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Todo es vana ilusión

Éstos son los dichos del Predicador, hijo de David, que reinó en Jerusalén.

¡Vana ilusión, vana ilusión!
¡Todo es vana ilusión!
¿Qué provecho saca el hombre
de tanto trabajar en este mundo?
Unos nacen, otros mueren,
pero la tierra jamás cambia.
Sale el sol, se oculta el sol,
y vuelve pronto a su lugar
para volver a salir.
Sopla el viento hacia el sur,
y gira luego hacia el norte.
¡Gira y gira el viento!
¡Gira y vuelve a girar!
Los ríos van todos al mar,
pero el mar nunca se llena;
y vuelven los ríos a su origen
para recorrer el mismo camino.
No hay nadie capaz de expresar
cuánto aburren todas las cosas;
nadie ve ni oye lo suficiente
como para quedar satisfecho.
Nada habrá que antes no haya habido;
nada se hará que antes no se haya hecho.
¡Nada hay nuevo en este mundo!

10 Nunca faltará quien diga:
«¡Esto sí que es algo nuevo!»
Pero aun eso ya ha existido
siglos antes de nosotros.

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Nada tiene sentido

1-2 Éstas son las palabras del Predicador, hijo de David, que fue rey en Jerusalén:

¡En esta vida nada tiene sentido!
¡Todo es una ilusión!

Realmente, en esta vida
nada ganamos con tanto trabajar.
Unos nacemos, y otros morimos,
pero la tierra jamás cambia.
El sol sale por la mañana,
y por la tarde se oculta,
y vuelve corriendo a su lugar
para salir al día siguiente.
El viento gira y gira,
y no deja de girar;
a veces sopla hacia el norte,
y a veces sopla hacia el sur.
Los ríos corren hacia el mar,
y luego vuelven a sus fuentes
para volver a vaciarse en el mar,
pero el mar jamás se llena.
¡Qué difícil me resulta
explicar lo aburrido que es todo esto!
¡Nadie se cansa de ver!
¡Nadie se cansa de oír!
Lo que antes sucedió,
vuelve a suceder;
lo que antes se hizo,
vuelve a hacerse.
¡En esta vida no hay nada nuevo!

10 Cuando alguien llega a decir:
«¡Aquí tengo algo nuevo!»,
resulta que eso ya existía
antes de que naciéramos.

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