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Al director musical. De David, el siervo del Señor.

36 En el fondo del corazón de los malvados acecha el pecado. No tienen temor de Dios que los refrene. Por el contrario, en su vanidad no pueden ver lo malvado que son. Todo lo que dicen es torcido y engañoso; ya no son sabios ni buenos. Se pasan la noche despiertos, tramando sus perversos planes se aferran a su mal camino, en vez de pensar cómo mantenerse alejados del mal.

Tu firme amor, Señor, es grande como los cielos. Tu fidelidad va más allá de las nubes. Tu justicia es como tus poderosos montes. Tus juicios como las profundidades del océano. Por igual te preocupas de los hombres y los animales. ¡Cuán precioso es tu constante amor, Dios! Toda la humanidad se refugia a la sombra de tus alas. Los alimentas con las delicias de tu mesa y les das a beber de tus ríos deleitosos.

Porque tú eres la fuente de la vida; nuestra luz viene de tu luz. 10 Derrama tu firme amor sobre los que te conocen y otorgan tu justicia a los de recto corazón. 11 No permitas que estos orgullosos me pisoteen. No dejes que sus perversas manos me traten como estropajo. 12 ¡Mira! Ya han caído. Quedaron derribados para no levantarse más.