea(D)

14 Después que metieron a Juan en la cárcel, Jesús fue a Galilea a anunciar las buenas noticias de parte de Dios. 15 Decía: «Ya se cumplió el plazo señalado, y el reino de Dios está cerca. Vuélvanse a Dios y acepten con fe sus buenas noticias.»

Jesús llama a cuatro pescadores(E)

16 Jesús pasaba por la orilla del Lago de Galilea, cuando vio a Simón y a su hermano Andrés. Eran pescadores, y estaban echando la red al agua. 17 Les dijo Jesús:

—Síganme, y yo haré que ustedes sean pescadores de hombres.

18 Al momento dejaron sus redes y se fueron con él.

19 Un poco más adelante, Jesús vio a Santiago y a su hermano Juan, hijos de Zebedeo, que estaban en una barca arreglando las redes. 20 En seguida los llamó, y ellos dejaron a su padre Zebedeo en la barca con sus ayudantes, y se fueron con Jesús.

Un hombre que tenía un espíritu impuro(F)

21 Llegaron a Cafarnaúm, y en el sábado Jesús entró en la sinagoga y comenzó a enseñar. 22 La gente se admiraba de cómo les enseñaba, porque lo hacía con plena autoridad y no como los maestros de la ley. 23 En la sinagoga del pueblo había un hombre que tenía un espíritu impuro, el cual gritó:

24 —¿Por qué te metes con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Yo te conozco, y sé que eres el Santo de Dios.

25 Jesús reprendió a aquel espíritu, diciéndole:

—¡Cállate y deja a este hombre!

26 El espíritu impuro hizo que al hombre le diera un ataque, y gritando con gran fuerza salió de él. 27 Todos se asustaron, y se preguntaban unos a otros:

—¿Qué es esto? ¡Enseña de una manera nueva, y con plena autoridad! ¡Incluso a los espíritus impuros da órdenes, y lo obedecen!

28 Y muy pronto la fama de Jesús se extendió por toda la región de Galilea.

Jesús sana a la suegra de Simón(G)

29 Cuando salieron de la sinagoga, Jesús fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. 30 La suegra de Simón estaba en cama, con fiebre. Se lo dijeron a Jesús, 31 y él se acercó, y tomándola de la mano la levantó; al momento se le quitó la fiebre y comenzó a atenderlos.

Jesús sana a muchos enfermos(H)

32 Al anochecer, cuando ya se había puesto el sol, llevaron todos los enfermos y endemoniados a Jesús, 33 y el pueblo entero se reunió a la puerta. 34 Jesús sanó de toda clase de enfermedades a mucha gente, y expulsó a muchos demonios; pero no dejaba que los demonios hablaran, porque ellos lo conocían.

Jesús anuncia el mensaje en las sinagogas(I)

35 De madrugada, cuando todavía estaba oscuro, Jesús se levantó y salió de la ciudad para ir a orar a un lugar solitario. 36 Simón y sus compañeros fueron en busca de Jesús, 37 y cuando lo encontraron le dijeron:

—Todos te están buscando.

38 Pero él les contestó:

—Vamos a los otros lugares cercanos; también allí debo anunciar el mensaje, porque para esto he salido.

39 Así que Jesús andaba por toda Galilea, anunciando el mensaje en las sinagogas de cada lugar y expulsando a los demonios.

Jesús sana a un leproso(J)

40 Un hombre enfermo de lepra se acercó a Jesús, y poniéndose de rodillas le dijo:

—Si quieres, puedes limpiarme de mi enfermedad.

41 Jesús tuvo compasión de él; lo tocó con la mano y dijo:

—Quiero. ¡Queda limpio!

42 Al momento se le quitó la lepra al enfermo, y quedó limpio. 43 Jesús lo despidió en seguida, y le recomendó mucho:

44 —Mira, no se lo digas a nadie; solamente ve y preséntate al sacerdote, y lleva, por tu purificación, la ofrenda que ordenó Moisés, para que conste ante los sacerdotes.

45 Pero el hombre se fue y comenzó a contar a todos lo que había pasado. Por eso Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo, sino que se quedaba fuera, en lugares donde no había gente; pero de todas partes acudían a verlo.

Jesús perdona y sana a un paralítico(K)

Algunos días después, Jesús volvió a entrar en Cafarnaúm. En cuanto se supo que estaba en casa, se juntó tanta gente que ni siquiera cabían frente a la puerta; y él les anunciaba el mensaje. Entonces, entre cuatro, le llevaron un paralítico. Pero como había mucha gente y no podían acercarlo hasta Jesús, quitaron parte del techo de la casa donde él estaba, y por la abertura bajaron al enfermo en la camilla en que estaba acostado. Cuando Jesús vio la fe que tenían, le dijo al enfermo:

—Hijo mío, tus pecados quedan perdonados.

Algunos maestros de la ley que estaban allí sentados, pensaron: «¿Cómo se atreve éste a hablar así? Sus palabras son una ofensa contra Dios. Sólo Dios puede perdonar pecados.» Pero Jesús en seguida se dio cuenta de lo que estaban pensando, y les preguntó:

—¿Por qué piensan ustedes así? ¿Qué es más fácil, decirle al paralítico: “Tus pecados quedan perdonados”, o decirle: “Levántate, toma tu camilla y anda”? 10 Pues voy a demostrarles que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados.

Entonces le dijo al paralítico:

11 —A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.

12 El enfermo se levantó en el acto, y tomando su camilla salió de allí, a la vista de todos. Por esto, todos se admiraron y alabaron a Dios, diciendo:

—Nunca hemos visto una cosa así.

Jesús llama a Leví(L)

13 Después fue Jesús otra vez a la orilla del lago; la gente se acercaba a él, y él les enseñaba. 14 Al pasar vio a Leví, hijo de Alfeo, sentado en el lugar donde cobraba los impuestos para Roma. Jesús le dijo:

—Sígueme.

Leví se levantó y lo siguió.

15 Sucedió que Jesús estaba comiendo en casa de Leví, y muchos de los que cobraban impuestos para Roma, y otra gente de mala fama, estaban también sentados a la mesa, junto con Jesús y sus discípulos, pues eran muchos los que lo seguían. 16 Algunos maestros de la ley, que eran fariseos, al ver que Jesús comía con todos aquellos, preguntaron a los discípulos:

—¿Cómo es que su maestro come con cobradores de impuestos y pecadores?

17 Jesús lo oyó, y les dijo:

—Los que están sanos no necesitan médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.

La pregunta sobre el ayuno(M)

18 Una vez estaban ayunando los seguidores de Juan el Bautista y los fariseos, y algunas personas fueron a Jesús y le preguntaron:

—Los seguidores de Juan y los de los fariseos ayunan: ¿por qué no ayunan tus discípulos?

19 Jesús les contestó:

—¿Acaso pueden ayunar los invitados a una boda, mientras el novio está con ellos? Mientras está presente el novio, no pueden ayunar. 20 Pero llegará el momento en que se lleven al novio; cuando llegue ese día, entonces sí ayunarán.

21 »Nadie arregla un vestido viejo con un remiendo de tela nueva, porque el remiendo nuevo encoge y rompe el vestido viejo, y el desgarrón se hace mayor. 22 Ni tampoco se echa vino nuevo en cueros viejos, porque el vino nuevo hace que se revienten los cueros, y se pierden tanto el vino como los cueros. Por eso hay que echar el vino nuevo en cueros nuevos.

Los discípulos arrancan espigas en sábado(N)

23 Un sábado, Jesús caminaba entre los sembrados, y sus discípulos, al pasar, comenzaron a arrancar espigas de trigo. 24 Los fariseos le preguntaron:

—Oye, ¿por qué hacen tus discípulos algo que no está permitido hacer en sábado?

25 Pero él les dijo:

—¿Nunca han leído ustedes lo que hizo David en una ocasión en que él y sus compañeros tuvieron necesidad y sintieron hambre? 26 Pues siendo Abiatar sumo sacerdote, David entró en la casa de Dios y comió los panes consagrados a Dios, que solamente a los sacerdotes se les permitía comer; y dio también a la gente que iba con él.

27 Jesús añadió:

—El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado. 28 Por esto, el Hijo del hombre tiene autoridad también sobre el sábado.

Jesús sana a un enfermo en sábado(O)

Jesús entró otra vez en la sinagoga; y había en ella un hombre que tenía una mano tullida. Y espiaban a Jesús para ver si lo sanaría en sábado, y así tener de qué acusarlo. Jesús le dijo entonces al hombre que tenía la mano tullida:

—Levántate y ponte ahí en medio.

Luego preguntó a los otros:

—¿Qué está permitido hacer en sábado: el bien o el mal? ¿Salvar una vida o destruirla?

Pero ellos se quedaron callados. Jesús miró entonces con enojo a los que le rodeaban, y entristecido por la dureza de su corazón le dijo a aquel hombre:

—Extiende la mano.

El hombre la extendió, y su mano quedó sana. Pero en cuanto los fariseos salieron, comenzaron a hacer planes con los del partido de Herodes para matar a Jesús.

Mucha gente a la orilla del lago

Jesús, seguido por mucha gente de Galilea, se fue con sus discípulos a la orilla del lago. Cuando supieron las grandes cosas que hacía, también acudieron a verlo muchos de Judea, de Jerusalén, de Idumea, del oriente del Jordán y de la región de Tiro y Sidón. Por esto, Jesús encargó a sus discípulos que le tuvieran lista una barca, para evitar que la multitud lo apretujara. 10 Porque había sanado a tantos, que todos los enfermos se echaban sobre él para tocarlo.

11 Y cuando los espíritus impuros lo veían, se ponían de rodillas delante de él y gritaban:

—¡Tú eres el Hijo de Dios!

12 Pero Jesús les ordenaba severamente que no hablaran de él en público.

Jesús escoge a los doce apóstoles(P)

13 Después Jesús subió a un cerro, y llamó a los que le pareció bien. Una vez reunidos, 14 eligió de entre ellos a doce, para que lo acompañaran y para mandarlos a anunciar el mensaje. A éstos les dio el nombre de apóstoles, 15 y les dio autoridad para expulsar a los demonios. 16 Éstos son los doce que escogió: Simón, a quien puso el nombre de Pedro; 17 Santiago y su hermano Juan, hijos de Zebedeo, a quienes llamó Boanerges (es decir, «Hijos del Trueno»); 18 Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás y Santiago, hijo de Alfeo; Tadeo, Simón el cananeo, 19 y Judas Iscariote, que después traicionó a Jesús.

Acusación contra Jesús(Q)

20 Después entró Jesús en una casa, y otra vez se juntó tanta gente, que ni siquiera podían comer él y sus discípulos. 21 Cuando lo supieron los parientes de Jesús, fueron a llevárselo, pues decían que se había vuelto loco.

22 También los maestros de la ley que habían llegado de Jerusalén decían: «Beelzebú, el propio jefe de los demonios, es quien le ha dado a este hombre el poder de expulsarlos.»

23 Jesús los llamó, y les puso un ejemplo, diciendo: «¿Cómo puede Satanás expulsar al propio Satanás? 24 Un país dividido en bandos enemigos, no puede mantenerse; 25 y una familia dividida, no puede mantenerse. 26 Así también, si Satanás se divide y se levanta contra sí mismo, no podrá mantenerse; habrá llegado su fin.

