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Un hombre rico habla con Jesús(A)

18 Uno de los jefes le preguntó a Jesús:

—Maestro bueno, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?

19 Jesús le contestó:

—¿Por qué me llamas bueno? Bueno solamente hay uno: Dios. 20 Ya sabes los mandamientos: “No cometas adulterio, no mates, no robes, no digas mentiras en perjuicio de nadie, y honra a tu padre y a tu madre.”

21 El hombre le dijo:

—Todo eso lo he cumplido desde joven.

22 Al oír esto, Jesús le contestó:

—Todavía te falta una cosa: vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres. Así tendrás riqueza en el cielo. Luego ven y sígueme.

23 Pero cuando el hombre oyó esto, se puso muy triste, porque era muy rico. 24 Al verlo así, Jesús dijo:

—¡Qué difícil es para los ricos entrar en el reino de Dios! 25 Es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja, que para un rico entrar en el reino de Dios.

26 Los que lo oyeron preguntaron:

—¿Y quién podrá salvarse?

27 Jesús les contestó:

—Lo que es imposible para los hombres es posible para Dios.

28 Pedro le dijo:

—Señor, nosotros hemos dejado todas nuestras cosas y te hemos seguido.

29 Él les respondió:

—Les aseguro que cualquiera que por causa del reino de Dios haya dejado casa, o esposa, o hermanos, o padres, o hijos, 30 recibirá mucho más en la vida presente, y en la vida venidera recibirá la vida eterna.

Jesús anuncia por tercera vez su muerte(B)

31 Jesús llamó aparte a los doce discípulos, y les dijo: «Ahora vamos a Jerusalén, donde se cumplirá todo lo que los profetas escribieron acerca del Hijo del hombre. 32 Pues lo van a entregar a los extranjeros, y se burlarán de él, lo insultarán y lo escupirán. 33 Lo golpearán y lo matarán; pero al tercer día resucitará.»

34 Ellos no entendieron nada de esto, ni sabían de qué les hablaba, pues eran cosas que no podían comprender.

Jesús sana a un ciego en Jericó(C)

35 Cuando ya se encontraba Jesús cerca de Jericó, un ciego que estaba sentado junto al camino pidiendo limosna, 36 al oír que pasaba mucha gente, preguntó qué sucedía. 37 Le dijeron que Jesús de Nazaret pasaba por allí, 38 y él gritó:

—¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!

39 Los que iban delante lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más todavía:

—¡Hijo de David, ten compasión de mí!

40 Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran. Cuando lo tuvo cerca, le preguntó:

41 —¿Qué quieres que haga por ti?

El ciego contestó:

—Señor, quiero recobrar la vista.

42 Jesús le dijo:

—¡Recóbrala! Por tu fe has sido sanado.

43 En aquel mismo momento el ciego recobró la vista, y siguió a Jesús alabando a Dios. Y toda la gente que vio esto, también alababa a Dios.

Jesús y Zaqueo

19 Jesús entró en Jericó y comenzó a atravesar la ciudad. Vivía allí un hombre rico llamado Zaqueo, jefe de los que cobraban impuestos para Roma. Éste quería conocer a Jesús, pero no conseguía verlo porque había mucha gente y Zaqueo era pequeño de estatura. Por eso corrió adelante y, para alcanzar a verlo, se subió a un árbol cerca de donde Jesús tenía que pasar. Cuando Jesús pasaba por allí, miró hacia arriba y le dijo:

—Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que quedarme en tu casa.

Zaqueo bajó aprisa, y con gusto recibió a Jesús. Al ver esto, todos comenzaron a criticar a Jesús, diciendo que había ido a quedarse en la casa de un pecador. Zaqueo se levantó entonces y le dijo al Señor:

—Mira, Señor, voy a dar a los pobres la mitad de todo lo que tengo; y si le he robado algo a alguien, le devolveré cuatro veces más.

Jesús le dijo:

—Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque este hombre también es descendiente de Abraham. 10 Pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que se había perdido.

La parábola del dinero

11 La gente estaba oyendo a Jesús decir estas cosas, y él les contó una parábola, porque ya estaba cerca de Jerusalén y ellos pensaban que el reino de Dios iba a llegar en seguida.

12 Les dijo: «Había un hombre de la nobleza, que se fue lejos, a otro país, para ser nombrado rey y regresar. 13 Antes de salir, llamó a diez de sus empleados, entregó a cada uno de ellos una gran cantidad de dinero y les dijo: “Hagan negocio con este dinero hasta que yo vuelva.” 14 Pero la gente de su país lo odiaba, y mandaron tras él una comisión encargada de decir: “No queremos que este hombre sea nuestro rey.”

15 »Pero él fue nombrado rey, y regresó a su país. Cuando llegó, mandó llamar a los empleados a quienes había entregado el dinero, para saber cuánto había ganado cada uno. 16 El primero se presentó y dijo: “Señor, su dinero ha producido diez veces más.” 17 El rey le contestó: “Muy bien; eres un buen empleado; ya que fuiste fiel en lo poco, te hago gobernador de diez pueblos.” 18 Se presentó otro y dijo: “Señor, su dinero ha producido cinco veces más.” 19 También a éste le contestó: “Tú serás gobernador de cinco pueblos.”

20 »Pero otro se presentó diciendo: “Señor, aquí está su dinero. Lo guardé en un pañuelo; 21 pues tuve miedo de usted, porque usted es un hombre duro, que recoge donde no entregó y cosecha donde no sembró.” 22 Entonces le dijo el rey: “Empleado malo, con tus propias palabras te juzgo. Si sabías que soy un hombre duro, que recojo donde no entregué y cosecho donde no sembré, 23 ¿por qué no llevaste mi dinero al banco, para devolvérmelo con los intereses a mi regreso a casa?” 24 Y dijo a los que estaban allí: “Quítenle el dinero y dénselo al que ganó diez veces más.” 25 Ellos le dijeron: “Señor, ¡pero si él ya tiene diez veces más!” 26 El rey contestó: “Pues les digo que al que tiene, se le dará más; pero al que no tiene, hasta lo poco que tiene se le quitará. 27 Y en cuanto a mis enemigos que no querían tenerme por rey, tráiganlos acá y mátenlos en mi presencia.”»

Jesús entra en Jerusalén(D)

28 Después de decir esto, Jesús siguió su viaje a Jerusalén. 29 Cuando ya había llegado cerca de Betfagé y Betania, junto al monte que se llama de los Olivos, envió a dos de sus discípulos, 30 diciéndoles:

—Vayan a la aldea que está enfrente, y al llegar encontrarán un burro atado, que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo. 31 Y si alguien les pregunta por qué lo desatan, díganle que el Señor lo necesita.

32 Los discípulos fueron y lo encontraron todo como Jesús se lo había dicho. 33 Mientras estaban desatando el burro, los dueños les preguntaron:

—¿Por qué lo desatan?

