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Es el misterio que en la antigüedad Dios no había dado a conocer, como sí lo ha hecho ahora por medio del Espíritu a sus santos apóstoles y profetas. Este es el misterio: que los no judíos compartirán plenamente la herencia con Israel. Ambos son miembros del mismo cuerpo y participan de la misma promesa que Dios nos hizo en Cristo Jesús por medio de las buenas nuevas.

Por su amor inmerecido, Dios me dio el privilegio de servirle anunciando estas buenas nuevas, con la ayuda eficaz de su poder.

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