27 »Nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y robarle sus cosas, si no lo ata primero; solamente así podrá robárselas.

28 »Les aseguro que Dios dará su perdón a los hombres por todos los pecados y todo lo malo que digan: 29 pero el que ofenda con sus palabras al Espíritu Santo, nunca tendrá perdón, sino que será culpable para siempre.»

30 Esto lo dijo Jesús porque ellos afirmaban que tenía un espíritu impuro.

La madre y los hermanos de Jesús(R)

31 Entre tanto llegaron la madre y los hermanos de Jesús, pero se quedaron afuera y mandaron llamarlo. 32 La gente que estaba sentada alrededor de Jesús le dijo:

—Tu madre, tus hermanos y tus hermanas están afuera, y te buscan.

33 Él les contestó:

—¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?

34 Luego, mirando a los que estaban sentados a su alrededor, añadió:

—Éstos son mi madre y mis hermanos. 35 Pues cualquiera que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre.

La parábola del sembrador(S)

Otra vez comenzó Jesús a enseñar a la orilla del lago. Como se reunió una gran multitud, Jesús subió a una barca que había en el lago, y se sentó, mientras la gente se quedaba en la orilla. Entonces se puso a enseñarles muchas cosas por medio de parábolas.

En su enseñanza les decía: «Oigan esto: Un sembrador salió a sembrar. Y al sembrar, una parte de la semilla cayó en el camino, y llegaron las aves y se la comieron. Otra parte cayó entre las piedras, donde no había mucha tierra; esa semilla brotó pronto, porque la tierra no era muy honda; pero el sol, al salir, la quemó, y como no tenía raíz, se secó. Otra parte de la semilla cayó entre espinos, y los espinos crecieron y la ahogaron, de modo que la semilla no dio grano. Pero otra parte cayó en buena tierra, y creció, dando una buena cosecha; algunas espigas dieron treinta granos por semilla, otras sesenta granos, y otras cien.»

Y añadió Jesús: «Los que tienen oídos, oigan.»

El porqué de las parábolas(T)

10 Después, cuando Jesús se quedó solo, los que estaban cerca de él junto con los doce discípulos le preguntaron qué quería decir aquella parábola. 11 Les contestó: «A ustedes, Dios les da a conocer el secreto de su reino; pero a los que están afuera se les dice todo por medio de parábolas, 12 para que por más que miren, no vean, y por más que oigan, no entiendan, para que no se vuelvan a Dios, y él no los perdone.»

Jesús explica la parábola del sembrador(U)

13 Les dijo: «¿No entienden ustedes esta parábola? ¿Cómo, pues, entenderán todas las demás? 14 El que siembra la semilla representa al que anuncia el mensaje. 15 Hay quienes son como la semilla que cayó en el camino: oyen el mensaje, pero después de oírlo viene Satanás y les quita el mensaje sembrado en su corazón. 16 Otros son como la semilla sembrada entre las piedras: oyen el mensaje y lo reciben con gusto, 17 pero como no tienen suficiente raíz, no se mantienen firmes; por eso, cuando por causa del mensaje sufren pruebas o persecución, pierden la fe. 18 Otros son como la semilla sembrada entre espinos: oyen el mensaje, 19 pero los negocios de la vida presente les preocupan demasiado, el amor por las riquezas los engaña, y quisieran poseer todas las cosas. Todo esto entra en ellos, y ahoga el mensaje y no lo deja dar fruto. 20 Pero hay otros que oyen el mensaje y lo aceptan, y dan una buena cosecha, como la semilla sembrada en buena tierra. De ésos, algunos rinden treinta, otros sesenta, y otros ciento por uno.»

La parábola de la lámpara(V)

21 También les dijo: «¿Acaso se trae una lámpara para ponerla bajo un cajón o debajo de la cama? No, una lámpara se pone en alto, para que alumbre. 22 De la misma manera, no hay nada escondido que no llegue a descubrirse, ni nada secreto que no llegue a ponerse en claro. 23 Los que tienen oídos, oigan.»

24 También les dijo: «Fíjense en lo que oyen. Con la misma medida con que ustedes den a otros, Dios les dará a ustedes; y les dará todavía más. 25 Pues al que tiene, se le dará más; pero al que no tiene, hasta lo poco que tiene se le quitará.»

La parábola del crecimiento de la semilla

26 Jesús dijo también: «Con el reino de Dios sucede como con el hombre que siembra semilla en la tierra: 27 que lo mismo da que esté dormido o despierto, que sea de noche o de día, la semilla nace y crece, sin que él sepa cómo. 28 Y es que la tierra produce por sí misma: primero el tallo, luego la espiga y más tarde los granos que llenan la espiga. 29 Y cuando ya el grano está maduro, lo recoge, porque ha llegado el tiempo de la cosecha.»

La parábola de la semilla de mostaza(W)

30 También dijo Jesús: «¿A qué se parece el reino de Dios, o con qué podremos compararlo? 31 Es como una semilla de mostaza que se siembra en la tierra. Es la más pequeña de todas las semillas del mundo, 32 pero una vez sembrada, crece y se hace mayor que todas las otras plantas del huerto, con ramas tan grandes que hasta las aves pueden posarse bajo su sombra.»

El uso que Jesús hacía de las parábolas(X)

33 De esta manera les enseñaba Jesús el mensaje, por medio de muchas parábolas como éstas, según podían entender. 34 Pero no les decía nada sin parábolas, aunque a sus discípulos se lo explicaba todo aparte.

Jesús calma la tormenta(Y)

35 Al anochecer de aquel mismo día, Jesús dijo a sus discípulos:

—Vamos al otro lado del lago.

36 Entonces dejaron a la gente y llevaron a Jesús en la barca en que ya estaba; y también otras barcas lo acompañaban. 37 En esto se desató una tormenta, con un viento tan fuerte que las olas caían sobre la barca, de modo que se llenaba de agua. 38 Pero Jesús se había dormido en la parte de atrás, apoyado sobre una almohada. Lo despertaron y le dijeron:

—¡Maestro! ¿No te importa que nos estemos hundiendo?

39 Jesús se levantó y dio una orden al viento, y dijo al mar:

—¡Silencio! ¡Quédate quieto!

El viento se calmó, y todo quedó completamente tranquilo. 40 Después dijo Jesús a los discípulos:

—¿Por qué están asustados? ¿Todavía no tienen fe?

41 Ellos se llenaron de miedo, y se preguntaban unos a otros:

—¿Quién será éste, que hasta el viento y el mar lo obedecen?

El endemoniado de Gerasa(Z)

Llegaron al otro lado del lago, a la tierra de Gerasa. En cuanto Jesús bajó de la barca, se le acercó un hombre que tenía un espíritu impuro. Este hombre había salido de entre las tumbas, porque vivía en ellas. Nadie podía sujetarlo, ni siquiera con cadenas. Pues aunque muchas veces lo habían atado de pies y manos con cadenas, siempre las había hecho pedazos, sin que nadie lo pudiera dominar. Andaba de día y de noche por los cerros y las tumbas, gritando y golpeándose con piedras. Pero cuando vio de lejos a Jesús, echó a correr, y poniéndose de rodillas delante de él le dijo a gritos:

—¡No te metas conmigo, Jesús, Hijo del Dios altísimo! ¡Te ruego por Dios que no me atormentes!

Hablaba así porque Jesús le había dicho:

—¡Espíritu impuro, deja a ese hombre!

Jesús le preguntó:

—¿Cómo te llamas?

Él contestó:

—Me llamo Legión, porque somos muchos.

10 Y rogaba mucho a Jesús que no enviara los espíritus fuera de aquella región. 11 Y como cerca de allí, junto al cerro, había gran número de cerdos comiendo, 12 los espíritus le rogaron:

—Mándanos a los cerdos y déjanos entrar en ellos.

13 Jesús les dio permiso, y los espíritus impuros salieron del hombre y entraron en los cerdos. Éstos, que eran unos dos mil, echaron a correr pendiente abajo hasta el lago, y allí se ahogaron.

14 Los que cuidaban de los cerdos salieron huyendo, y fueron a contar en el pueblo y por los campos lo sucedido. La gente acudió a ver lo que había pasado. 15 Y cuando llegaron a donde estaba Jesús, vieron sentado, vestido y en su cabal juicio al endemoniado que había tenido la legión de espíritus. La gente estaba asustada, 16 y los que habían visto lo sucedido con el endemoniado y con los cerdos, se lo contaron a los demás. 17 Entonces comenzaron a rogarle a Jesús que se fuera de aquellos lugares.

18 Al volver Jesús a la barca, el hombre que había estado endemoniado le rogó que lo dejara ir con él. 19 Pero Jesús no se lo permitió, sino que le dijo:

—Vete a tu casa, con tus parientes, y cuéntales todo lo que el Señor te ha hecho, y cómo ha tenido compasión de ti.

20 El hombre se fue, y comenzó a contar por los pueblos de Decápolis lo que Jesús había hecho por él; y todos se quedaron admirados.

La mujer enferma y la hija de Jairo(AA)

21 Cuando Jesús regresó en la barca al otro lado del lago, se le reunió mucha gente, y él se quedó en la orilla. 22 En esto llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, que al ver a Jesús se echó a sus pies 23 y le rogó mucho, diciéndole:

—Mi hija se está muriendo; ven a poner tus manos sobre ella, para que sane y viva.

24 Jesús fue con él, y mucha gente lo acompañaba apretujándose a su alrededor. 25 Entre la multitud había una mujer que desde hacía doce años estaba enferma, con derrames de sangre. 26 Había sufrido mucho a manos de muchos médicos, y había gastado todo lo que tenía, sin que le hubiera servido de nada. Al contrario, iba de mal en peor. 27 Cuando oyó hablar de Jesús, esta mujer se le acercó por detrás, entre la gente, y le tocó la capa. 28 Porque pensaba: «Tan sólo con que llegue a tocar su capa, quedaré sana.» 29 Al momento, el derrame de sangre se detuvo, y sintió en el cuerpo que ya estaba curada de su enfermedad. 30 Jesús, dándose cuenta de que había salido poder de él, se volvió a mirar a la gente, y preguntó:

—¿Quién me ha tocado la ropa?

31 Sus discípulos le dijeron:

—Ves que la gente te oprime por todos lados, y preguntas “¿Quién me ha tocado?”

32 Pero Jesús seguía mirando a su alrededor, para ver quién lo había tocado. 33 Entonces la mujer, temblando de miedo y sabiendo lo que le había pasado, fue y se arrodilló delante de él, y le contó toda la verdad. 34 Jesús le dijo:

—Hija, por tu fe has sido sanada. Vete tranquila y curada ya de tu enfermedad.

35 Todavía estaba hablando Jesús, cuando llegaron unos de casa del jefe de la sinagoga a decirle al padre de la niña:

—Tu hija ha muerto. ¿Para qué molestar más al Maestro?

36 Pero Jesús, sin hacer caso de ellos, le dijo al jefe de la sinagoga:

—No tengas miedo; cree solamente.