34 Ellos contestaron:

—Porque el Señor lo necesita.

35 Y poniendo sus capas sobre el burro, se lo llevaron a Jesús y lo hicieron montar. 36 Conforme Jesús avanzaba, la gente tendía sus capas por el camino. 37 Y al acercarse a la bajada del Monte de los Olivos, todos sus seguidores comenzaron a gritar de alegría y a alabar a Dios por todos los milagros que habían visto. 38 Decían:

—¡Bendito el Rey que viene en el nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!

39 Entonces algunos fariseos que había entre la gente le dijeron:

—Maestro, reprende a tus seguidores.

40 Pero Jesús les contestó:

—Les digo que si éstos se callan, las piedras gritarán.

41 Cuando llegó cerca de Jerusalén, al ver la ciudad, Jesús lloró por ella, 42 diciendo: «¡Si en este día tú también entendieras lo que puede darte paz! Pero ahora eso te está escondido y no puedes verlo. 43 Pues van a venir para ti días malos, en que tus enemigos harán un muro a tu alrededor, y te rodearán y atacarán por todos lados, 44 y te destruirán por completo. Matarán a tus habitantes, y no dejarán en ti ni una piedra sobre otra, porque no reconociste el momento en que Dios vino a visitarte.»

Jesús purifica el templo(E)

45 Después de esto, Jesús entró en el templo y comenzó a echar de allí a los que estaban vendiendo, 46 y les dijo:

—En las Escrituras se dice: “Mi casa será casa de oración”, pero ustedes han hecho de ella una cueva de ladrones.

47 Todos los días Jesús enseñaba en el templo, y los jefes de los sacerdotes, los maestros de la ley y también los jefes del pueblo andaban buscando cómo matarlo. 48 Pero no encontraban la manera de hacerlo, porque toda la gente estaba pendiente de lo que él decía.

La autoridad de Jesús(F)

20 Un día, mientras Jesús estaba en el templo enseñando a la gente y anunciando la buena noticia, llegaron los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley, junto con los ancianos, y le dijeron:

—¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te dio esta autoridad?

Jesús les contestó:

—Yo también les voy a hacer una pregunta. Respóndanme: ¿Quién envió a Juan a bautizar, Dios o los hombres?

Comenzaron a discutir unos con otros: «Si respondemos que Dios lo envió, va a decir: “¿Por qué no le creyeron?” Y no podemos decir que fueron los hombres, porque la gente nos matará a pedradas, ya que todos están seguros de que Juan era un profeta.» Así que respondieron que no sabían quién había enviado a Juan a bautizar. Entonces Jesús les contestó:

—Pues yo tampoco les digo con qué autoridad hago esto.

La parábola de los labradores malvados(G)

Luego empezó Jesús a hablar a la gente, y contó esta parábola:

—Un hombre plantó un viñedo, lo alquiló a unos labradores y emprendió un largo viaje. 10 A su debido tiempo, mandó un criado a pedir a los labradores la parte de la cosecha que le correspondía; pero ellos lo golpearon y lo enviaron con las manos vacías. 11 Entonces el dueño mandó otro criado; pero también a éste lo insultaron, lo golpearon y lo enviaron con las manos vacías. 12 Volvió a mandar otro, pero los labradores también lo hirieron y lo echaron fuera.

13 »Por fin el dueño del terreno dijo: “¿Qué haré? Mandaré a mi hijo querido; tal vez lo respetarán.” 14 Pero cuando los labradores lo vieron, se dijeron unos a otros: “Éste es el que ha de recibir la herencia; matémoslo, para que la propiedad pase a poder nuestro.” 15 Así que lo sacaron del viñedo y lo mataron.

»¿Y qué creen ustedes que hará con ellos el dueño del viñedo? 16 Pues irá y matará a esos labradores, y dará el viñedo a otros.

Al oír esto, dijeron:

—¡Eso jamás!

17 Pero Jesús los miró, y dijo:

—Entonces ¿qué significa esto que dicen las Escrituras?:

“La piedra que los constructores despreciaron
se ha convertido en la piedra principal.”

18 Cualquiera que caiga sobre esa piedra, quedará hecho pedazos; y si la piedra cae sobre alguien, lo hará polvo.

19 Los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley quisieron arrestar a Jesús en aquel mismo momento, porque comprendieron que al decir esta parábola se refería a ellos. Pero tenían miedo de la gente.

La pregunta sobre los impuestos(H)

20 Mandaron a unos espías que, aparentando ser hombres honrados, hicieran decir a Jesús algo que les diera pretexto para ponerlo bajo el poder y la jurisdicción del gobernador romano. 21 Éstos le preguntaron:

—Maestro, sabemos que lo que tú dices y enseñas es correcto, y que no buscas dar gusto a los hombres. Tú enseñas de veras el camino de Dios. 22 ¿Está bien que paguemos impuestos al emperador romano, o no?

23 Jesús, dándose cuenta de la mala intención que llevaban, les dijo:

24 —Enséñenme una moneda de denario. ¿De quién es la cara y el nombre que aquí está escrito?

Le contestaron:

—Del emperador.

25 Jesús les dijo:

—Pues den al emperador lo que es del emperador, y a Dios lo que es de Dios.

26 Y en nada de lo que él decía delante de la gente encontraron pretexto para arrestarlo, así que admirados de su respuesta se callaron.

La pregunta sobre la resurrección(I)

27 Después algunos saduceos fueron a ver a Jesús. Los saduceos niegan que los muertos resuciten; por eso le presentaron este caso:

28 —Maestro, Moisés nos dejó escrito que si un hombre casado muere sin haber tenido hijos con su mujer, el hermano del difunto deberá tomar por esposa a la viuda para darle hijos al hermano que murió. 29 Pues bien, había una vez siete hermanos, el primero de los cuales se casó, pero murió sin dejar hijos. 30 El segundo 31 y el tercero se casaron con ella, y lo mismo hicieron los demás, pero los siete murieron sin dejar hijos. 32 Finalmente murió también la mujer. 33 Pues bien, en la resurrección, ¿de cuál de ellos será esposa esta mujer, si los siete estuvieron casados con ella?

34 Jesús les contestó:

—En la vida presente, los hombres y las mujeres se casan; 35 pero aquellos que Dios juzgue que merecen gozar de la vida venidera y resucitar, sean hombres o mujeres, ya no se casarán, 36 porque ya no pueden morir. Pues serán como los ángeles, y serán hijos de Dios por haber resucitado. 37 Hasta el mismo Moisés, en el pasaje de la zarza que ardía, nos hace saber que los muertos resucitan. Allí dice que el Señor es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. 38 ¡Y él no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos están vivos!

