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El hijo del extranjero que se ha adherido al SEÑOR no hable diciendo: “Sin duda, el SEÑOR me separará de su pueblo”. Tampoco diga el eunuco: “He aquí, yo soy un árbol seco”. Porque así ha dicho el SEÑOR: “A los eunucos que guardan mis sábados, que escogen lo que yo quiero y que abrazan mi pacto, yo les daré en mi casa y dentro de mis muros un lugar y un nombre mejor que el de hijos e hijas. Les daré un nombre eterno que nunca será borrado.

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