37 Y no dejó que lo acompañaran más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. 38 Al llegar a la casa del jefe de la sinagoga y ver el alboroto y la gente que lloraba y gritaba, 39 entró y les dijo:

—¿Por qué hacen tanto ruido y lloran de esa manera? La niña no está muerta, sino dormida.

40 La gente se rió de Jesús, pero él los hizo salir a todos, y tomando al padre, a la madre y a los que lo acompañaban, entró a donde estaba la niña. 41 La tomó de la mano y le dijo:

—Talitá, cum (que significa: «Muchacha, a ti te digo, levántate»).

42 Al momento, la muchacha, que tenía doce años, se levantó y echó a andar. Y la gente se quedó muy admirada. 43 Pero Jesús ordenó severamente que no se lo contaran a nadie, y luego mandó que dieran de comer a la niña.

Jesús en Nazaret(AB)

Jesús se fue de allí a su propia tierra, y sus discípulos fueron con él. Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga. Y muchos oyeron a Jesús, y se preguntaron admirados:

—¿Dónde aprendió éste tantas cosas? ¿De dónde ha sacado esa sabiduría y los milagros que hace? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿Y no viven sus hermanas también aquí, entre nosotros?

Y no tenían fe en él. Pero Jesús les dijo:

—En todas partes se honra a un profeta, menos en su propia tierra, entre sus parientes y en su propia casa.

No pudo hacer allí ningún milagro, aparte de poner las manos sobre unos pocos enfermos y sanarlos. Y estaba asombrado porque aquella gente no creía en él.

Jesús envía a los discípulos a anunciar el reino de Dios(AC)

Jesús recorría las aldeas cercanas, enseñando. Llamó a los doce discípulos, y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus impuros. Les ordenó que no llevaran nada para el camino, sino solamente un bastón. No debían llevar pan ni provisiones ni dinero. Podían ponerse sandalias, pero no llevar ropa de repuesto. 10 Les dijo:

—Cuando entren ustedes en una casa, quédense allí hasta que se vayan del lugar. 11 Y si en algún lugar no los reciben ni los quieren oír, salgan de allí y sacúdanse el polvo de los pies, para que les sirva a ellos de advertencia.

12 Entonces salieron los discípulos a decirle a la gente que se volviera a Dios. 13 También expulsaron muchos demonios, y curaron a muchos enfermos ungiéndolos con aceite.

La muerte de Juan el Bautista(AD)

14 El rey Herodes oyó hablar de Jesús, cuya fama había corrido por todas partes. Pues unos decían: «Juan el Bautista ha resucitado, y por eso tiene este poder milagroso.»

15 Otros decían: «Es el profeta Elías.»

Y otros: «Es un profeta, como los antiguos profetas.»

16 Al oír estas cosas, Herodes decía:

—Ése es Juan. Yo mandé cortarle la cabeza y ahora ha resucitado.

17 Es que, por causa de Herodías, Herodes había mandado arrestar a Juan, y lo había hecho encadenar en la cárcel. Herodías era esposa de Filipo, hermano de Herodes, pero Herodes se había casado con ella. 18 Y Juan había dicho a Herodes: «No debes tener como tuya a la mujer de tu hermano.»

19 Herodías odiaba por eso a Juan, y quería matarlo; pero no podía, 20 porque Herodes le tenía miedo, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo protegía. Y aunque al oírlo se quedaba sin saber qué hacer, Herodes escuchaba a Juan de buena gana. 21 Pero Herodías vio llegar su oportunidad cuando Herodes, en su cumpleaños, dio un banquete a sus jefes y comandantes y a las personas importantes de Galilea. 22 La hija de Herodías entró en el lugar del banquete y bailó, y el baile gustó tanto a Herodes y a los que estaban cenando con él, que el rey dijo a la muchacha:

—Pídeme lo que quieras, y te lo daré.

23 Y le juró una y otra vez que le daría cualquier cosa que pidiera, aunque fuera la mitad del país que él gobernaba. 24 Ella salió, y le preguntó a su madre:

—¿Qué pediré?

Le contestó:

—Pídele la cabeza de Juan el Bautista.

25 La muchacha entró de prisa donde estaba el rey, y le dijo:

—Quiero que ahora mismo me des en un plato la cabeza de Juan el Bautista.

26 El rey se puso muy triste; pero como había hecho un juramento en presencia de sus invitados, no quiso negarle lo que le pedía. 27 Así que mandó en seguida a un soldado con la orden de llevarle la cabeza de Juan. Fue el soldado a la cárcel, le cortó la cabeza a Juan 28 y se la llevó en un plato. Se la dio a la muchacha, y ella se la entregó a su madre.

29 Cuando los seguidores de Juan lo supieron, recogieron el cuerpo y se lo llevaron a enterrar.

Jesús da de comer a una multitud(AE)

30 Después de esto, los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. 31 Jesús les dijo:

—Vengan, vamos nosotros solos a descansar un poco en un lugar tranquilo.

Porque iba y venía tanta gente, que ellos ni siquiera tenían tiempo para comer. 32 Así que Jesús y sus apóstoles se fueron en una barca a un lugar apartado. 33 Pero muchos los vieron ir, y los reconocieron; entonces de todos los pueblos corrieron allá, y llegaron antes que ellos. 34 Al bajar Jesús de la barca, vio la multitud, y sintió compasión de ellos, porque estaban como ovejas que no tienen pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas. 35 Por la tarde, sus discípulos se le acercaron y le dijeron:

—Ya es tarde, y éste es un lugar solitario. 36 Despide a la gente, para que vayan por los campos y las aldeas de alrededor y se compren algo de comer.

37 Pero Jesús les contestó:

—Denles ustedes de comer.

Ellos respondieron:

—¿Quieres que vayamos a comprar pan por el equivalente al salario de doscientos días, para darles de comer?

38 Jesús les dijo:

—¿Cuántos panes tienen ustedes? Vayan a verlo.

Cuando lo averiguaron, le dijeron:

—Cinco panes y dos pescados.

39 Entonces les mandó que hicieran sentar a la gente en grupos sobre la hierba verde; 40 y se sentaron en grupos de cien y de cincuenta. 41 Luego Jesús tomó en sus manos los cinco panes y los dos pescados y, mirando al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los fue dando a sus discípulos para que los repartieran entre la gente. Repartió también los dos pescados entre todos. 42 Todos comieron hasta quedar satisfechos; 43 recogieron los pedazos sobrantes de pan y de pescado, y con ellos llenaron doce canastas. 44 Los que comieron de aquellos panes fueron cinco mil hombres.

Jesús camina sobre el agua(AF)

45 Después de esto, Jesús hizo que sus discípulos subieran a la barca para que cruzaran el lago antes que él, en dirección a Betsaida, mientras él despedía a la gente. 46 Y cuando la hubo despedido, se fue al cerro a orar. 47 Al llegar la noche, la barca ya estaba en medio del lago. Jesús, que se había quedado solo en tierra, 48 vio que remaban con dificultad, porque tenían el viento en contra. A la madrugada, fue Jesús hacia ellos caminando sobre el agua, y ya iba a pasar junto a ellos. 49 Cuando lo vieron andar sobre el agua, pensaron que era un fantasma, y gritaron; 50 porque todos lo vieron y se asustaron. Pero en seguida él les habló, diciéndoles:

—¡Calma! ¡Soy yo: no tengan miedo!

51 Subió a la barca, y se calmó el viento; y ellos se quedaron muy asombrados, 52 porque no habían entendido el milagro de los panes, pues tenían el entendimiento oscurecido.

Jesús sana a los enfermos de Genesaret(AG)

53 Cruzaron el lago y llegaron a la tierra de Genesaret, donde amarraron la barca a la orilla. 54 Tan pronto como bajaron de la barca, la gente reconoció a Jesús. 55 Corrieron por toda aquella región, y comenzaron a llevar en camillas a los enfermos a donde oían decir que estaba Jesús. 56 Y dondequiera que él entraba, ya fuera en las aldeas, en los pueblos o en los campos, ponían a los enfermos en las calles y le rogaban que los dejara tocar siquiera el borde de su capa; y todos los que la tocaban, quedaban sanos.

Lo que hace impuro al hombre(AH)

Se acercaron los fariseos a Jesús, con unos maestros de la ley que habían llegado de Jerusalén. Éstos, al ver que algunos discípulos de Jesús comían con las manos impuras, es decir, sin haber cumplido con la ceremonia de lavárselas, los criticaron. (Porque los fariseos y todos los judíos siguen la tradición de sus antepasados, de no comer sin antes lavarse las manos debidamente. Y cuando regresan del mercado, no comen sin antes cumplir con la ceremonia de lavarse. Y aun tienen otras muchas costumbres, como lavar los vasos, los jarros, las vasijas de metal y las camas.) Por eso, los fariseos y los maestros de la ley le preguntaron:

—¿Por qué tus discípulos no siguen la tradición de nuestros antepasados, sino que comen con las manos impuras?

Jesús les contestó:

—Bien habló el profeta Isaías acerca de lo hipócritas que son ustedes, cuando escribió:

“Este pueblo me honra con la boca,
pero su corazón está lejos de mí.
De nada sirve que me rinda culto:
sus enseñanzas son mandatos de hombres.”

Porque ustedes dejan el mandato de Dios para seguir las tradiciones de los hombres.

También les dijo:

—Para mantener sus propias tradiciones, ustedes pasan por alto el mandato de Dios. 10 Pues Moisés dijo: “Honra a tu padre y a tu madre”, y “El que maldiga a su padre o a su madre, será condenado a muerte.” 11 Pero ustedes afirman que un hombre puede decirle a su padre o a su madre: “No puedo ayudarte, porque todo lo que tengo es corbán” (es decir: «ofrecido a Dios»); 12 y también afirman que quien dice esto ya no está obligado a ayudar a su padre o a su madre. 13 De esta manera ustedes anulan la palabra de Dios con esas tradiciones que se trasmiten unos a otros. Y hacen otras muchas cosas parecidas.

14 Luego Jesús llamó a la gente, y dijo:

—Escúchenme todos, y entiendan: 15 Nada de lo que entra de afuera puede hacer impuro al hombre. Lo que sale del corazón del hombre es lo que lo hace impuro.

17 Cuando Jesús dejó a la gente y entró en la casa, sus discípulos le preguntaron sobre esta enseñanza. 18 Él les dijo:

—¿Así que ustedes tampoco lo comprenden? ¿No entienden que nada de lo que entra de afuera puede hacer impuro al hombre, 19 porque no entra en el corazón, sino en el vientre, para después salir del cuerpo?

Con esto quiso decir que todos los alimentos son limpios. 20 Dijo también:

—Lo que sale del hombre, eso sí lo hace impuro. 21 Porque de adentro, es decir, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, la inmoralidad sexual, los robos, los asesinatos, 22 los adulterios, la codicia, las maldades, el engaño, los vicios, la envidia, los chismes, el orgullo y la falta de juicio. 23 Todas estas cosas malas salen de adentro y hacen impuro al hombre.