39 Algunos maestros de la ley le dijeron entonces:

—Bien dicho, Maestro.

40 Y ya no se atrevieron a hacerle más preguntas.

¿De quién desciende el Mesías?(J)

41 Jesús les preguntó:

—¿Por qué dicen que el Mesías desciende de David? 42 Pues David mismo, en el libro de los Salmos, dice:

“El Señor dijo a mi Señor:
Siéntate a mi derecha,
43 hasta que yo haga de tus enemigos
el estrado de tus pies.”

44 ¿Cómo puede entonces el Mesías descender de David, si David mismo lo llama Señor?

Jesús denuncia a los maestros de la ley(K)

45 Toda la gente estaba escuchando, y Jesús dijo a sus discípulos: 46 «Cuídense de los maestros de la ley, pues les gusta andar con ropas largas, y quieren que los saluden con todo respeto en las plazas. Buscan los asientos de honor en las sinagogas y los mejores lugares en las comidas; 47 y les quitan sus casas a las viudas, y para disimularlo hacen largas oraciones. Ellos recibirán mayor castigo.»

La ofrenda de la viuda pobre(L)

21 Jesús estaba viendo a los ricos echar dinero en los cofres de las ofrendas, y vio también a una viuda pobre que echaba dos moneditas de cobre. Entonces dijo:

—De veras les digo que esta viuda pobre ha dado más que todos; pues todos dan ofrendas de lo que les sobra, pero ella, en su pobreza, ha dado todo lo que tenía para vivir.

Jesús anuncia que el templo será destruido(M)

Algunos estaban hablando del templo, de la belleza de sus piedras y de las ofrendas votivas que lo adornaban. Jesús dijo:

—Vendrán días en que de todo esto que ustedes están viendo no quedará ni una piedra sobre otra. Todo será destruido.

Señales antes del fin(N)

Entonces le preguntaron:

—Maestro, ¿cuándo va a ocurrir esto? ¿Cuál será la señal de que estas cosas ya están a punto de suceder?

Jesús contestó:

—Tengan cuidado para no dejarse engañar. Porque vendrán muchos haciéndose pasar por mí. Dirán: “Yo soy”, y “Ahora es el tiempo.” Pero ustedes no los sigan. Y cuando tengan noticias de guerras y revoluciones, no se asusten, pues esto tiene que ocurrir primero; sin embargo, aún no habrá llegado el fin.

10 Siguió diciéndoles:

—Una nación peleará contra otra y un país hará guerra contra otro. 11 Habrá grandes terremotos, y hambres y enfermedades en diferentes lugares, y en el cielo se verán cosas espantosas y grandes señales.

12 »Pero antes de esto, a ustedes les echarán mano y los perseguirán. Los llevarán a juzgar en las sinagogas, los meterán en la cárcel y los presentarán ante reyes y gobernadores por causa mía. 13 Así tendrán oportunidad de dar testimonio de mí. 14 Háganse el propósito de no preparar de antemano su defensa, 15 porque yo les daré palabras tan llenas de sabiduría que ninguno de sus enemigos podrá resistirlos ni contradecirlos en nada. 16 Pero ustedes serán traicionados incluso por sus padres, sus hermanos, sus parientes y sus amigos. A algunos de ustedes los matarán, 17 y todo el mundo los odiará por causa mía; 18 pero no se perderá ni un cabello de su cabeza. 19 ¡Manténganse firmes, para poder salvarse!

20 »Cuando vean a Jerusalén rodeada de ejércitos, sepan que pronto será destruida. 21 Entonces, los que estén en Judea, que huyan a las montañas; los que estén en Jerusalén, que salgan de la ciudad, y los que estén en el campo, que no regresen a ella. 22 Porque serán días de castigo, en que se cumplirá todo lo que dicen las Escrituras. 23 ¡Pobres mujeres aquellas que en tales días estén embarazadas o tengan niños de pecho! Porque habrá mucho dolor en el país, y un castigo terrible contra este pueblo. 24 Unos morirán a filo de espada y a otros los llevarán prisioneros por todas las naciones; y los paganos pisotearán a Jerusalén hasta que se cumpla el tiempo que les ha sido señalado.

El regreso del Hijo del hombre(O)

25 »Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra las naciones estarán confusas y se asustarán por el terrible ruido del mar y de las olas. 26 La gente se desmayará de miedo al pensar en lo que va a sucederle al mundo; pues hasta las fuerzas celestiales serán sacudidas. 27 Entonces se verá al Hijo del hombre venir en una nube con gran poder y gloria. 28 Cuando comiencen a suceder estas cosas, anímense y levanten la cabeza, porque muy pronto serán libertados.

29 También les puso esta comparación:

—Fíjense en la higuera, o en cualquier otro árbol. 30 Cuando ven que brotan las hojas, se dan cuenta ustedes de que ya está cerca el verano. 31 De la misma manera, cuando vean que suceden estas cosas, sepan que el reino de Dios ya está cerca.

32 »Les aseguro que todo esto sucederá antes que muera la gente de este tiempo. 33 El cielo y la tierra dejarán de existir, pero mis palabras no dejarán de cumplirse.

34 »Tengan cuidado y no dejen que sus corazones se hagan insensibles por los vicios, las borracheras y las preocupaciones de esta vida, para que aquel día no caiga de pronto sobre ustedes 35 como una trampa. Porque vendrá sobre todos los habitantes de la tierra. 36 Estén ustedes preparados, orando en todo tiempo, para que puedan escapar de todas estas cosas que van a suceder y para que puedan presentarse delante del Hijo del hombre.

37 Jesús enseñaba de día en el templo, y de noche se quedaba en el monte que se llama de los Olivos. 38 Y toda la gente iba temprano al templo a oírlo.

Conspiración para arrestar a Jesús(P)

22 Estaba ya cerca la fiesta en que se come el pan sin levadura, o sea la fiesta de la Pascua. Los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley, que tenían miedo de la gente, buscaban la manera de matar a Jesús.

Entonces Satanás entró en Judas, uno de los doce discípulos, al que llamaban Iscariote. Éste fue a ver a los jefes de los sacerdotes y a los oficiales del templo, y habló con ellos sobre cómo entregarles a Jesús. Ellos se alegraron y prometieron darle dinero a Judas. Y él aceptó y comenzó a buscar un momento oportuno, en que no hubiera gente, para entregarles a Jesús.

La Cena del Señor(Q)

Llegó el día de la fiesta en que se comía el pan sin levadura, cuando se sacrificaba el cordero de Pascua. Jesús envió a Pedro y a Juan, diciendo:

—Vayan a prepararnos la cena de Pascua.

Ellos le preguntaron:

—¿Dónde quieres que la preparemos?

