Add parallel Print Page Options

Ya no somos esclavos sino hijos

Lo que quiero decir es esto: Mientras el heredero es menor de edad, en nada se diferencia de un esclavo de la familia, aunque sea en realidad el dueño de todo. Hay personas que lo cuidan y que se encargan de sus asuntos, hasta el tiempo que su padre haya señalado. Lo mismo pasa con nosotros: cuando éramos menores de edad, estábamos sometidos a los poderes que dominan este mundo. Pero cuando se cumplió el tiempo, Dios envió a su Hijo, que nació de una mujer, sometido a la ley de Moisés, para rescatarnos a los que estábamos bajo esa ley y concedernos gozar de los derechos de hijos de Dios. Y porque ya somos sus hijos, Dios mandó el Espíritu de su Hijo a nuestros corazones; y el Espíritu clama: «¡Abbá! ¡Padre!» Así pues, tú ya no eres esclavo, sino hijo de Dios; y por ser hijo suyo, es voluntad de Dios que seas también su heredero.

Antes, cuando ustedes no conocían a Dios, eran esclavos de seres que en realidad no son dioses. Pero ahora que ustedes han conocido a Dios, o mejor dicho, ahora que Dios los ha conocido a ustedes, ¿cómo es posible que vuelvan a someterse a esos débiles y pobres poderes, y a hacerse sus esclavos? 10 Ustedes celebran ciertos días, meses, fechas y años... 11 ¡Mucho me temo que mi trabajo entre ustedes no haya servido de nada!

Recuerdos personales

12 Hermanos, les ruego: sean como yo, porque yo me he vuelto como ustedes. No es que me hayan causado ustedes ningún daño. 13 Como ya saben, cuando primero les prediqué el evangelio lo hice debido a una enfermedad que sufría. 14 Y esa enfermedad fue una prueba para ustedes, que no me despreciaron ni me rechazaron a causa de ella, sino que, al contrario, me recibieron como a un ángel de Dios, ¡como si se tratara del mismo Cristo Jesús! 15 ¿Qué pasó con aquella alegría que sentían? Puedo decir en favor de ustedes que, de haberles sido posible, hasta se habrían sacado los ojos para dármelos a mí. 16 Y ahora, ¿acaso me he vuelto enemigo de ustedes, solamente porque les he dicho la verdad?

17 Esa gente tiene mucho interés en ustedes, pero no son buenas sus intenciones. Lo que quieren es apartarlos de nosotros, para que luego ustedes se interesen por ellos. 18 Claro que es bueno interesarse por los demás, pero con buenas intenciones; y que sea siempre, y no solamente cuando estoy entre ustedes. 19 Hijos míos, otra vez sufro dolores de parto, hasta que Cristo se forme en ustedes. 20 ¡Ojalá estuviera yo ahí ahora mismo para hablarles de otra manera, pues no sé qué pensar de ustedes!

Lo que simbolizan Agar y Sara

21 Díganme una cosa, ustedes, los que quieren someterse a la ley: ¿Acaso no han escuchado lo que la ley dice? 22 Pues dice que Abraham tuvo dos hijos: uno de una esclava, y el otro de su propia esposa, que era libre. 23 El hijo de la esclava nació de modo puramente humano; pero el hijo de la libre nació para que se cumpliera lo que Dios había prometido. 24 Esto tiene un sentido simbólico; las dos mujeres representan dos alianzas: una es la del monte Sinaí, y está representada por Agar, que fue la madre del que habría de ser esclavo. 25 Pues Agar representa el monte Sinaí, en Arabia, que corresponde a la actual Jerusalén, ya que esta ciudad está sometida a esclavitud junto con sus hijos. 26 Pero la Jerusalén celestial es libre, y nosotros somos hijos suyos. 27 Porque la Escritura dice:

«Alégrate, mujer estéril, tú que no tienes hijos;
grita de alegría, tú que no conoces los dolores de parto.
Porque la mujer que fue abandonada tendrá más hijos
que la mujer que tiene esposo.»

28 Hermanos, ustedes son como Isaac: son los hijos que Dios había prometido. 29 Pero así como en aquel tiempo el hijo que nació de modo puramente humano perseguía al hijo que nació por obra del Espíritu, así sucede también ahora. 30 Pero ¿qué dice la Escritura? Pues dice: «Echa fuera a la esclava y a su hijo, porque el hijo de la esclava no puede compartir la herencia con el hijo de la libre.» 31 De manera, hermanos, que no somos hijos de la esclava, sino de la libre.

