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Confortad las manos cansadas, esforzad las rodillas que titubean.

Decid a los medrosos de corazón: Confortaos, no temáis; he aquí que vuestro Dios viene con venganza, con pago, el mismo Dios vendrá, y os salvará.

Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos; y los oídos de los sordos se abrirán.

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