10 Jesús les contestó:

—Cuando entren ustedes en la ciudad, encontrarán a un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo hasta la casa donde entre, 11 y digan al dueño de la casa: “El Maestro pregunta: ¿Cuál es el cuarto donde voy a comer con mis discípulos la cena de Pascua?” 12 Él les mostrará en el piso alto un cuarto grande y arreglado para la cena. Preparen allí lo necesario.

13 Ellos fueron y lo encontraron todo como Jesús se lo había dicho, y prepararon la cena de Pascua.

14 Cuando llegó la hora, Jesús y los apóstoles se sentaron a la mesa. 15 Jesús les dijo:

—¡Cuánto he querido celebrar con ustedes esta cena de Pascua antes de mi muerte! 16 Porque les digo que no la celebraré de nuevo hasta que se cumpla en el reino de Dios.

17 Entonces tomó en sus manos una copa y, habiendo dado gracias a Dios, dijo:

—Tomen esto y repártanlo entre ustedes; 18 porque les digo que no volveré a beber del producto de la vid, hasta que venga el reino de Dios.

19 Después tomó el pan en sus manos y, habiendo dado gracias a Dios, lo partió y se lo dio a ellos, diciendo:

—Esto es mi cuerpo, entregado a muerte en favor de ustedes. Hagan esto en memoria de mí.

20 Lo mismo hizo con la copa después de la cena, diciendo:

—Esta copa es la nueva alianza confirmada con mi sangre, la cual es derramada en favor de ustedes. 21 Pero ahora la mano del que me va a traicionar está aquí, con la mía, sobre la mesa. 22 Pues el Hijo del hombre ha de recorrer el camino que se le ha señalado, pero ¡ay de aquel que lo traiciona!

23 Entonces comenzaron a preguntarse unos a otros quién sería el traidor.

¿Quién es el más importante?

24 Los discípulos tuvieron una discusión sobre cuál de ellos debía ser considerado el más importante. 25 Jesús les dijo: «Entre los paganos, los reyes gobiernan con tiranía a sus súbditos, y a los jefes se les da el título de benefactores. 26 Pero ustedes no deben ser así. Al contrario, el más importante entre ustedes tiene que hacerse como el más joven, y el que manda tiene que hacerse como el que sirve. 27 Pues ¿quién es más importante, el que se sienta a la mesa a comer o el que sirve? ¿Acaso no lo es el que se sienta a la mesa? En cambio yo estoy entre ustedes como el que sirve.

28 »Ustedes han estado siempre conmigo en mis pruebas. 29 Por eso, yo les doy un reino, como mi Padre me lo dio a mí, 30 y ustedes comerán y beberán a mi mesa en mi reino, y se sentarán en tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.»

Jesús anuncia que Pedro lo negará(R)

31 Dijo también el Señor:

—Simón, Simón, mira que Satanás los ha pedido a ustedes para sacudirlos como si fueran trigo; 32 pero yo he rogado por ti, para que no te falte la fe. Y tú, cuando te hayas vuelto a mí, ayuda a tus hermanos a permanecer firmes.

33 Simón le dijo:

—Señor, estoy dispuesto a ir contigo a la cárcel, y hasta a morir contigo.

34 Jesús le contestó:

—Pedro, te digo que hoy mismo, antes que cante el gallo, tres veces negarás que me conoces.

Se acerca la hora de la prueba

35 Luego Jesús les preguntó:

—Cuando los mandé sin dinero ni provisiones ni sandalias, ¿acaso les faltó algo?

Ellos contestaron:

—Nada.

36 Entonces les dijo:

—Ahora, en cambio, el que tenga dinero, que lo traiga, y también provisiones; y el que no tenga espada, que venda su abrigo y se compre una. 37 Porque les digo que tiene que cumplirse en mí esto que dicen las Escrituras: “Y fue contado entre los malvados.” Pues todo lo que está escrito de mí, tiene que cumplirse.

38 Ellos dijeron:

—Señor, aquí hay dos espadas.

Y él contestó:

—Basta ya de hablar.

Jesús ora en Getsemaní(S)

39 Luego Jesús salió y, según su costumbre, se fue al Monte de los Olivos; y los discípulos lo siguieron. 40 Al llegar al lugar, les dijo:

—Oren, para que no caigan en tentación.

41 Se alejó de ellos como a la distancia de un tiro de piedra, y se puso de rodillas para orar. 42 Dijo: «Padre, si quieres, líbrame de este trago amargo; pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya.»

[43 En esto se le apareció un ángel del cielo, para darle fuerzas. 44 En medio de su gran sufrimiento, Jesús oraba aún más intensamente, y el sudor le caía a tierra como grandes gotas de sangre.]

45 Cuando se levantó de la oración, fue a donde estaban los discípulos, y los encontró dormidos, vencidos por la tristeza. 46 Les dijo:

—¿Por qué están durmiendo? Levántense y oren, para que no caigan en tentación.

Arrestan a Jesús(T)

47 Todavía estaba hablando Jesús, cuando llegó mucha gente. El que se llamaba Judas, que era uno de los doce discípulos, iba a la cabeza. Éste se acercó a besar a Jesús, 48 pero Jesús le dijo:

—Judas, ¿con un beso traicionas al Hijo del hombre?

49 Los que estaban con Jesús, al ver lo que pasaba, le preguntaron:

—Señor, ¿atacamos con espada?

50 Y uno de ellos hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. 51 Jesús dijo:

—Déjenlos; ya basta.

Y le tocó la oreja al criado, y lo sanó. 52 Luego dijo a los jefes de los sacerdotes, a los oficiales del templo y a los ancianos, que habían venido a llevárselo:

—¿Por qué han venido ustedes con espadas y con palos, como si yo fuera un bandido? 53 Todos los días he estado con ustedes en el templo, y no trataron de arrestarme. Pero ésta es la hora de ustedes, la hora del poder de las tinieblas.

Pedro niega conocer a Jesús(U)

54 Arrestaron entonces a Jesús y lo llevaron a la casa del sumo sacerdote. Pedro lo seguía de lejos. 55 Allí, en medio del patio, habían hecho fuego, y se sentaron alrededor; y Pedro se sentó también entre ellos. 56 En esto, una sirvienta, al verlo sentado junto al fuego, se quedó mirándolo y dijo:

—También éste estaba con él.

57 Pero Pedro lo negó, diciendo:

—Mujer, yo no lo conozco.

58 Poco después, otro lo vio y dijo:

—Tú también eres de ellos.

Pedro contestó:

—No, hombre, no lo soy.

59 Como una hora después, otro insistió:

—Seguro que éste estaba con él. Además es de Galilea.

60 Pedro dijo:

—Hombre, no sé de qué hablas.

En ese mismo momento, mientras Pedro aún estaba hablando, cantó un gallo. 61 Entonces el Señor se volvió y miró a Pedro, y Pedro se acordó de que el Señor le había dicho: «Hoy, antes que el gallo cante, me negarás tres veces.» 62 Y salió Pedro de allí y lloró amargamente.