Ahora somos hijos de Dios

1-2 Lo que quiero decir es esto: Mientras el hijo es menor de edad, es igual a cualquier esclavo de la familia y depende de las personas que lo cuidan y le enseñan, hasta el día en que su padre le entrega sus propiedades y lo hace dueño de todo. Algo así pasaba con nosotros cuando todavía no conocíamos a Cristo: los espíritus que controlan el universo nos trataban como si fuéramos sus esclavos. Pero, cuando llegó el día señalado por Dios, él envió a su Hijo, que nació de una mujer y se sometió a la ley de los judíos. Dios lo envió para liberar a todos los que teníamos que obedecer la ley, y luego nos adoptó como hijos suyos. Ahora, como ustedes son sus hijos, Dios ha enviado el Espíritu de su Hijo a vivir en ustedes. Por eso, cuando oramos a Dios, el Espíritu nos permite llamarlo: «Papá, querido Papá». Ustedes ya no son como los esclavos de cualquier familia, sino que son hijos de Dios. Y como son sus hijos, gracias a él tienen derecho a recibir su herencia.

Pablo se preocupa por los gálatas

Antes, cuando ustedes todavía no conocían a Dios, vivían como esclavos de los dioses falsos. Pero ahora conocen a Dios. Mejor dicho, Dios los conoce a ustedes. Por eso, no puedo entender por qué se dejan dominar de nuevo por esos espíritus que controlan el universo. ¡Si ellos no tienen poder, ni valen nada! 10 Ustedes todavía les dan importancia a ciertos días, meses, épocas y años. 11 ¡Me asusta el pensar que de nada haya servido todo lo que he hecho por ustedes!

12 Hermanos míos, yo les ruego que se amolden a mí, como yo me he amoldado a ustedes. Ustedes no me causaron ningún daño, 13 sino que me enfermé y, por eso, tuve que pasar un tiempo en Galacia anunciándoles las buenas noticias. 14 Aunque mi enfermedad les causó muchos problemas, ustedes no me despreciaron ni me rechazaron. Al contrario, me recibieron en sus hogares como si yo fuera un ángel de Dios, ¡o Jesucristo mismo! 15 Yo sé muy bien que, de haberles sido posible, hasta se habrían sacado los ojos para dármelos. ¿Qué pasó con toda esa alegría? 16 ¡Ahora resulta que, por decirles la verdad, me he hecho enemigo de ustedes!

17 Los que quieren obligarlos a obedecer la ley judía se muestran ahora muy interesados en ustedes. Pero lo que en verdad quieren es hacerles daño, pues desean que se olviden de mí y que se interesen por ellos. 18 Está bien interesarse por otras personas, si lo que se desea es hacerles el bien. Pero si ustedes realmente se interesan por mí, háganlo siempre y no sólo cuando estoy con ustedes. 19 Yo los quiero como a hijos, pero mientras no lleguen a ser como Cristo, me harán sufrir mucho, como sufre una madre con los dolores de parto. 20 ¡Cómo quisiera estar con ustedes en este momento, para hablarles de otra manera! ¡Estoy muy confundido, y no sé cómo tratarlos!

El ejemplo de Agar y Sara

21 Ustedes, los que quieren obedecer la ley, díganme una cosa: ¿no han leído lo que la Biblia nos dice de Abraham? 22 Dice que él tuvo dos hijos, uno de ellos con su esclava, y el otro con su esposa, que era libre. 23 El hijo de la esclava nació como nacemos todos nosotros, pero el hijo de su esposa nació gracias a que Dios se lo prometió a Abraham. 24-25 Estos dos casos pueden servirnos de ejemplo. Las dos mujeres representan dos pactos. Agar representa el pacto del monte Sinaí, que está en Arabia, pues todos sus descendientes nacen siendo esclavos. Ese monte representa a la ciudad de Jerusalén y a todos los que viven como esclavos de la ley. 26 Pero Sara representa al nuevo pacto, por el cual pertenecemos a la Jerusalén del cielo, la ciudad de todos los que somos libres. 27 Refiriéndose a Sara, la Biblia dice:

«¡Alégrate, mujer,
tú que no puedes tener hijos!

»¡Grita de alegría, mujer,
tú que no los has tenido!

»Y tú, mujer abandonada,
¡ahora tendrás más hijos
que la mujer casada!»

28 Hermanos míos, ustedes son como Isaac, el hijo que Dios le prometió a Abraham. Y digo que son como él, porque son los hijos que Dios le había prometido. 29 En aquel tiempo, el hijo que Abraham tuvo con Agar perseguía a Isaac, que nació gracias al poder del Espíritu. Y ahora pasa lo mismo: los que desean seguir bajo el control de la ley nos persiguen a nosotros, que somos los hijos de la promesa. 30 Pero la Biblia nos cuenta que Dios le dijo a Abraham: «Echa de aquí a esa esclava y a su hijo; él no tiene derecho a compartir la herencia con tu hijo Isaac, que nació de una mujer libre.»

31 Hermanos, nosotros no somos esclavos de la ley, sino que somos libres. No somos como el hijo de la esclava, sino como el de la mujer libre.