La fe de una mujer no judía(AI)

24 De allí se dirigió Jesús a la región de Tiro. Entró en una casa, sin querer que nadie lo supiera; pero no pudo esconderse. 25 Pronto supo de él la madre de una muchacha que tenía un espíritu impuro, la cual fue y se arrodilló a los pies de Jesús. 26 La mujer no era judía, sino originaria de Sirofenicia. Fue, pues, y rogó a Jesús que expulsara de su hija al demonio. 27 Pero Jesús le dijo:

—Deja que los hijos coman primero, porque no está bien quitarles el pan a los hijos y dárselo a los perros.

28 Ella le respondió:

—Pero, Señor, hasta los perros comen debajo de la mesa las migajas que dejan caer los hijos.

29 Jesús le dijo:

—Por haber hablado así, vete tranquila. El demonio ya ha salido de tu hija.

30 Cuando la mujer llegó a su casa, encontró a la niña en la cama; el demonio ya había salido de ella.

Jesús sana a un sordo y tartamudo

31 Jesús volvió a salir de la región de Tiro y, pasando por Sidón, llegó al Lago de Galilea, en pleno territorio de Decápolis. 32 Allí le llevaron un sordo y tartamudo, y le pidieron que pusiera su mano sobre él. 33 Jesús se lo llevó a un lado, aparte de la gente, le metió los dedos en los oídos y con saliva le tocó la lengua. 34 Luego, mirando al cielo, suspiró y dijo al hombre: «¡Efatá!» (es decir: «¡Ábrete!»)

35 Al momento, los oídos del sordo se abrieron, y se le desató la lengua y pudo hablar bien. 36 Jesús les mandó que no se lo dijeran a nadie; pero cuanto más se lo mandaba, tanto más lo contaban. 37 Llenos de admiración, decían: «Todo lo hace bien. ¡Hasta puede hacer que los sordos oigan y que los mudos hablen!»

Jesús da de comer a una multitud(AJ)

Un día en que de nuevo se había juntado mucha gente y no tenían nada que comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:

—Siento compasión de esta gente, porque ya hace tres días que están aquí conmigo y no tienen nada que comer. Y si los mando sin comer a sus casas, pueden desmayarse por el camino, porque algunos han venido de lejos.

Sus discípulos le contestaron:

—¿Pero cómo se les puede dar de comer en un lugar como éste, donde no vive nadie?

Jesús les preguntó:

—¿Cuántos panes tienen ustedes?

—Siete —contestaron ellos.

Entonces mandó que la gente se sentara en el suelo, tomó en sus manos los siete panes y, habiendo dado gracias a Dios, los partió y se los iba dando a sus discípulos, para que ellos los repartieran entre la gente, y así lo hicieron. Tenían también unos cuantos pescaditos; Jesús pronunció sobre ellos la bendición, y también mandó repartirlos. Todos comieron hasta quedar satisfechos, y recogieron los pedazos sobrantes en siete canastas. Los que comieron eran cerca de cuatro mil. Luego Jesús los despidió, 10 subió a la barca con sus discípulos y se fue a la región de Dalmanuta.

Los fariseos piden una señal milagrosa(AK)

11 Llegaron los fariseos y comenzaron a discutir con Jesús. Y para tenderle una trampa, le pidieron que hiciera alguna señal milagrosa que probara que él venía de parte de Dios. 12 Jesús suspiró profundamente y dijo:

—¿Por qué pide esta gente una señal milagrosa? Les aseguro que no se les dará ninguna señal.

13 Entonces los dejó, y volviendo a entrar en la barca se fue al otro lado del lago.

La levadura de los fariseos(AL)

14 Se habían olvidado de llevar algo de comer, y solamente tenían un pan en la barca. 15 Jesús les advirtió:

—Miren, cuídense de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes.

16 Los discípulos comentaban entre sí que no tenían pan.

17 Jesús se dio cuenta, y les dijo:

—¿Por qué dicen que no tienen pan? ¿Todavía no entienden ni se dan cuenta? ¿Tienen tan cerrado el entendimiento? 18 ¿Tienen ojos y no ven, y oídos y no oyen? ¿No se acuerdan? 19 Cuando repartí los cinco panes entre cinco mil hombres, ¿cuántas canastas llenas de pedazos recogieron?

Ellos contestaron:

—Doce.

20 —Y cuando repartí los siete panes entre cuatro mil, ¿cuántas canastas llenas recogieron?

Contestaron:

—Siete.

21 Entonces les dijo:

—¿Todavía no entienden?

Jesús sana a un ciego en Betsaida

22 Después llegaron a Betsaida, y llevaron un ciego a Jesús, y le rogaron que lo tocara. 23 Jesús tomó de la mano al ciego y lo sacó fuera del pueblo. Le mojó los ojos con saliva, puso las manos sobre él y le preguntó si podía ver algo. 24 El ciego comenzó a ver, y dijo:

—Veo a los hombres. Me parecen como árboles que andan.

25 Jesús le puso otra vez las manos sobre los ojos, y el hombre miró con atención y quedó sano. Ya todo lo veía claramente. 26 Entonces Jesús lo mandó a su casa, y le dijo:

—No vuelvas al pueblo.

Pedro declara que Jesús es el Mesías(AM)

27 Después de esto, Jesús y sus discípulos fueron a las aldeas de la región de Cesarea de Filipo. En el camino, Jesús preguntó a sus discípulos:

—¿Quién dice la gente que soy yo?

28 Ellos contestaron:

—Algunos dicen que eres Juan el Bautista, otros dicen que eres Elías, y otros dicen que eres uno de los profetas.

29 —Y ustedes, ¿quién dicen que soy? —les preguntó.

Pedro le respondió:

—Tú eres el Mesías.

30 Pero Jesús les ordenó que no hablaran de él a nadie.

31 Jesús comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre tendría que sufrir mucho, y que sería rechazado por los ancianos, por los jefes de los sacerdotes y por los maestros de la ley. Les dijo que lo iban a matar, pero que resucitaría a los tres días. 32 Esto se lo advirtió claramente. Entonces Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo. 33 Pero Jesús se volvió, miró a los discípulos y reprendió a Pedro, diciéndole:

—¡Apártate de mí, Satanás! Tú no ves las cosas como las ve Dios, sino como las ven los hombres.

34 Luego Jesús llamó a sus discípulos y a la gente, y dijo:

—Si alguno quiere ser discípulo mío, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz y sígame. 35 Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda la vida por causa mía y por aceptar el evangelio, la salvará. 36 ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde la vida? 37 O también, ¿cuánto podrá pagar el hombre por su vida? 38 Pues si alguno se avergüenza de mí y de mi mensaje delante de esta gente infiel y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga con la gloria de su Padre y con los santos ángeles.

Juan el Bautista

Ésta es la historia de cómo empezaron a anunciarse las buenas noticias acerca de Jesús, que es el Hijo de Dios y el Mesías. Todo comenzó como Dios lo había anunciado por medio del profeta Isaías:

«Yo envío a mi mensajero
delante de ti,
y él va a preparar todo
para tu llegada.

»Alguien grita en el desierto:
“¡Prepárenle el camino a nuestro Dios!
¡Ábranle paso!
¡Que no encuentre estorbos!”»

4-8 Por esos días, Juan el Bautista apareció en el desierto. Se vestía con ropa hecha de pelo de camello y usaba un taparrabos de cuero. Comía saltamontes y miel silvestre.

Juan le decía a la gente: «¡Bautícense y demuestren que ya no quieren hacer lo malo! Sólo así Dios los perdonará.» También decía: «Después de mí viene alguien más poderoso que yo. ¡Ni siquiera merezco ser su esclavo! Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo.»

Todos los que vivían en la región de Judea, y en Jerusalén, iban al desierto para oír a Juan. Muchos confesaban sus pecados y Juan los bautizaba en el río Jordán.

Juan bautiza a Jesús

En esos días, Jesús estaba en la región de Galilea, en un pueblo llamado Nazaret. Desde allí viajó hasta el río Jordán, donde Juan lo bautizó. 10 Cuando Jesús salió del agua, vio que se abría el cielo, y que el Espíritu de Dios bajaba sobre él en forma de paloma. 11 En ese momento, una voz que venía del cielo le dijo: «Tú eres mi Hijo, a quien quiero mucho. Estoy muy contento contigo.»

Jesús vence al diablo

12 De inmediato, el Espíritu de Dios llevó a Jesús al desierto. 13 Y Jesús estuvo allí cuarenta días, viviendo entre los animales salvajes. Satanás trataba de hacerlo caer en sus trampas, pero los ángeles de Dios cuidaban a Jesús.

Jesús comienza su trabajo

14 Después de que metieron a Juan en la cárcel, Jesús fue a la región de Galilea. Allí anunciaba las buenas noticias acerca de Dios: 15 «¡Ya está cerca el día en que Dios comenzará a reinar! Vuélvanse a Dios y crean en la buena noticia.»

Jesús elige a cuatro pescadores

16 Jesús pasaba por la orilla del Lago de Galilea, cuando vio a Simón y a Andrés, dos pescadores que eran hermanos, y que estaban pescando con sus redes. 17 Jesús les dijo: «Síganme. En lugar de pescar peces, les voy a enseñar a ganar seguidores para mí.»

18 En ese mismo instante, Simón y Andrés dejaron sus redes y siguieron a Jesús.

19 Un poco más adelante, Jesús vio a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo. Ellos también eran pescadores, y estaban en una barca arreglando las redes. 20 Jesús los llamó, y ellos lo siguieron, dejando a su padre en la barca, con los empleados.

El hombre con un espíritu malo

21 Jesús y sus discípulos fueron al pueblo de Cafarnaúm. El sábado, Jesús fue a la sinagoga y comenzó a enseñar. 22 Todos estaban admirados de sus enseñanzas, pues cuando les hablaba, lo hacía con autoridad, y no como los maestros de la Ley.

23 En la sinagoga, había un hombre que tenía un espíritu malo. 24 El espíritu le gritó a Jesús:

—¡Jesús de Nazaret! ¿Qué tienes contra nosotros? ¿Acaso vienes a destruirnos? Yo te conozco. ¡Tú eres el Hijo de Dios![a]

25 Jesús reprendió al espíritu malo y le dijo:

—¡Cállate! ¡Sal de este hombre!

26 El espíritu malo salió gritando y haciendo que el hombre se pusiera a temblar muy fuerte.

27 La gente se quedó muy asombrada, y se preguntaba: «¿Qué es esto? ¿Una nueva enseñanza? ¿Qué clase de poder tiene este hombre? Con autoridad y poder ordena a los espíritus malos que salgan, ¡y ellos lo obedecen!»

28 Y Jesús se hizo famoso en toda la región de Galilea.

Jesús sana a mucha gente

29 Luego Jesús salió de la sinagoga y se fue con Santiago y Juan a la casa de Simón y Andrés. 30 Cuando entró en la casa, le dijeron que la suegra de Simón estaba enferma y con fiebre. 31 Jesús fue a verla, la tomó de la mano y la levantó. En ese mismo instante la fiebre se le fue, y la suegra de Simón les sirvió de comer.

32 Al anochecer, la gente le llevó a Jesús todos los enfermos y todos los que tenían demonios. 33 Todo el pueblo se reunió a la entrada de la casa de Simón. 34 Allí Jesús sanó a mucha gente que tenía diferentes enfermedades, y también expulsó a muchos demonios. Pero no dejaba hablar a esos demonios, porque ellos lo conocían.