Se burlan de Jesús(V)

63 Los hombres que estaban vigilando a Jesús se burlaban de él y lo golpeaban. 64 Le taparon los ojos, y le preguntaban:

—¡Adivina quién te pegó!

65 Y lo insultaban diciéndole otras muchas cosas.

Jesús ante la Junta Suprema(W)

66 Cuando se hizo de día, se reunieron los ancianos de los judíos, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley, y llevaron a Jesús ante la Junta Suprema. Allí le preguntaron:

67 —Dinos, ¿eres tú el Mesías?

Él les contestó:

—Si les digo que sí, no me van a creer. 68 Y si les hago preguntas, no me van a contestar. 69 Pero desde ahora el Hijo del hombre estará sentado a la derecha del Dios todopoderoso.

70 Luego todos le preguntaron:

—¿Así que tú eres el Hijo de Dios?

Jesús les contestó:

—Ustedes mismos han dicho que lo soy.

71 Entonces ellos dijeron:

—¿Qué necesidad tenemos de más testigos? Nosotros mismos lo hemos oído de sus propios labios.

Jesús ante Pilato(X)

23 Todos se levantaron, y llevaron a Jesús ante Pilato. En su presencia comenzaron a acusarlo, diciendo:

—Hemos encontrado a este hombre alborotando a nuestra nación. Dice que no debemos pagar impuestos al emperador, y además afirma que él es el Mesías, el Rey.

Pilato le preguntó:

—¿Eres tú el Rey de los judíos?

—Tú lo has dicho —contestó Jesús.

Entonces Pilato dijo a los jefes de los sacerdotes y a la gente:

—No encuentro en este hombre razón para condenarlo.

Pero ellos insistieron con más fuerza:

—Con sus enseñanzas está alborotando a todo el pueblo. Comenzó en Galilea, y ahora sigue haciéndolo aquí, en Judea.

Jesús ante Herodes

Al oír esto, Pilato preguntó si el hombre era de Galilea. Y al saber que Jesús era de la jurisdicción de Herodes, se lo envió, pues él también se encontraba aquellos días en Jerusalén. Al ver a Jesús, Herodes se puso muy contento, porque durante mucho tiempo había querido verlo, pues había oído hablar de él y esperaba verlo hacer algún milagro. Le hizo muchas preguntas, pero Jesús no le contestó nada. 10 También estaban allí los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley, que lo acusaban con gran insistencia. 11 Entonces Herodes y sus soldados lo trataron con desprecio, y para burlarse de él lo vistieron con ropas lujosas, como de rey. Luego Herodes lo envió nuevamente a Pilato. 12 Aquel día se hicieron amigos Pilato y Herodes, que antes eran enemigos.

Jesús es sentenciado a muerte(Y)

13 Pilato reunió a los jefes de los sacerdotes, a las autoridades y al pueblo, 14 y les dijo:

—Ustedes me trajeron a este hombre, diciendo que alborota al pueblo; pero yo lo he interrogado delante de ustedes y no lo he encontrado culpable de ninguna de las faltas de que lo acusan. 15 Ni tampoco Herodes, puesto que nos lo ha devuelto. Ya ven, no ha hecho nada que merezca la pena de muerte. 16 Lo voy a castigar y después lo dejaré libre.

18 Pero todos juntos comenzaron a gritar:

—¡Fuera con ése! ¡Déjanos libre a Barrabás!

19 A este Barrabás lo habían metido en la cárcel por una rebelión ocurrida en la ciudad, y por un asesinato. 20 Pilato, que quería dejar libre a Jesús, les habló otra vez; 21 pero ellos gritaron más alto:

—¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!

22 Por tercera vez Pilato les dijo:

—Pues ¿qué mal ha hecho? Yo no encuentro en él nada que merezca la pena de muerte. Lo voy a castigar y después lo dejaré libre.

23 Pero ellos insistían a gritos, pidiendo que lo crucificara; y tanto gritaron que consiguieron lo que querían. 24 Pilato decidió hacer lo que le estaban pidiendo; 25 así que dejó libre al hombre que habían escogido, el que estaba en la cárcel por rebelión y asesinato, y entregó a Jesús a la voluntad de ellos.

Jesús es crucificado(Z)

26 Cuando llevaron a Jesús a crucificarlo, echaron mano de un hombre de Cirene llamado Simón, que venía del campo, y lo hicieron cargar con la cruz y llevarla detrás de Jesús.

27 Mucha gente y muchas mujeres que lloraban y gritaban de tristeza por él, lo seguían. 28 Pero Jesús las miró y les dijo:

—Mujeres de Jerusalén, no lloren por mí, sino por ustedes mismas y por sus hijos. 29 Porque vendrán días en que se dirá: “Dichosas las que no pueden tener hijos, las mujeres que no dieron a luz ni tuvieron hijos que criar.” 30 Entonces comenzará la gente a decir a los montes: “¡Caigan sobre nosotros!”, y a las colinas: “¡Escóndannos!” 31 Porque si con el árbol verde hacen todo esto, ¿qué no harán con el seco?

32 También llevaban a dos criminales, para crucificarlos junto con Jesús. 33 Cuando llegaron al sitio llamado La Calavera, crucificaron a Jesús y a los dos criminales, uno a su derecha y otro a su izquierda. [34 Jesús dijo: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.»]

Y los soldados echaron suertes para repartirse entre sí la ropa de Jesús. 35 La gente estaba allí mirando; y hasta las autoridades se burlaban de él, diciendo:

—Salvó a otros; que se salve a sí mismo ahora, si de veras es el Mesías de Dios y su escogido.

36 Los soldados también se burlaban de Jesús. Se acercaban y le daban a beber vino agrio, 37 diciéndole:

—¡Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo!

38 Y había un letrero sobre su cabeza, que decía: «Éste es el Rey de los judíos.»

39 Uno de los criminales que estaban colgados, lo insultaba:

—¡Si tú eres el Mesías, sálvate a ti mismo y sálvanos también a nosotros!

40 Pero el otro reprendió a su compañero, diciéndole:

—¿No tienes temor de Dios, tú que estás bajo el mismo castigo? 41 Nosotros estamos sufriendo con toda razón, porque estamos pagando el justo castigo de lo que hemos hecho; pero este hombre no hizo nada malo.

42 Luego añadió:

—Jesús, acuérdate de mí cuando comiences a reinar.

43 Jesús le contestó:

—Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso.

Muerte de Jesús(AA)

44 Desde el mediodía y hasta las tres de la tarde, toda la tierra quedó en oscuridad. 45 El sol dejó de brillar, y el velo del templo se rasgó por la mitad. 46 Jesús gritó con fuerza y dijo:

—¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!

