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Amam es condenado a muerte

El rey y Amam fueron al banquete, y también en este segundo día dijo el rey a Ester durante el banquete:

—¡Pídeme lo que quieras, y te lo concederé, aun si me pides la mitad de mi reino!

Y Ester le respondió:

—Si Su Majestad me tiene cariño, y si le parece bien, lo único que deseo y pido es que Su Majestad me perdone la vida y la de mi pueblo; pues tanto a mi pueblo como a mí se nos ha vendido para ser destruidos por completo. Si hubiéramos sido vendidos como esclavos, yo no diría nada, porque el enemigo no causaría entonces tanto daño a los intereses de Su Majestad.

Entonces Asuero preguntó:

—¿Quién es y dónde está el que ha pensado hacer semejante cosa?

—¡El enemigo y adversario es este malvado Amam! —respondió Ester.

Al oír esto, Amam se quedó paralizado de miedo ante el rey y la reina. Asuero se levantó lleno de ira y, abandonando la sala donde estaban celebrando el banquete, salió al jardín del palacio. Pero Amam, al darse cuenta de que el rey había decidido condenarlo a muerte, se quedó en la sala para rogar a la reina Ester que le salvara la vida. 8-9 Cuando el rey volvió del jardín y entró en la sala del banquete, vio a Amam de rodillas junto al diván en que estaba recostada Ester, y exclamó:

—¿Acaso quieres también deshonrar a la reina en mi presencia y en mi propia casa?

Tan pronto como el rey hubo pronunciado estas palabras, unos oficiales de su guardia personal cubrieron la cara de Amam. Y uno de ellos, llamado Harboná, dijo:

—En casa de Amam está lista una horca, como de veintidós metros, que él mandó construir para Mardoqueo, el hombre que tan buen informe dio a Su Majestad.

—¡Pues cuélguenlo en ella! —ordenó el rey.

10 Y así Amam fue colgado en la misma horca que había preparado para Mardoqueo. Con eso se calmó la ira del rey.

Ester ofrece otro banquete

El rey Asuero y Amán fueron al banquete que les ofrecía la reina Ester. Mientras bebían vino, el rey le volvió a preguntar a Ester:

—¿Dime qué deseas, reina Ester? Hasta la mitad de mi reino te daría, si me lo pidieras.

Ester le respondió:

—Si Su Majestad en verdad me ama, y si le parece bien, le pido que salve mi vida y la de mi pueblo. Se ha puesto precio a nuestra vida, y se nos quiere destruir. Si hubiéramos sido vendidos como esclavos y esclavas, yo me callaría, y no molestaría a Su Majestad por algo sin importancia.

El rey Asuero le preguntó:

—¿Y quién se atrevió a hacer esto? ¿Dónde está?

Ester, señalando a Amán, le respondió:

—¡Nuestro enemigo es este malvado!

Al oír esto, Amán se quedó paralizado de miedo. El rey Asuero se levantó de la mesa muy enojado, y salió al jardín para calmarse. Cuando Amán se dio cuenta de que el rey estaba decidido a matarlo, se quedó en la sala para rogarle a la reina que lo salvara.

Amán muere en la horca

8-9 Cuando el rey regresó del jardín y entró a la sala, vio que Amán estaba demasiado cerca de Ester. Entonces el rey exclamó:

—¡Sólo eso me faltaba! ¡Que le faltes al respeto a mi esposa ante mis ojos, y en mi propia casa!

Cuando los guardias oyeron los gritos del rey, entraron y le cubrieron la cara[a] a Amán. Uno de los guardias, llamado Harboná, dijo:

—En la casa de Amán hay una horca de veintidós metros de alto. Él la preparó para Mardoqueo, el judío que le salvó la vida a Su Majestad.

10 Entonces el rey ordenó:

—¡Cuélguenlo allí!

Los guardias colgaron a Amán en la horca que él había preparado para Mardoqueo, y así el rey se tranquilizó.

Footnotes

  1. Ester 7:8 Cubrieron la cara: Al parecer, se acostumbraba cubrir la cara de los criminales sentenciados a muerte. El destino de Amán era tan obvio que los guardias no dudaron en cubrirle inmediatamente la cara.