Jesús anuncia las buenas noticias

35 En la madrugada, Jesús se levantó y fue a un lugar solitario para orar. 36 Más tarde, Simón y sus compañeros salieron a buscarlo. 37 Cuando lo encontraron, le dijeron:

—Todos te andan buscando.

38 Pero Jesús les dijo:

—Vamos a otros pueblos cercanos. También allí debo anunciar estas buenas noticias, pues para eso vine al mundo.

39 Jesús recorrió toda la región de Galilea anunciando las buenas noticias en las sinagogas de cada pueblo, y expulsando a los demonios.

Jesús sana a un leproso

40 Un hombre que tenía la piel enferma se acercó a Jesús, se arrodilló ante él y le dijo:

—Señor, yo sé que tú puedes sanarme.[b] ¿Quieres hacerlo?

41 Jesús tuvo compasión del enfermo, extendió la mano, lo tocó y le dijo:

—¡Quiero hacerlo! ¡Ya estás sano!

42 De inmediato, aquel hombre quedó completamente sano; 43 pero Jesús lo despidió con una seria advertencia:

44 —No le digas a nadie lo que te sucedió. Sólo ve con el sacerdote para que te examine, y lleva la ofrenda que Moisés ordenó.[c] Así los sacerdotes verán que ya no tienes esa enfermedad.

45 Pero el hombre empezó a contarles a todos cómo había sido sanado. Por eso Jesús no podía entrar libremente en los pueblos, sino que tenía que quedarse en las afueras, donde no había gente. De todos modos, la gente iba a verlo.

Jesús y el paralítico

Después de varios días, Jesús regresó al pueblo de Cafarnaúm. Apenas se supo que Jesús estaba en casa, mucha gente fue a verlo. Era tanta la gente que ya no cabía nadie más frente a la entrada. Entonces Jesús comenzó a anunciarles las buenas noticias.

De pronto, llegaron a la casa cuatro personas. Llevaban en una camilla a un hombre que nunca había podido caminar. Como había tanta gente, subieron al techo[d] y abrieron un agujero. Por allí bajaron al enfermo en la camilla donde estaba acostado.

Cuando Jesús vio la gran confianza que aquellos hombres tenían en él, le dijo al paralítico: «Amigo, te perdono tus pecados.»

Al oír lo que Jesús le dijo al paralítico, unos maestros de la Ley que allí estaban pensaron: «¿Cómo se atreve éste a hablar así? ¡Lo que dice es una ofensa contra Dios! Sólo Dios puede perdonar pecados.»

Pero Jesús se dio cuenta de lo que estaban pensando, y les dijo: «¿Por qué piensan así? Díganme, ¿qué es más fácil? ¿Perdonar a este enfermo, o sanarlo? 10 Pues voy a demostrarles que yo, el Hijo del hombre, tengo autoridad aquí en la tierra para perdonar pecados.»

Entonces le dijo al que no podía caminar: 11 «Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.»

12 En ese mismo instante, y ante la mirada de todos, aquel hombre se levantó, tomó la camilla y salió de allí. Al verlo, todos se quedaron admirados y comenzaron a alabar a Dios diciendo: «¡Nunca habíamos visto nada como esto!»

Jesús llama a Mateo

13 Después de esto, Jesús fue otra vez a la orilla del Lago de Galilea. Mucha gente se reunió a su alrededor, y él se puso a enseñarles.

14 Luego, mientras caminaban, Jesús vio a Mateo hijo de Alfeo, que estaba sentado en el lugar donde cobraba los impuestos para Roma. Jesús le dijo: «Sígueme.»

Mateo se levantó enseguida y lo siguió.

15 Más tarde, Jesús y sus discípulos estaban cenando en la casa de Mateo. Muchos de los que cobraban impuestos, y otras personas de mala fama que ahora seguían a Jesús, también fueron invitados a la cena.

16 Cuando algunos maestros de la Ley, que eran fariseos, vieron a Jesús comiendo con toda esa gente, les preguntaron a los discípulos:

—¿Por qué su maestro come con cobradores de impuestos y con gente de mala fama?

17 Jesús los oyó y les contestó:

—Los que necesitan al médico son los enfermos, no los sanos. Y yo vine a invitar a los pecadores para que regresen a Dios, no a los que se creen buenos.

Jesús enseña sobre el ayuno

18 Una vez, los discípulos de Juan el Bautista y los discípulos de los fariseos estaban ayunando. Algunas personas fueron a donde estaba Jesús y le preguntaron:

—¿Por qué tus discípulos no ayunan? Los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos sí lo hacen.

19 Jesús les respondió:

—Los invitados a una fiesta de bodas no ayunan mientras el novio está con ellos; 20 pero llegará el momento en que se lleven al novio, y entonces los invitados ayunarán.

21 »Si un vestido viejo se rompe, nadie le pone un parche de tela nueva; porque al lavarse el vestido, la tela nueva se encoge y el hueco se hace más grande.

22 »Tampoco se echa vino nuevo en recipientes de cuero viejo; porque al fermentar el vino nuevo hace que el cuero viejo se reviente. Así el vino nuevo se pierde, y los recipientes también. Por eso hay que echar vino nuevo en recipientes nuevos.

Los discípulos arrancan espigas de trigo

23 Un sábado, mientras Jesús y sus discípulos iban por un campo sembrado de trigo, los discípulos comenzaron a arrancar espigas.[e] 24 Cuando los fariseos vieron esto, le dijeron a Jesús:

—¡Mira lo que hacen tus discípulos! ¿Acaso no saben que está prohibido arrancar espigas en el día de descanso?

25-26 Jesús les respondió:

—¿No han leído ustedes en la Biblia lo que hizo el rey David, cuando Abiatar era el jefe de los sacerdotes? David y sus compañeros sufrían gran necesidad y tenían mucha hambre. Entonces David entró en la casa de Dios y comió del pan especial, que sólo a los sacerdotes les estaba permitido comer, y lo compartió con sus compañeros.

Además les dijo:

27 —El sábado se hizo para el bien de los seres humanos, y no los seres humanos para el bien del sábado. 28 Yo, el Hijo del hombre, soy quien decide qué puede hacerse y qué no puede hacerse en el día de descanso.

Jesús sana a un hombre en sábado

Jesús volvió a entrar en la sinagoga. Allí había un hombre que tenía una mano tullida.

Los fariseos estaban vigilando a Jesús para ver si sanaba a ese hombre en día sábado, y poder así acusarlo de trabajar en ese día de descanso.

Jesús le dijo al enfermo: «Levántate y ponte en medio de todos.»

Luego, les preguntó a los que estaban allí: «¿Qué es correcto hacer en sábado: el bien o el mal? ¿Salvar una vida o destruirla?»

Pero nadie le contestó. Jesús miró con enojo a los que lo rodeaban y, al ver que eran muy tercos y no tenían amor, se puso muy triste. Entonces le dijo al enfermo: «Extiende la mano.»

El hombre extendió la mano, y la mano le quedó sana.

Los fariseos salieron de la sinagoga y enseguida se reunieron con los partidarios[f] del rey Herodes; y juntos comenzaron a hacer planes para matar a Jesús.

Jesús enseña y sana

7-8 Jesús se fue con sus discípulos a la orilla del lago. Los seguía mucha gente que había oído hablar de las cosas que él hacía. Era gente de las regiones de Galilea y de Judea, de la ciudad de Jerusalén y de Idumea. Algunos venían también del otro lado del río Jordán, y de los alrededores de las ciudades de Tiro y de Sidón.[g]

Como había tanta gente, Jesús les pidió a sus discípulos que prepararan una barca, para que la gente no lo apretujara. 10 Aunque Jesús había sanado a mucha gente, todavía quedaban muchos enfermos que lo rodeaban y que querían tocarlo para quedar sanos.

11 Cuando los espíritus malos veían a Jesús, caían al suelo y gritaban: «¡Tú eres el Hijo de Dios!»

12 Pero Jesús les advertía muy seriamente que no dijeran a la gente quién era él.

Jesús elige a doce apóstoles

13 Después, Jesús invitó a algunos de sus seguidores para que subieran con él a un cerro. Cuando ya todos estaban juntos, 14 eligió a doce de ellos para que lo acompañaran siempre y para enviarlos a anunciar las buenas noticias. A esos doce los llamó apóstoles 15 y les dio poder para expulsar de la gente a los demonios.

16 Éstos son los doce que eligió: Simón, a quien llamó Pedro; 17 Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, y a quienes llamó Boanerges, que quiere decir «hijos del trueno»; 18 Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago hijo de Alfeo, Tadeo, Simón el patriota[h] y 19 Judas Iscariote, que después traicionó a Jesús.

Jesús y el jefe de los demonios

20 Después de esto, Jesús regresó a la casa.[i] Y era tanta la gente que volvió a reunirse, que ni él ni sus discípulos podían siquiera comer. 21 Cuando los familiares de Jesús supieron lo que hacía, fueron para llevárselo, porque decían que se había vuelto loco.

22 Pero los maestros de la Ley que habían llegado de Jerusalén decían: «Este hombre tiene a Beelzebú, el jefe de los demonios. Sólo por el poder que Beelzebú le da, puede expulsarlos.»

23 Entonces Jesús los llamó y les puso este ejemplo:

«¿Cómo puede Satanás expulsarse a sí mismo? 24 Si los habitantes de un país se pelean entre sí, el país acaba por destruirse. 25 Si los miembros de una familia se pelean unos contra otros, la familia también acabará por destruirse. 26 Y si Satanás lucha contra sí mismo, acabará con su propio reino.

27 »Si alguien quiere robar todo lo que hay en la casa de un hombre fuerte, primero tiene que atar a ese hombre.

28 »Les aseguro que Dios le perdonará a la gente cualquier pecado que haga, y todo lo malo que diga; 29 pero jamás perdonará a quien hable en contra del Espíritu Santo. ¡Eso nunca le será perdonado!»

30 Jesús dijo esto porque los maestros de la Ley pensaban que él tenía un espíritu malo.

La madre y los hermanos de Jesús

31-32 Mientras tanto, la madre y los hermanos de Jesús llegaron a la casa donde él estaba, pero prefirieron quedarse afuera y mandarlo a llamar. La gente que estaba sentada alrededor de Jesús le dijo:

—Tu madre, tus hermanos y tus hermanas están allá afuera, y quieren hablar contigo.

33 Pero Jesús les preguntó:

—¿Quiénes son en verdad mi madre y mis hermanos?

34 Luego, miró a todos los que estaban sentados a su alrededor y dijo:

—¡Éstos son mi madre y mis hermanos! 35 Porque, en verdad, cualquiera que obedece a Dios es mi hermano, mi hermana y mi madre.

El ejemplo de las semillas

Otro día, Jesús estaba enseñando a la orilla del Lago de Galilea. Como mucha gente se reunió para escucharlo, Jesús tuvo que subir a una barca y sentarse[j] para hablar desde allí. La gente se quedó de pie en la playa.

Jesús les enseñó muchas cosas por medio de ejemplos y comparaciones. Les puso esta comparación:

«Escuchen bien esto: Un campesino salió a sembrar trigo. Mientras sembraba, algunas semillas cayeron en el camino. Poco después vinieron unos pájaros y se las comieron.

