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Una y otra vez les envié a mis siervos los profetas, con la advertencia de que no cometieran ustedes esas abominaciones que yo detesto. Pero no me escucharon ni prestaron atención, sino que continuaron ofreciendo incienso a otros dioses. Por tanto, se descargó mi ira y se encendió mi furor contra las ciudades de Judá y las calles de Jerusalén, las cuales quedaron en ruinas y vacías hasta el día de hoy”.

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