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Yo, el Predicador, repito:
¡Vana ilusión, vana ilusión!
¡Todo es vana ilusión!

Y mientras más sabio llegó a ser el Predicador, más conocimientos impartió a la gente. También se dio a la tarea de estudiar gran número de proverbios, y de clasificarlos ordenadamente. 10 Hizo todo lo posible por encontrar las palabras más adecuadas, para escribir convenientemente dichos verdaderos.

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