»Otras semillas cayeron en un terreno con muchas piedras y poca tierra. Como la tierra era poco profunda, pronto brotaron plantas de trigo. Pero las plantas no duraron mucho tiempo. Al salir el sol se quemaron, porque no tenían buenas raíces.

»Otras semillas cayeron entre espinos. Cuando los espinos crecieron, ahogaron el trigo y no lo dejaron crecer. Por eso, las semillas no produjeron nada.

»En cambio, otras semillas cayeron en buena tierra, y sus espigas crecieron muy bien y produjeron una muy buena cosecha. Algunas espigas produjeron treinta semillas, otras sesenta, y otras cien.»

Luego Jesús dijo: «¡Si en verdad tienen oídos, presten mucha atención!»

¿Por qué Jesús enseña con ejemplos?

10 Después, cuando ya se había ido casi toda la gente, los que se quedaron con Jesús y los doce discípulos le preguntaron qué significaba el ejemplo del campesino. 11 Jesús les respondió:

«A ustedes les he explicado los secretos del reino de Dios, pero a los demás les enseño solamente por medio de ejemplos. 12 Así, aunque miren, no verán, y aunque oigan, no entenderán, a menos que se arrepientan de sus pecados y pidan perdón a Dios.»

Jesús explica el ejemplo de las semillas

13 Jesús les dijo:

«Si no entienden el ejemplo de las semillas, ¿cómo van a entender los otros ejemplos y comparaciones?

14 »El campesino representa al que anuncia las buenas noticias. 15 Las semillas que cayeron en el camino representan a los que escuchan las buenas noticias, pero luego viene Satanás y hace que olviden todo lo que oyeron.

16 »Las semillas que cayeron entre piedras representan a quienes oyen el mensaje del reino de Dios y rápidamente lo aceptan con gran alegría. 17 Pero como no lo entienden muy bien, la alegría les dura muy poco. Tan pronto como tienen problemas, o son maltratados por ser obedientes a Dios, se olvidan del mensaje.

18 »Hay otros que son como las semillas que cayeron entre los espinos. Oyen el mensaje, 19 pero no dejan que el mensaje cambie su vida. Sólo piensan en las cosas que necesitan, en cómo ganar dinero, y en cómo disfrutar de esta vida.

20 »Finalmente, las semillas que cayeron en buena tierra representan a los que escuchan el mensaje y lo aceptan. Esas personas cambian su vida y hacen lo bueno. Son como las semillas que produjeron espigas con treinta, sesenta y hasta cien semillas.»

El ejemplo de la luz

21 Después de esto, Jesús les dijo:

«¿Se enciende una lámpara para ponerla debajo de un cajón, o debajo de la cama? ¡Claro que no! Se enciende y se pone en un lugar alto, para que alumbre bien. 22 Porque todo lo que esté escondido se descubrirá, y todo lo que se mantenga en secreto llegará a saberse.

23 »Si en verdad tienen oídos, ¡úsenlos!»

24 También les dijo:

«¡Presten mucha atención! Dios les dará a ustedes la misma cantidad que ustedes den a los demás, y mucho más todavía. 25 Porque al que tenga algo, se le dará más; pero al que no tenga nada, se le quitará aun lo poquito que tenga.»

La comparación de la semilla que crece

26 Jesús también les puso esta otra comparación:

«Con el reino de Dios pasa algo parecido a lo que sucede cuando un hombre siembra una semilla en la tierra. 27 No importa si ese hombre está dormido o despierto, o si es de noche o de día; la semilla siempre nace y crece sin que el campesino entienda cómo. 28 La tierra produce primero el tallo, después la espiga, y finalmente las semillas. 29 Y cuando llega el tiempo de la cosecha, el campesino recoge las semillas.»

La semilla de mostaza

30 Jesús también dijo:

«¿Con qué puede compararse el reino de Dios? ¿A qué se parece? 31 Es como la semilla de mostaza que el campesino siembra en la tierra. A pesar de que es la más pequeña de todas las semillas del mundo, 32 cuando crece llega a ser la más grande de las plantas del huerto. ¡Tiene ramas bien grandes, y hasta los pájaros pueden hacer nidos bajo su sombra!»

Las comparaciones que usaba Jesús

33 Jesús enseñó el mensaje del reino de Dios por medio de muchas comparaciones, de acuerdo con lo que la gente podía entender. 34 Hablaba solamente por medio de comparaciones y ejemplos, pero cuando estaba a solas con sus discípulos les explicaba todo con claridad.

La gran tormenta

35 Ese mismo día, cuando llegó la noche, Jesús les dijo a sus discípulos: «Vamos al otro lado del lago.»

36 Entonces dejaron a la gente y atravesaron el lago en una barca. Algunos fueron también en otras barcas.

37 De pronto se desató una tormenta. El viento soplaba tan fuerte que las olas se metían en la barca, y ésta empezó a llenarse de agua.

38 Entre tanto, Jesús se había quedado dormido en la parte de atrás de la barca, recostado sobre una almohada. Los discípulos lo despertaron y le gritaron:

—Maestro, ¿no te importa que nos estemos hundiendo?

39 Jesús se levantó y ordenó al viento y al mar que se calmaran. Enseguida el viento se calmó, y todo quedó completamente tranquilo.

40 Entonces Jesús dijo a sus discípulos:

—¿Por qué estaban tan asustados? ¿Todavía no confían en mí?

41 Pero ellos estaban muy asombrados, y se decían unos a otros: «¿Quién es este hombre, que hasta el viento y el mar lo obedecen?»

El hombre con muchos espíritus malos

Jesús y sus discípulos cruzaron el Lago de Galilea y llegaron a un lugar cerca del pueblo de Gerasa. 2-6 Allí había un cementerio, donde vivía un hombre que tenía un espíritu malo. Nadie podía sujetarlo, ni siquiera con cadenas. ¡Cuántas veces lo habían encadenado y le habían sujetado los pies con gruesos aros de hierro! Pero él rompía las cadenas y despedazaba los aros. ¡Nadie podía con su terrible fuerza! Día y noche andaba en el cementerio y por los cerros, dando gritos y lastimándose con piedras.

En el momento en que Jesús bajaba de la barca, el hombre salía del cementerio, y al ver a Jesús a lo lejos, corrió y se puso de rodillas delante de él.

7-8 Jesús ordenó al espíritu malo:

—¡Espíritu malo, sal de este hombre!

Entonces el espíritu malo le contestó a gritos:

—¿Qué tengo que ver contigo, Jesús, Hijo del Dios altísimo? ¡No me hagas sufrir! ¡Por Dios, te pido que no me hagas sufrir!

Jesús le preguntó:

—¿Cómo te llamas?

Él respondió:

—Me llamo Ejército, porque somos muchos los malos espíritus que estamos dentro de este hombre. 10 Por favor, te ruego que no nos mandes a otra parte.

11 En una colina, cerca de donde estaban, había unos dos mil cerdos comiendo. 12 Entonces los malos espíritus le rogaron a Jesús:

—¡Déjanos entrar en esos cerdos!

13 Jesús les dio permiso, y ellos salieron del hombre y entraron en los cerdos. Los animales echaron a correr cuesta abajo, hasta que cayeron en el lago y se ahogaron.

14 Los que cuidaban los cerdos corrieron al pueblo y contaron a todos lo sucedido. La gente fue a ver lo que había pasado. 15 Cuando llegaron a donde estaba Jesús, vieron al hombre que antes estaba endemoniado, y lo encontraron sentado, vestido y portándose normalmente. Los que estaban allí temblaban de miedo.

16 Las personas que vieron cómo Jesús había sanado a aquel hombre empezaron a contárselo a todo el mundo. 17 Pero la gente le pidió a Jesús que se fuera a otro lugar.

18 Cuando Jesús estaba subiendo a la barca, el hombre que ahora estaba sano le rogó que lo dejara ir con él. 19 Pero Jesús le dijo:

—Vuelve a tu casa y cuéntales a tu familia y a tus amigos todo lo que Dios ha hecho por ti, y lo bueno que ha sido contigo.

20 El hombre se fue, y en todos los pueblos de la región de Decápolis[k] contaba lo que Jesús había hecho por él. La gente escuchaba y se quedaba asombrada.

Una niña muerta y una mujer enferma

21 Jesús llegó en la barca al otro lado del lago, y se quedó en la orilla porque mucha gente se juntó a su alrededor.

22 En ese momento llegó un hombre llamado Jairo, que era uno de los jefes de la sinagoga. Cuando Jairo vio a Jesús, se inclinó hasta el suelo 23 y le rogó:

—Mi hijita está a punto de morir. ¡Por favor, venga usted a mi casa y ponga sus manos sobre ella, para que se sane y pueda vivir!

24 Jesús se fue con Jairo. Mucha gente se juntó alrededor de Jesús y lo acompañó. 25 Entre la gente, iba una mujer que había estado enferma durante doce años. Perdía mucha sangre, 26 y había gastado en médicos todo el dinero que tenía, pero ellos no habían podido sanarla. Al contrario, le habían hecho sufrir mucho, y cada día se ponía más enferma.

27-28 La mujer había oído hablar de Jesús, y pensaba: «Si tan sólo pudiera tocar su ropa, quedaría sana.» Por eso, cuando la mujer vio a Jesús, se abrió paso entre la gente, se le acercó por detrás y le tocó la ropa. 29 Inmediatamente la mujer dejó de sangrar, y supo que ya estaba sana.

30 Jesús se dio cuenta de que había salido poder de él. Entonces miró a la gente y preguntó:

—¿Quién me tocó la ropa?

31 Sus discípulos le respondieron:

—¡Mira cómo se amontona la gente sobre ti! ¿Y todavía preguntas quién te tocó la ropa?

32 Pero Jesús miraba y miraba a la gente para descubrir quién lo había tocado. 33 La mujer, sabiendo lo que le había pasado, fue y se arrodilló delante de él, y temblando de miedo le dijo toda la verdad.

34 Jesús le dijo:

—Hija, has sido sanada porque confiaste en Dios. Vete tranquila.

35 Jesús no había terminado de hablar cuando llegaron unas personas desde la casa de Jairo, y le dijeron:

—¡Su hija ha muerto! ¿Para qué molestar más al Maestro?

36 Jesús no hizo caso de lo que ellos dijeron, sino que le dijo a Jairo:

—No tengas miedo, solamente confía.

37 Y sólo permitió que lo acompañaran Pedro y los dos hermanos Santiago y Juan. 38 Cuando llegaron a la casa de Jairo, vieron que la gente lloraba y gritaba y hacía mucho alboroto. 39 Entonces Jesús entró en la casa y les dijo:

—¿Por qué lloran y hacen tanto escándalo? La niña no está muerta, sólo está dormida.

40 La gente se burló de Jesús. Entonces él hizo que todos salieran de allí. Luego entró en el cuarto donde estaba la niña, junto con el padre y la madre de ella y tres de sus discípulos. 41 Tomó de la mano a la niña y le dijo en idioma arameo:

—¡Talitá, cum!

Eso quiere decir: «Niña, levántate.» 42 La niña, que tenía doce años, se levantó en ese mismo instante y comenzó a caminar. Cuando la gente la vio, se quedó muy asombrada.

