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El sumo sacerdote Simeón

50 También está el sumo sacerdote Simeón, hijo de Johanán;
en su tiempo fue reconstruido el templo
y consolidado el santuario.
También en su tiempo fue reconstruida la muralla,
con torres de defensa para el palacio real.
También se cavó el estanque,
que era tan grande como un mar.
Él protegió a su pueblo del saqueo,
y fortificó la ciudad contra los enemigos.
¡Qué majestuoso era al asomarse desde el santuario,
al salir de detrás de la cortina!
Era como una estrella que brilla entre las nubes,
o como la luna llena en día de fiesta;
como el sol que ilumina el palacio real,
o como el arco iris que aparece entre las nubes;
como las flores entre el ramaje en primavera,
como azucena junto a un riachuelo,
o como rama de cedro en el verano;
como incienso que se quema en un sacrificio,
como copa de oro martillado,
adornada de piedras preciosas,
10 como olivo frondoso cargado de aceitunas,
o como árbol de frondosas ramas.
11 Así era cuando se ponía ropa de gala
y llevaba ornamentos espléndidos;
cuando subía al magnífico altar
y llenaba de esplendor el atrio del templo;
12 cuando, de pie junto a la leña,
recibía de los otros sacerdotes las porciones,
mientras los jóvenes formaban una corona alrededor
como retoños de cedro en el Líbano.
13 Lo rodeaban, como sauces junto a un río,
todos los descendientes de Aarón en su esplendor,
llevando en las manos las ofrendas para el Señor,
delante de todo el pueblo de Israel.
14 Cuando terminaba el servicio del altar,
preparaba los sacrificios para el Altísimo,
15 tomaba en sus manos la copa
y ofrecía un poco de vino
derramándolo al pie del altar,
como olor agradable para el Altísimo, el Rey del universo.
16 Entonces los sacerdotes, descendientes de Aarón,
tocaban las trompetas de metal,
y un sonido poderoso resonaba
anunciando la presencia del Altísimo.
17 Inmediatamente, todos los presentes
se arrodillaban inclinándose hasta el suelo
para adorar al Altísimo,
al Dios santo de Israel.
18 Entonces se escuchaba el canto,
y sobre el pueblo resonaban dulces melodías.
19 Todo el pueblo cantaba
orando al Señor misericordioso.
Cuando el sumo sacerdote terminaba el servicio en el altar,
habiendo ofrecido al Señor los sacrificios prescritos,
20 bajaba del altar con los brazos levantados
sobre toda la comunidad de Israel,
y pronunciaba la bendición del Señor,
alegre de poder invocar su nombre.
21 La gente se arrodillaba una vez más
para recibir de él la bendición.

22 Ahora, pues, bendigan ustedes al Señor Dios de Israel,
que hace cosas prodigiosas en la tierra,
que hace crecer al hombre desde el seno materno
y lo forma según su voluntad.
23 Que él les conceda a ustedes sabiduría,
y que entre ustedes haya paz.
24 Que el Señor mantenga su lealtad hacia Simeón
y le cumpla las promesas que hizo a Finees;
que no deje de cumplírselas a él
y a sus descendientes, mientras el cielo exista.

Naciones enemigas de Israel

25 Hay dos naciones que aborrezco,
y otra más que ni siquiera merece el nombre de nación:
26 los habitantes de Seír, los filisteos
y la estúpida gente que vive en Siquem.

Conclusión

27 Éstas son las sabias instrucciones y los oportunos proverbios
que con inteligencia decía Jesús,
hijo de Eleazar y nieto de Sirá,
tal como brotaban de sus reflexiones.
28 Dichoso el que los medite;
el que los aprenda se hará sabio,
29 pues honrar al Señor es vida.

El sacerdote Simón

50 Simón hijo de Onías
fue jefe de los sacerdotes,
y durante su vida reconstruyó el templo;
2-3 puso los cimientos de sus torres,
y construyó un estanque enorme
para que no faltara el agua.
Para que el pueblo viviera seguro,
reforzó las murallas de Jerusalén.

¡Qué gusto daba ver a Simón
cuando salía del templo,
rodeado de todo el pueblo!
Brillaba como la luna,
como el lucero de la mañana.
Resplandecía como el sol,
como el arco iris entre las nubes.
8-10 Parecía una rosa en primavera,
un lirio junto al arroyo,
un olivo cargado de aceitunas.
¡Parecía una copa de oro puro,
adornada con piedra preciosas!

11 Cuando se ponía sus ropas de fiesta
y subía al altar de nuestro Dios,
el templo se llenaba de luz.
12-13 De manos de los sacerdotes,
y en presencia de todo el pueblo,
recibía las ofrendas para Dios.
14-15 Luego preparaba los animales
que se iban a sacrificar,
y derramaba el vino sobre el altar
como ofrenda agradable a Dios.
16 Los sacerdotes tocaban las trompetas
y lanzaban gritos de alegría,
para pedir al Dios altísimo
que se acordara de su pueblo.

17-19 Enseguida todo el pueblo
se inclinaba hasta tocar el suelo
para adorar al Dios altísimo,
mientras cantaba dulces melodías
hasta el final del culto.
20 Después Simón alzaba las manos
para bendecir a todo el pueblo
en nombre del Dios todopoderoso.
21 Al recibir la bendición de Dios,
el pueblo volvía a arrodillarse.

Invitación a la oración

22 Y ahora, bendigamos a Dios,
que por todas partes hace maravillas
y siempre nos trata con bondad.
23 Que Dios nos llene de alegría
y nos conceda vivir en paz.
24 Que mantenga con nosotros
su gran amor y sus promesas,
y nos libre de todo mal.

Los pueblos enemigos

25 Hay dos pueblos que no me agradan,
y un tercero que ni es nación:
26 los filisteos, en la costa del mar;
los edomitas, en las montañas del sur;
y los samaritanos, en Siquem.

Conclusión

27 Éstas son las enseñanzas de Jesús,
el hijo de Sirac y nieto de Eleazar,
que vivió en Jerusalén,
que derramó su sabiduría como lluvia,
y la dejó escrita en este libro.
28 ¡Dios bendiga al que las estudie
y las retenga en su memoria!
29 Si tú practicas sus enseñanzas,
serás tan sabio como valiente
y la luz de Dios guiará tus pasos.