Add parallel Print Page Options

La caída de Jerusalén

¡Cómo se ha empañado el oro!
¡El oro fino ha perdido su brillo!
¡Las piedras del santuario se hallan esparcidas
por todas las calles y encrucijadas!

Los hijos de Sión,
más preciados y estimados que el oro puro,
¡ahora son vistos como vasijas de barro,
como hechura de un alfarero!

Aun los chacales cuidan de sus cachorros,
pero mi amada ciudad es cruel como avestruz del desierto.

Tanta sed tienen los niños de pecho
que la lengua se les pega al paladar;
los pequeñitos piden de comer,
¡y no hay quien los alimente!

Tendidos por las calles yacen
los que comían delicados platillos;
los que antes se vestían de púrpura,
hoy se aferran a los basureros.

La maldad de Jerusalén fue mayor
que el pecado de Sodoma;(A)
¡en un instante quedó en ruinas,
sin la intervención humana!

Sus nobles eran más claros que la nieve
y más blancos que la leche;
de piel más rosada que el coral,
de talle más delicado que el zafiro.

¡Pero han quedado irreconocibles!
¡Se ven más oscuros que las sombras!
¡Tienen la piel pegada a los huesos!
¡Están secos como un leño!

Más dichosos fueron los que cayeron en batalla
que los que fueron muriendo de hambre,
porque éstos fueron muriendo lentamente
por no tener para comer los frutos de la tierra.

10 Con sus propias manos,
mujeres piadosas cocinaron a sus hijos.(B)
El día que mi ciudad amada fue destruida,
sus propios hijos les sirvieron de alimento.

11 El Señor derramó el ardor de su ira
y satisfizo su enojo;
¡encendió en Sión un fuego
que redujo a cenizas sus cimientos!

12 Jamás creyeron los reyes de la tierra,
ni los habitantes del mundo,
que nuestros enemigos lograrían
pasar por las puertas de Jerusalén.

13 ¡Pero fue por los pecados de sus profetas!
¡Fue por las maldades de sus sacerdotes,
que en sus calles derramaron sangre inocente!

14 Tropezaban por las calles, como ciegos.
¡Tan manchadas de sangre tenían las manos
que no se atrevían a tocar sus vestiduras!

15 «¡Apártense, gente impura!», les gritaban;
«¡Apártense, no toquen nada!»
Y se apartaron y huyeron.
Y entre las naciones se dijo:
«Éstos jamás volverán a vivir aquí.»

16 El Señor, en su enojo, los dispersó
y no volvió a tomarlos en cuenta,
pues no respetaron a los sacerdotes
ni se compadecieron de los ancianos.

17 Nuestros ojos desfallecen,
pues en vano esperamos ayuda;
en vano esperamos el apoyo
de una nación incapaz de salvarnos.

18 Vigilan todos nuestros pasos;
no podemos salir a la calle;
el fin de nuestros días se acerca;
¡nuestra vida ha llegado a su fin!

19 Los que nos persiguen son más ligeros
que las águilas del cielo.
Nos persiguen por los montes,
y en el desierto nos han tendido trampas.

20 Atrapado entre sus redes
quedó el ungido del Señor,
el que daba aliento a nuestra vida;
aquél del cual decíamos:
«Bajo su sombra protectora
viviremos entre las naciones.»

21 ¡Alégrate ahora, Edom,
tú que habitas en la región de Uz!
¡Ya te llegará la hora de beber la copa de la ira,
hasta que la vomites!

22 Tu castigo, Sión, ya se ha cumplido,
y nunca más volverán a llevarte cautiva.
Pero a ti, Edom, el Señor castigará tu iniquidad
y pondrá al descubierto tus pecados.

El castigo de Sion consumado

¡Cómo se ha ennegrecido el oro!

¡Cómo el buen oro ha perdido su brillo!

Las piedras del santuario están esparcidas por las encrucijadas de todas las calles.

Los hijos de Sion, preciados y estimados más que el oro puro,

¡Cómo son tenidos por vasijas de barro, obra de manos de alfarero!

Aun los chacales dan la teta, y amamantan a sus cachorros;

La hija de mi pueblo es cruel como los avestruces en el desierto.

La lengua del niño de pecho se pegó a su paladar por la sed;

Los pequeñuelos pidieron pan, y no hubo quien se lo repartiese.

Los que comían delicadamente fueron asolados en las calles;

Los que se criaron entre púrpura se abrazaron a los estercoleros.

Porque se aumentó la iniquidad de la hija de mi pueblo más que el pecado de Sodoma,(A)

Que fue destruida en un momento, sin que acamparan contra ella compañías.

Sus nobles fueron más puros que la nieve, más blancos que la leche;

Más rubios eran sus cuerpos que el coral, su talle más hermoso que el zafiro.

Oscuro más que la negrura es su aspecto; no los conocen por las calles;

Su piel está pegada a sus huesos, seca como un palo.

Más dichosos fueron los muertos a espada que los muertos por el hambre;

Porque estos murieron poco a poco por falta de los frutos de la tierra.

10 Las manos de mujeres piadosas cocieron a sus hijos;(B)

Sus propios hijos les sirvieron de comida en el día del quebrantamiento de la hija de mi pueblo.

11 Cumplió Jehová su enojo, derramó el ardor de su ira;

Y encendió en Sion fuego que consumió hasta sus cimientos.

12 Nunca los reyes de la tierra, ni todos los que habitan en el mundo,

Creyeron que el enemigo y el adversario entrara por las puertas de Jerusalén.

13 Es por causa de los pecados de sus profetas, y las maldades de sus sacerdotes,

Quienes derramaron en medio de ella la sangre de los justos.

14 Titubearon como ciegos en las calles, fueron contaminados con sangre,

De modo que no pudiesen tocarse sus vestiduras.

15 ¡Apartaos! ¡Inmundos! les gritaban; ¡Apartaos, apartaos, no toquéis!

Huyeron y fueron dispersados; se dijo entre las naciones:

Nunca más morarán aquí.

16 La ira de Jehová los apartó, no los mirará más;

No respetaron la presencia de los sacerdotes, ni tuvieron compasión de los viejos.

17 Aun han desfallecido nuestros ojos esperando en vano nuestro socorro;

En nuestra esperanza aguardamos a una nación que no puede salvar.

18 Cazaron nuestros pasos, para que no anduviésemos por nuestras calles;

Se acercó nuestro fin, se cumplieron nuestros días; porque llegó nuestro fin.

19 Ligeros fueron nuestros perseguidores más que las águilas del cielo;

Sobre los montes nos persiguieron, en el desierto nos pusieron emboscadas.

20 El aliento de nuestras vidas, el ungido de Jehová,

De quien habíamos dicho: A su sombra tendremos vida entre las naciones, fue apresado en sus lazos.

21 Gózate y alégrate, hija de Edom, la que habitas en tierra de Uz;

Aun hasta ti llegará la copa; te embriagarás, y vomitarás.

22 Se ha cumplido tu castigo, oh hija de Sion;

Nunca más te hará llevar cautiva.

Castigará tu iniquidad, oh hija de Edom;

Descubrirá tus pecados.