43 Pero Jesús ordenó que no le contaran a nadie lo que había pasado, y después mandó que le dieran de comer a la niña.

Jesús en Nazaret

De allí Jesús se fue a Nazaret, que era su propio pueblo, y sus discípulos lo acompañaron.

Cuando llegó el sábado, Jesús empezó a enseñar en la sinagoga. Los que estaban presentes lo escucharon y se preguntaron admirados:

—¿Dónde aprendió éste tantas cosas? ¿De dónde ha sacado tantos conocimientos? ¿De dónde saca el poder para hacer los milagros que hace? 3-4 ¿Acaso no es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿Y no es verdad que sus hermanas viven en este mismo pueblo?

Y se quedaron confundidos y contrariados. Por eso, Jesús les dijo:

—Al profeta se le reconoce y se le acepta en todas partes, menos en su propio pueblo, en su propia familia y en su propia casa.

Y poniendo las manos sobre los enfermos, Jesús sanó a algunos de ellos; pero no pudo hacer ningún otro milagro, pues se sorprendió mucho de que aquella gente no creyera en él.

Jesús envía a los doce apóstoles

Jesús iba por todos los pueblos cercanos enseñando las buenas noticias. Reunió a los doce apóstoles y los envió de dos en dos. Les dio poder para expulsar de la gente a los espíritus malos, y también les ordenó:

«Lleven un bastón para el camino, pero no lleven comida ni bolsa ni dinero. Pónganse sandalias, pero no lleven ropa de más. 10 Cuando entren en un pueblo, quédense en una sola casa hasta que salgan de ese pueblo. 11 Si en algún lugar no quieren recibirlos ni escucharlos, váyanse de allí y sacúdanse el polvo de los pies.[l] Eso le servirá de advertencia a esa gente.»

12 Los discípulos partieron de allí y comenzaron a decirle a la gente que dejara de pecar y se volviera a Dios. 13 También expulsaron muchos demonios y sanaron a muchos enfermos frotándoles aceite de oliva.[m]

La muerte de Juan el Bautista

14 Jesús era tan conocido que hasta el rey Herodes Antipas oyó hablar de él. Algunos decían que Jesús era Juan el Bautista, que había vuelto a vivir y hacía muchos milagros. 15 Otros decían que era el profeta Elías, o alguno de los profetas que habían vivido hacía mucho tiempo.

16 Cuando el rey Herodes oyó hablar de Jesús, estaba seguro de que se trataba de Juan, y decía: «Jesús es Juan. Yo mismo ordené que le cortaran la cabeza, pero ha resucitado.»

17-19 Resulta que Herodes Antipas se había casado con Herodías, la esposa de su hermano Filipo, y Juan lo había reprendido, diciéndole: «No te está permitido tener a la esposa de tu hermano.»

Esto enfureció a Herodías, la cual decidió hacer todo lo posible para matar a Juan. Pero Herodes sólo mandó que lo arrestaran y lo metieran en la cárcel. 20 Herodes le tenía miedo a Juan y lo protegía, porque sabía que Juan era un hombre justo y santo. Y aunque Herodes no sabía qué hacer cuando lo oía hablar, lo escuchaba de buena gana.

21 El día de su cumpleaños, el rey Herodes Antipas organizó una gran fiesta. Invitó a los jefes, a los comandantes y a la gente más importante de la región de Galilea. Herodías vio que ésa era su gran oportunidad para matar a Juan. 22 Mientras cenaban, la hija de Herodías entró al salón y bailó delante de todos. Tanto le gustó el baile al rey Herodes y a todos los que estaban allí, que el rey le dijo a la muchacha:

—Pídeme lo que quieras, y yo te lo daré. 23 Aun si me pides la mitad de mi reino, te juro que te lo daré.

24 La muchacha salió del salón, fue a donde estaba Herodías, su madre, y le preguntó:

—¿Qué podría pedir?

Herodías le respondió:

—Pide la cabeza de Juan el Bautista.

25 La muchacha entró de prisa al salón y le dijo al rey:

—Quiero que ahora mismo me des en un plato la cabeza de Juan el Bautista.

26 El rey se puso muy triste, pero no quiso negarle a la muchacha lo que pedía, porque se lo había jurado delante de sus invitados. 27 Enseguida ordenó a un soldado que le trajera la cabeza de Juan. El soldado fue a la cárcel, le cortó a Juan la cabeza 28 y se la llevó en un plato a la muchacha. Después, ella se la entregó a su madre.

29 Cuando los discípulos de Juan supieron esto, fueron a recoger el cuerpo de Juan y lo enterraron.

Jesús da de comer a mucha gente

30 Los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. 31 Pero eran tantos los que iban y venían, que ni tiempo tenían para comer. Entonces Jesús les dijo: «Vengan, vamos a un lugar tranquilo para descansar a solas.»

32 Y él y los apóstoles se fueron en una barca a un lugar apartado. 33 Pero la gente que los vio partir adivinó hacia dónde iban. Así, la gente de todos los pueblos cercanos se fue a ese lugar, y llegó antes que Jesús y sus discípulos.

34 Cuando Jesús bajó de la barca, vio la gran cantidad de gente que se había reunido y les tuvo compasión, porque parecían ovejas sin pastor. Entonces empezó a enseñarles muchas cosas.

35 Por la tarde, los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron:

—Este lugar está muy solitario, y ya se está haciendo tarde. 36 Despide a la gente, para que vaya a buscar comida por los campos y los pueblos cercanos.

37 Jesús les dijo:

—Denles ustedes de comer.

Ellos respondieron:

—No podemos comprar pan para tanta gente. ¡Para eso nos hace falta el salario de todo un año!

38 Jesús les dijo:

—Vayan a ver cuántos panes tienen ustedes.

Ellos fueron, y al rato regresaron diciendo:

—Tenemos cinco panes y dos pescados.

39 Entonces Jesús ordenó que todos se sentaran en grupos sobre el pasto verde. 40 La gente se sentó en grupos de cien y de cincuenta. 41 Luego Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados, miró al cielo y dio gracias a Dios. Después partió los panes, y los dio a los discípulos para que los repartieran entre toda la gente; lo mismo hizo con los dos pescados.

42 Todos comieron hasta quedar satisfechos. 43 Luego los discípulos llenaron doce canastas con los pedazos de pan y de pescado que habían sobrado. 44 ¡Y fueron más de cinco mil hombres los que comieron de aquellos panes y pescados!

Jesús camina sobre el agua

45 Después Jesús ordenó a sus discípulos que subieran a la barca y cruzaran el lago en dirección al pueblo de Betsaida, pero él se quedó en la orilla para despedir a toda la gente. 46 Luego de despedirla, se fue a un cerro a orar.

47 Cuando llegó la noche, la barca ya estaba en medio del lago, pero Jesús aún permanecía en tierra. 48 Desde allí pudo ver que los discípulos remaban con mucha dificultad, pues navegaban contra el viento. Poco antes del amanecer, Jesús fue hacia ellos caminando sobre el agua. Cuando ya estaba cerca, hizo como que pasaría de largo. 49 Al verlo caminar sobre el agua, los discípulos creyeron que era un fantasma y se pusieron a gritar. 50 Estaban muy asustados, pero enseguida Jesús les dijo: «Tranquilos, no tengan miedo. Soy yo.»

51 Entonces Jesús se subió a la barca, y el viento se calmó. Los discípulos estaban muy asombrados. 52 Tenían la mente cerrada, pues no habían entendido el verdadero significado del milagro de los panes.

Jesús en Genesaret

53 Después de cruzar el lago, llegaron al pueblo de Genesaret y ataron la barca en la orilla. 54 Tan pronto salieron, la gente reconoció a Jesús y 55 corrió por toda aquella región para llevarle enfermos. Cuando oían que Jesús estaba en un lugar, ponían a los enfermos en camillas y los llevaban ante él. 56 A dondequiera que iba Jesús, ya fuera por aldeas, pueblos o campos, la gente ponía a los enfermos en las calles. Y cuando él pasaba, le rogaban que dejara que los enfermos tocaran, por lo menos, el borde de su ropa. Y todos los que lo tocaban quedaban sanos.

Lo que realmente ensucia

1-4 Los judíos, y en especial los fariseos, siguen la costumbre de sus antepasados, de no comer sin antes lavarse las manos debidamente. Cuando llegan a sus casas después de haber ido al mercado, no comen nada de lo que compran allí sin antes lavarlo bien.[n]

Cierto día, se acercaron a Jesús algunos fariseos y maestros de la Ley que habían venido de Jerusalén. Al ver que los discípulos de Jesús comían sin lavarse las manos,[o] comenzaron a criticarlos. Y le preguntaron a Jesús:

—¿Por qué tus discípulos no siguen las costumbres que desde hace mucho han practicado nuestros antepasados? ¿Por qué comen sin haberse lavado las manos?

Jesús les respondió:

—¡Ustedes son unos hipócritas! Dios tenía razón cuando dijo por medio del profeta Isaías:

“Este pueblo dice que me obedece,
pero en verdad nunca piensa en mí.
De nada sirve que ustedes me alaben,
pues inventan reglas
y luego las enseñan
diciendo que yo las ordené.”

»Ustedes desobedecen los mandamientos de Dios para poder seguir enseñanzas humanas. Han aprendido muy bien la manera de rechazar los mandamientos de Dios para seguir sus propias enseñanzas. 10 Porque Moisés dijo: “Obedezcan y cuiden a su padre y a su madre”. Y también dijo: “El que maldiga a su padre o a su madre tendrá que morir.” 11-12 Sin embargo, ustedes enseñan que un hijo no tiene la obligación de ayudar a sus padres si les dice: “No puedo ayudarlos, porque todo lo que tengo se lo he ofrecido a Dios.”[p] 13 De esa manera, desobedecen los mandamientos de Dios para seguir sus propias enseñanzas. Y hacen muchas otras cosas parecidas a ésta.

14 Luego Jesús llamó a la gente y dijo: «Escúchenme todos, y entiendan bien: 15-16 La comida que entra por su boca no los hace impuros delante de Dios. Lo que los hace impuros son los insultos y malas palabras que salen de su boca.»

17 Cuando Jesús dejó a la gente y entró en la casa, los discípulos le preguntaron qué significaba esa enseñanza. 18 Él les respondió: «¿Tampoco ustedes entienden? Nada de lo que entra en la persona la hace impura delante de Dios. 19 Lo que se come no va a la mente sino al estómago, y después el cuerpo lo expulsa.»

Jesús dijo eso para que supieran que ningún alimento es impuro. 20 Y también dijo:

«Lo que hace impura delante de Dios a la gente, es lo que la gente dice y hace. 21-23 Porque si alguien dice cosas malas, es porque es malo y siempre está pensando en el mal, y en cómo hacer cosas indecentes, o robar, o matar a otros, o ser infiel en el matrimonio. Esa gente vive pensando solamente en cómo hacerse rica, o en hacer maldades, engañar, ser envidiosa, insultar y maldecir a otros, o en ser necia y orgullosa.»

Una mujer no judía confía en Dios

24 Después, Jesús salió de allí y fue hasta la región de la ciudad de Tiro. En ese lugar, se quedó unos días en una casa, y no quería que nadie supiera dónde estaba. Pero no pudo esconderse.