Y al decir esto, murió.

47 Cuando el capitán romano vio lo que había pasado, alabó a Dios, diciendo:

—De veras, este hombre era inocente.

48 Toda la multitud que estaba presente y que vio lo que había pasado, se fue de allí golpeándose el pecho. 49 Todos los conocidos de Jesús se mantenían a distancia; también las mujeres que lo habían seguido desde Galilea estaban allí mirando.

Jesús es sepultado(AB)

50-51 Había un hombre bueno y justo llamado José, natural de Arimatea, un pueblo de Judea. Pertenecía a la Junta Suprema de los judíos. Este José, que esperaba el reino de Dios y que no estuvo de acuerdo con lo que la Junta había hecho, 52 fue a ver a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. 53 Después de bajarlo de la cruz, lo envolvió en una sábana de lino y lo puso en un sepulcro excavado en una peña, donde todavía no habían sepultado a nadie. 54 Era el día de la preparación para el sábado, que ya estaba a punto de comenzar.

55 Las mujeres que habían acompañado a Jesús desde Galilea, fueron y vieron el sepulcro, y se fijaron en cómo habían puesto el cuerpo. 56 Cuando volvieron a casa, prepararon perfumes y ungüentos.

Anuncio de la resurrección de Jesús(AC)

Las mujeres descansaron el sábado, conforme al mandamiento,

El hombre rico

18 Un líder de los judíos fue a ver a Jesús y le preguntó:

—Tú, que eres un maestro bueno, dime, ¿qué cosa debo hacer para tener vida eterna?

19 Jesús le contestó:

—¿Por qué dices que soy bueno? Sólo Dios es bueno. 20 Tú conoces bien los mandamientos: No seas infiel en el matrimonio, no mates, no robes, no mientas para hacerle daño a otra persona, obedece y cuida a tu padre y a tu madre.

21 El líder le dijo:

—¡He obedecido todos esos mandamientos desde que era un niño!

22 Jesús le respondió:

—Sólo te falta hacer una cosa: Vende todo lo que tienes, y dales ese dinero a los pobres. Así, Dios te dará un gran premio en el cielo. Luego ven y conviértete en uno de mis seguidores.

23 Cuando el líder oyó esto, se puso muy triste, porque era muy rico.

24 Jesús lo miró y dijo:

—¡Qué difícil es que una persona rica entre en el reino de Dios! 25 En realidad, es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja, que para una persona rica entrar en el reino de Dios.

26 La gente que estaba allí y que oyó a Jesús, preguntó:

—Entonces, ¿quién podrá salvarse?

27 Jesús les respondió:

—Para la gente eso es imposible, pero todo es posible para Dios.

28 Pedro le dijo:

—Recuerda que nosotros dejamos todo lo que teníamos, y te hemos seguido.

29 Jesús les respondió:

—Les aseguro que si alguno ha dejado su casa, su esposa, sus hermanos, sus padres, o sus hijos, por ser obediente al reino de Dios, 30 sin duda recibirá aquí mucho más de lo que dejó. Además, cuando muera, vivirá con Dios para siempre.

Jesús habla otra vez de su muerte

31 Jesús se reunió a solas con los doce discípulos y les dijo: «Ahora iniciamos nuestro viaje hacia Jerusalén. Allí pasará todo lo que anunciaron los profetas acerca de mí, el Hijo del hombre. 32 Porque en Jerusalén unos hombres me entregarán a las autoridades de Roma. Los romanos se burlarán de mí, me insultarán y me escupirán en la cara. 33 Luego me golpearán y me matarán, pero después de tres días, resucitaré.»

34 Los discípulos no entendieron de qué hablaba Jesús. Era algo que ellos no podían comprender.

Jesús sana a un ciego

35 Jesús iba llegando a la ciudad de Jericó. Junto al camino estaba un ciego pidiendo limosna. 36 Cuando el ciego oyó el ruido de la gente que pasaba, preguntó:

—¿Qué sucede?

37 La gente le explicó:

—Ahí viene Jesús, el del pueblo de Nazaret.

38 Entonces el ciego se puso a gritar: «¡Jesús, tú que eres el Mesías, ten compasión de mí y ayúdame!»

39 Los que iban delante reprendían al ciego para que se callara, pero él gritó con más fuerza: «¡Mesías, ten compasión de mí y ayúdame!»

40 Jesús se detuvo y ordenó que trajeran al ciego. Cuando el ciego estuvo cerca, Jesús le preguntó:

41 —¿Qué quieres que haga por ti?

El ciego le respondió:

—Señor, ¡quiero volver a ver!

42 Jesús le dijo:

—¡Muy bien, ya puedes ver! Te has sanado porque confiaste en mí.

43 En ese mismo instante, el ciego pudo ver, y siguió a Jesús, alabando a Dios. Toda la gente que vio esto, también alababa a Dios.

Zaqueo

19 Jesús entró en Jericó. Allí vivía Zaqueo, un hombre muy rico que era jefe de los cobradores de impuestos. Zaqueo salió a la calle para conocer a Jesús, pero no podía verlo, pues era muy bajito y había mucha gente delante de él. Entonces corrió a un lugar por donde Jesús tenía que pasar y, para poder verlo, se subió a un árbol de higos.

Cuando Jesús pasó por allí, miró hacia arriba y le dijo: «Zaqueo, bájate ahora mismo, porque quiero hospedarme en tu casa.»

Zaqueo bajó enseguida, y con mucha alegría recibió en su casa a Jesús.

Cuando la gente vio lo que había pasado, empezó a criticar a Jesús y a decir: «¿Cómo se le ocurre ir a la casa de ese hombre tan malo?»

Después de la comida, Zaqueo se levantó y le dijo a Jesús:

—Señor, voy a dar a los pobres la mitad de todo lo que tengo. Y si he robado algo, devolveré cuatro veces esa cantidad.[a]

Jesús le respondió:

—Desde hoy, tú y tu familia son salvos, pues eres un verdadero descendiente de Abraham.[b] 10 Yo, el Hijo del hombre, he venido para buscar y salvar a los que viven alejados de Dios.

Los diez empleados

11 Jesús estaba muy cerca de la ciudad de Jerusalén, y la gente que lo escuchaba creía que el reino de Dios comenzaría de inmediato. 12 Entonces Jesús les puso este ejemplo:

«Un príncipe fue nombrado rey de su país, y tuvo que hacer un largo viaje para que el emperador lo coronara. Después de la coronación, volvería a su país. 13 Por eso llamó a diez de sus empleados. A cada uno le dio cierta cantidad de dinero, y le dijo: “Haz negocios con este dinero, hasta que yo vuelva.”

14 »Pero la gente de aquel país no quería a este príncipe, así que envió a un grupo de personas con este mensaje para el emperador: “No queremos que este hombre sea nuestro rey.”

