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Una de las canastas tenía higos muy buenos, como brevas; la otra canasta tenía higos muy malos, tan malos que no se podían comer. Y el SEÑOR me dijo:

—¿Qué ves, Jeremías?

Yo dije:

—Higos. Higos buenos, muy buenos; e higos malos, muy malos, tan malos que no se pueden comer.

Entonces vino a mí la palabra del SEÑOR, diciendo:

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