25-26 Una mujer supo que Jesús estaba en el lugar, y fue a buscarlo, pues su hija tenía un espíritu malo. Esta mujer no era judía; era de la región de Fenicia, que está en Siria. Cuando encontró a Jesús, se arrodilló delante de él y le rogó que librara del espíritu malo a su hija. 27 Pero Jesús le dijo:

—Deja que primero coman los hijos, pues no está bien quitarles la comida para echársela a los perros.[q]

28 Y ella le contestó:

—¡Señor, eso es cierto! Pero aun los perros comen las sobras que se les caen a los hijos debajo de la mesa.

29 Jesús le dijo:

—¡Mujer, es muy cierto lo que dices! Vete tranquila a tu casa, pues el demonio ya salió de tu hija.

30 La mujer regresó a su casa y, cuando llegó, encontró a su hija acostada en la cama. El demonio ya había salido de ella.

Jesús sana a un hombre sordo y tartamudo

31 Jesús volvió a salir de la región de Tiro. Pasó por la región de Sidón y llegó al Lago de Galilea, en el territorio de Decápolis.[r] 32 Allí le llevaron a Jesús un hombre sordo y tartamudo, y le rogaron que pusiera las manos sobre él para sanarlo. 33 Jesús tomó al hombre y lo llevó aparte, lejos de la gente. Luego puso sus dedos en los oídos del hombre y le puso saliva en la lengua. 34 Después miró al cielo, suspiró y dijo: «¡Efatá!», palabra que significa «¡Ábrete!» 35 En ese momento el hombre pudo oír y hablar normalmente.

36 Jesús le ordenó a la gente que no se lo contara a nadie; pero cuanto más lo ordenaba, más lo contaba la gente, 37 porque estaba muy admirada y decía: «Jesús todo lo hace bien. ¡Hasta puede hacer que los sordos oigan y que los mudos hablen!»

Jesús alimenta a mucha gente

Un día, mucha gente volvió a reunirse junto a Jesús, y como no tenían nada para comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:

—Siento compasión de toda esta gente. Ya han estado conmigo tres días y no tienen nada que comer. Algunos han venido desde muy lejos; si los mando a sus casas sin comer, pueden desmayarse en el camino.

Sus discípulos le respondieron:

—Pero en este lugar no vive nadie. ¿Dónde vamos a conseguir comida para tanta gente?

Jesús les preguntó:

—¿Cuántos panes tienen?

—Siete —contestaron los discípulos.

Jesús le ordenó a la gente que se sentara en el suelo. Luego tomó los siete panes y dio gracias a Dios. Partió los panes en pedazos y se los entregó a sus discípulos, para que ellos los repartieran entre la gente. Los discípulos hicieron lo que Jesús les había mandado.

Como también tenían unos cuantos pescaditos, Jesús dio gracias y mandó que los repartieran.

Todos los que estaban allí comieron hasta quedar satisfechos, y con los pedazos que sobraron llenaron siete canastas. Los que comieron eran como cuatro mil personas.

Luego Jesús los despidió, 10 subió a la barca y se fue con sus discípulos a la región de Dalmanuta.[s]

Una señal milagrosa

11 Los fariseos llegaron a donde estaba Jesús y comenzaron a discutir con él. Para ponerle una trampa, le pidieron que demostrara con alguna señal milagrosa que él venía de parte de Dios.

12 Jesús se molestó mucho por esto, y dijo: «¿Por qué siempre piden ustedes una señal? Les aseguro que no se les dará ninguna.»

13 Entonces Jesús los dejó, volvió a subir a la barca, y se fue al otro lado del lago.

Las enseñanzas de los fariseos

14 Los discípulos se habían olvidado de llevar comida, y sólo tenían un pan en la barca. 15 Jesús les advirtió:

—Les recomiendo que se cuiden de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes Antipas.

16 Los discípulos comenzaron a hablar entre ellos y decían:

—Seguramente dijo eso porque no trajimos pan.

17 Jesús se dio cuenta de lo que hablaban y les dijo:

—¿Por qué hablan de pan? ¿Todavía no comprenden? ¿Tienen la mente cerrada? 18 Si tienen ojos, ¿cómo es que no ven? Si tienen oídos, ¿por qué no oyen? ¿No se acuerdan 19 de aquella vez, cuando repartí cinco panes entre cinco mil hombres? ¿Cuántas canastas llenaron entonces con lo que sobró?

Los discípulos respondieron:

—Doce canastas.

20 Jesús les preguntó:

—Y cuando repartí siete panes entre cuatro mil, ¿cuántas canastas llenaron?

—Siete —contestaron los discípulos.

21 Jesús les dijo entonces:

—¿Y todavía no entienden?

Jesús sana a un ciego en Betsaida

22 Cuando llegaron al pueblo de Betsaida, unas personas guiaron a un ciego hasta Jesús y le pidieron que lo tocara.

23 Jesús tomó al ciego de la mano y lo llevó fuera del pueblo. Después le mojó los ojos con saliva, colocó las manos sobre él, y le preguntó si veía algo. 24 El ciego respondió:

—Veo gente, pero parecen árboles que caminan.

25 Entonces Jesús volvió a ponerle las manos sobre los ojos. El hombre miró de nuevo con cuidado, y vio todo claramente, porque ya estaba sano.

26 Jesús le mandó que volviera a su casa, y le dijo:

—No regreses al pueblo.

¿Quién es Jesús?

27 Después de esto, Jesús y sus discípulos fueron a los caseríos cercanos al pueblo de Cesarea de Filipo. En el camino, Jesús les preguntó:

—¿Qué dice la gente acerca de mí?

28 Los discípulos contestaron:

—Algunos dicen que eres Juan el Bautista, otros dicen que eres el profeta Elías. Hay otros que piensan que eres alguno de los profetas.

29 Entonces Jesús les preguntó:

—Y ustedes, ¿qué opinan? ¿Quién soy yo?

Y Pedro contestó:

—Tú eres el Mesías.

30 Jesús les ordenó que no le contaran a nadie que él era el Mesías.

Jesús habla de su muerte

31 Jesús comenzó a anunciar a sus discípulos lo que le iba a pasar:

«Yo, el Hijo del hombre, voy a sufrir mucho. Seré rechazado por los líderes del pueblo, por los sacerdotes principales y por los maestros de la Ley. Me van a matar, pero tres días después resucitaré.»

32 Como Jesús habló tan claramente de su muerte, Pedro lo llevó aparte y lo reprendió por hablar de eso. 33 Pero Jesús se volvió, y frente a todos sus discípulos regañó a Pedro: «¡Pedro, estás hablando como Satanás! ¡Apártate de mí, pues no entiendes los planes de Dios! Te comportas como cualquier ser humano.»

34 Después, Jesús llamó a sus discípulos y a la gente, y les dijo:

«Si ustedes quieren ser mis discípulos, tienen que olvidarse de hacer su propia voluntad. Tienen que estar dispuestos a morir en una cruz y a hacer lo que yo les diga. 35 Porque si sólo les preocupa salvar la vida, la van a perder. Pero si deciden dar su vida por mí y por anunciar las buenas noticias, entonces se salvarán. 36 De nada sirve que una persona gane todo lo que quiera en el mundo, si al fin de cuentas pierde su vida. 37 Y no hay nada que una persona pueda dar para salvar su vida.

38 »Delante de esta gente malvada que rechaza a Dios, no se avergüencen de mí ni de mis palabras. Si lo hacen, yo, el Hijo del hombre, me avergonzaré de ustedes cuando venga con el poder de mi Padre y con sus ángeles.»

Footnotes

  1. Marcos 1:24 Hijo de Dios: lit. Santo de Dios. Esta expresión se basa en la relación especial de Jesús como Hijo de Dios.
  2. Marcos 1:40 Puedes sanarme: lit. puedes limpiarme. En tiempos de Jesús, las personas con enfermedades en la piel eran consideradas como impuras delante de Dios. A esas personas no se les dejaba vivir con los demás, pues todos tenían miedo de contagiarse de la enfermedad y quedar impuros también. Cuando Jesús sanó a este hombre, le dio la oportunidad de volver a vivir normalmente con los demás.
  3. Marcos 1:44 Según Levítico 14.2-32, la ofrenda consistía primero en dos aves, y una semana después debían llevarse dos corderos y una cordera. Además se presentaba harina y aceite.
  4. Marcos 2:4 Techo: Las casas en Palestina tenían techo plano. La escalera, construida a un lado de la casa, permitía un fácil acceso al techo, que estaba construido con vigas y tablones cubiertos con mezcla.
  5. Marcos 2:23 En esa época se permitía que los viajeros con hambre arrancaran trigo para comer.
  6. Marcos 3:6 Partidarios: Gente que en esa época seguía al rey Herodes el Grande y a su hijo Herodes Antipas.
  7. Marcos 3:7 Del otro lado del río Jordán... de Tiro y de Sidón: Los habitantes de estos lugares estaban fuera del territorio donde vivían los judíos. Por lo general, las personas que venían de esos lugares no eran judíos.
  8. Marcos 3:18 Patriota: El texto griego dice cananeo, palabra que viene del arameo y que significa celoso o patriota (véase Lucas 6.15).
  9. Marcos 3:20 La casa: Probablemente se trate de la casa de Pedro, en Cafarnaúm.
  10. Marcos 4:1 Sentarse: En la época de Jesús, los maestros acostumbraban sentarse para enseñar.
  11. Marcos 5:20 Decápolis: Este nombre significa diez ciudades. En efecto, aquella región estaba formada por diez pueblos; Gerasa era uno de ellos.
  12. Marcos 6:11 Sacúdanse el polvo de los pies: Para los judíos, sacudirse el polvo de los pies o de la ropa era una demostración de rechazo hacia los demás. De ese modo se hacía saber a la gente que era rechazada como parte del pueblo de Dios.
  13. Marcos 6:13 Aunque el aceite de oliva tiene poder curativo, en este texto y en Santiago 5.14 se usa como símbolo del poder milagroso de Dios para sanar a las personas.
  14. Marcos 7:1 No comen nada... bien. Otra traducción posible: No comen si primero no se han lavado bien. Además, tienen muchas otras costumbres, como lavar bien los vasos, los jarros y las ollas, y limpiar bien las camas.
  15. Marcos 7:1 Lavarse las manos: Los judíos tenían reglas estrictas en cuanto a cómo y cuándo lavarse las manos, especialmente si habían estado en contacto con otras personas. Tocar a un enfermo, o a alguien que no fuera judío (o aun tocar algo suyo) era suficiente para que a un judío no se le permitiera adorar a Dios en el templo.
  16. Marcos 7:11 Ofrecido a Dios: La palabra hebrea es corbán y quiere decir ofrenda. De acuerdo a las enseñanzas y costumbres de los judíos, nada de lo ofrecido a Dios podía usarse para ayudar a alguien, ni siquiera a los padres del que daba la ofrenda.
  17. Marcos 7:27 Echársela a los perros: Algunas veces los judíos llamaban perros a la gente que no era judía.
  18. Marcos 7:31 Decápolis: Véase nota en 5.20.
  19. Marcos 8:10 Dalmanuta: Este lugar es desconocido.