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Entonces el Señor cambió de idea, y me dijo:

―Muy bien, tampoco voy a hacer eso.

Luego me mostró esto: El Señor estaba parado al lado de una pared y tenía en su mano una plomada, de las que usan los albañiles para comprobar si una pared está recta. Y el Señor me preguntó:

―Amós, ¿qué ves?

Yo respondí:

―Una plomada de albañil.

Entonces el Señor contestó:

―Yo probaré a mi pueblo con una plomada. Ya no me apartaré de mi propósito de castigarlo, le daré lo que se merece por sus actos de maldad.

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