15 »Sin embargo, el príncipe fue coronado rey y, cuando regresó a su país, mandó llamar a los diez empleados encargados del dinero, para ver cómo les había ido.

16 »Llegó el primero de ellos, y dijo: “Señor, hice negocios con el dinero, y gané diez veces más de lo que usted me dio.” 17 El rey le dijo: “¡Excelente!, eres un empleado bueno. Ya que cuidaste muy bien lo poco que te di, te nombro gobernador de diez ciudades.”

18 »Llegó el segundo empleado y dijo: “Señor, hice negocios con el dinero, y gané cinco veces más de lo que usted me dio.” 19 El rey le dijo: “Tú serás gobernador de cinco ciudades.”

20-21 »Después llegó otro empleado y dijo: “Señor, yo sé que usted es un hombre muy exigente, que pide hasta lo imposible. Por eso me dio miedo, así que envolví el dinero en un pañuelo y lo guardé. Aquí se lo devuelvo todo.” 22 El rey le respondió: “Eres un empleado malo. Tú mismo te has condenado con tus propias palabras. Si sabías que soy muy exigente, y que pido hasta lo imposible, 23 ¿por qué no llevaste el dinero al banco? Así, cuando yo volviera, recibiría el dinero que te di, más los intereses.”

24 »El rey les ordenó a unos empleados que estaban allí: “Quítenle a éste el dinero, y dénselo al que ganó diez veces más de lo que recibió.” 25 Pero ellos le contestaron: “Señor, ¿por qué a él, si ya tiene diez veces más?”

26 »El rey les respondió: “Les aseguro que, al que tiene mucho, se le dará más; pero al que no tiene, hasta lo poquito que tiene se le quitará. 27 En cuanto a mis enemigos, tráiganlos y mátenlos delante de mí, porque ellos no querían que yo fuera su rey.”»

Jesús entra en Jerusalén

28 Jesús terminó de hablar y siguió su camino hacia Jerusalén. 29 Cuando llegó cerca de los pueblos de Betfagé y Betania, se detuvo junto al Monte de los Olivos. Allí les dijo a dos de sus discípulos: 30 «Vayan al pueblo que está allá. Tan pronto entren, van a encontrar un burro atado. Nadie ha montado antes ese burro. Desátenlo y tráiganlo. 31 Si alguien les pregunta por qué lo desatan, respondan: “El Señor lo necesita.”»

32 Los dos discípulos fueron al pueblo y encontraron el burro, tal como Jesús les había dicho. 33 Cuando estaban desatándolo, los dueños preguntaron:

—¿Por qué desatan el burro?

34 Ellos contestaron:

—El Señor lo necesita.

35 Luego se llevaron el burro, pusieron sus mantos sobre él, y ayudaron a Jesús para que se montara.

36 Jesús se dirigió a Jerusalén, y muchas personas empezaron a extender sus mantos en el camino por donde él iba a pasar. 37 Cuando llegaron cerca del Monte de los Olivos y empezaron a bajar a Jerusalén, todos los seguidores de Jesús se alegraron mucho. Todos gritaban y alababan a Dios por los milagros que Jesús había hecho, y que ellos habían visto. 38 Decían:

«¡Bendito el rey
que viene en el nombre de Dios!

¡Que haya paz en el cielo!

¡Que todos reconozcan
el poder de Dios!»

39 Entre la gente había también unos fariseos, y le dijeron a Jesús:

—¡Maestro, reprende a tus discípulos!

40 Jesús les contestó:

—Les aseguro que si ellos se callan, las piedras gritarán.

41 Cuando Jesús estuvo cerca de Jerusalén y vio la ciudad, lloró 42 y dijo:

«¡Habitantes de Jerusalén! ¡Cómo me gustaría que hoy ustedes pudieran entender lo que significa vivir en paz! Pero no, ustedes son incapaces de comprenderlo. 43 Llegará el momento en que sus enemigos vendrán, y harán rampas alrededor de la ciudad para atacarla por todos lados. 44 La destruirán por completo, y no dejarán en pie una sola pared. Todos ustedes morirán, y sufrirán todo esto, porque no quisieron reconocer que Dios me envió a salvarlos.»

Jesús y los comerciantes del templo

45 Cuando Jesús entró en la ciudad de Jerusalén, fue al templo y comenzó a sacar a todos los vendedores que allí estaban, 46 y les dijo: «Dios dice en la Biblia: “Mi casa será una casa de oración”; ¡pero ustedes la han convertido en cueva de ladrones!»

47 Jesús iba al templo todos los días para enseñar. Los sacerdotes principales, los maestros de la Ley y los líderes del pueblo planeaban cómo matarlo; 48 pero no podían hacer nada contra él, pues la gente quería escuchar sus enseñanzas.

La autoridad de Jesús

20 Jesús estaba en el templo enseñando a la gente y anunciando las buenas noticias. Los sacerdotes principales, los maestros de la Ley y los líderes del país se acercaron y le preguntaron:

—¿Quién te dio autoridad para hacer todo esto?

Jesús les contestó:

—Yo también voy a preguntarles algo: ¿Quién le dio autoridad a Juan el Bautista para bautizar? ¿Dios, o alguna otra persona?

Ellos comenzaron a discutir, y se decían unos a otros: «Si contestamos que fue Dios quien le dio autoridad a Juan, Jesús nos preguntará por qué no le creímos. Y si decimos que fue un ser humano, la gente nos matará a pedradas, porque creen que Juan era un profeta enviado por Dios.» Entonces respondieron:

—No sabemos quién le dio autoridad a Juan.

Jesús les dijo:

—Pues yo tampoco les diré quién me da autoridad para hacer todo esto.

La viña alquilada

Jesús le puso a la gente este ejemplo:

«El dueño de un terreno sembró una viña, luego la alquiló y se fue de viaje por largo tiempo. 10 Cuando llegó la época de la cosecha, envió a un sirviente para pedir la parte que le correspondía. Pero los hombres que alquilaron la viña golpearon al sirviente y lo enviaron con las manos vacías.

11 »El dueño envió a otro sirviente, pero también a éste lo golpearon, lo insultaron y lo enviaron sin nada. 12 Luego envió a otro, y a éste también lo hirieron y lo echaron fuera de la viña.

13 »Finalmente, el dueño se puso a pensar: “¿Qué puedo hacer?” Y se dijo: “Ya sé; enviaré a mi hijo que tanto quiero. Estoy seguro que a él sí lo respetarán.”

14 »Cuando aquellos hombres vieron que había llegado el hijo del dueño, se dijeron unos a otros: “Este muchacho es el que recibirá la viña cuando el dueño muera. Vamos a matarlo; así nos quedaremos con el terreno.”

15 »Entonces agarraron al muchacho, lo sacaron del terreno y lo mataron.»

Después Jesús preguntó:

—¿Qué piensan ustedes que hará el dueño con aquellos hombres? 16 Seguramente, cuando regrese, los matará y luego entregará la viña a otras personas.

Cuando la gente oyó eso, dijo:

—¡Eso, jamás!

17 Jesús miró a todos y les dijo:

—Entonces, cuando la Biblia dice:

“La piedra que rechazaron
los constructores del templo
es ahora la piedra principal”,

»¿qué quiso decir con eso? 18 Porque todo el que caiga sobre esa piedra quedará hecho pedazos. Y si la piedra cae sobre alguien, lo dejará hecho polvo.»

19 Los sacerdotes principales y los maestros de la Ley se dieron cuenta de que Jesús los estaba comparando con los hombres malos que alquilaron la viña. Entonces quisieron apresar a Jesús en ese mismo instante, pero no se atrevieron porque le tenían miedo a la gente.

Una trampa para Jesús

20 Los enemigos de Jesús querían arrestarlo y entregarlo al gobernador romano. Pero, como no tenían de qué acusarlo, enviaron a unos espías para que se hicieran pasar por personas buenas y vigilaran en qué momento Jesús decía algo malo.

21 Los espías le dijeron a Jesús:

—Maestro, sabemos que siempre dices la verdad. Tú enseñas que todos deben obedecer a Dios, y tratas a todos por igual. 22 Por eso te preguntamos: ¿Está bien que paguemos impuestos al emperador de Roma, o no?

23 Como Jesús sabía que ellos querían ponerle una trampa, les respondió:

24 —Muéstrenme una moneda. ¿De quién es la imagen que está en la moneda? ¿De quién es el nombre que tiene escrito?

Ellos contestaron:

—Del emperador de Roma.

25 Jesús les dijo:

—Pues denle al emperador lo que es del emperador, y a Dios lo que es de Dios.

26 Los espías no lograron que Jesús cayera en la trampa. Quedaron sorprendidos por su respuesta y no supieron decir nada más.

Los saduceos hablan con Jesús

27 Después, unos saduceos fueron a ver a Jesús. Como ellos no creían que los muertos pueden volver a vivir, 28 le preguntaron:

—Maestro, Moisés escribió que, si un hombre muere sin tener hijos con su esposa, el hermano de ese hombre debe casarse con esa mujer y tener hijos con ella. De acuerdo con la ley, esos hijos son del hermano muerto y llevan su nombre.

29 »Pues bien, aquí vivían siete hermanos. El hermano mayor se casó y, tiempo más tarde, murió sin tener hijos. 30 El segundo hermano se casó con la misma mujer, pero tiempo después también él murió sin tener hijos. 31 Lo mismo sucedió con el tercer hermano y con el resto de los siete hermanos. 32 El tiempo pasó y la mujer también murió.

33 »Ahora bien, cuando Dios haga que todos los muertos vuelvan a vivir, ¿de quién será esposa esta mujer, si estuvo casada con los siete?

34 Jesús contestó:

—Ahora los hombres y las mujeres se casan. 35 Pero Dios decidirá quiénes merecen volver a vivir. Cuando eso suceda, nadie se casará 36 ni morirá. Todos serán como los ángeles, y por haber vuelto a vivir serán hijos de Dios. 37 Hasta Moisés mismo nos demuestra que los muertos vuelven a vivir. En la historia del arbusto que ardía,[c] Moisés dijo que Dios es el Dios de sus antepasados Abraham, Isaac y Jacob. 38 Con eso, Moisés estaba demostrando que Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para Dios todos ellos están vivos.[d]

39 Algunos maestros de la Ley que estaban allí dijeron:

—¡Maestro, diste una buena respuesta!

40 Después de esto, ya nadie se atrevía a hacerle más preguntas.

La pregunta acerca del Mesías

41 Jesús preguntó a los que estaban allí:

—¿Por qué dice la gente que el Mesías será un descendiente del rey David? 42 Si en el libro de los Salmos el mismo David dice:

“Dios le dijo a mi Señor el Mesías:
‘Siéntate a la derecha de mi trono,
43 hasta que yo derrote a tus enemigos.’”

44 »Si David llama Señor al Mesías, ¿cómo puede ser el Mesías descendiente de David?

Advertencia

45 Delante de toda la gente, Jesús les dijo a sus discípulos:

46 —¡Cuídense de los maestros de la Ley! A ellos les gusta vestir como gente importante, y que los saluden en el mercado con mucho respeto. Cuando van a una fiesta o a la sinagoga, les gusta ocupar los mejores puestos. 47 Ellos les quitan a las viudas sus casas, y luego hacen oraciones muy largas para que todos piensen que son gente buena. Pero Dios los castigará más duro que a los demás.

La ofrenda de la viuda pobre

21 Jesús estaba en el templo, y vio cómo algunos ricos ponían dinero en las cajas de las ofrendas. También vio a una viuda que echó dos moneditas de muy poco valor. Entonces Jesús dijo a sus discípulos:

—Les aseguro que esta viuda pobre dio más que todos los ricos. Porque todos ellos dieron de lo que les sobraba; pero ella, que es tan pobre, dio todo lo que tenía para vivir.

El templo será destruido

Algunas personas estaban hablando de los hermosos bloques de piedra que se habían usado para construir el templo, y de los preciosos adornos colocados en sus paredes. Jesús dijo: «Llegará el momento en que todo esto será destruido. ¡Ni una sola pared del templo quedará en pie!»

Prepárense para el fin

Los discípulos le preguntaron a Jesús:

—¿Cuándo será destruido el templo? ¿Cuál será la señal de que todo eso está por suceder?

Jesús les respondió:

—¡Cuidado! No se dejen engañar. Muchos vendrán y se harán pasar por mí, diciendo a la gente: “Yo soy el Mesías”, o “Ya ha llegado la hora”. Pero no les hagan caso. Ustedes oirán que hay guerras y revoluciones en algunos países, pero no se asusten. Esas cosas pasarán, pero todavía no será el fin del mundo. 10 Los países pelearán unos contra otros, 11 y habrá grandes terremotos en muchos lugares. En otras partes, la gente no tendrá nada para comer, y muchos sufrirán de enfermedades terribles. En el cielo aparecerán cosas muy extrañas, que los harán temblar de miedo.

12 »Antes de que pase todo esto, habrá gente que los perseguirá y los tomará presos. Los entregará a las autoridades de la sinagoga y los meterá en la cárcel. Por ser mis discípulos, los llevarán ante los gobernadores y los reyes para que los castiguen.

13 »Ésa será una oportunidad para que ustedes hablen de mí. 14 No se preocupen en pensar qué dirán para defenderse. 15 Yo les ayudaré a contestar con inteligencia, y ninguno de sus enemigos podrá contradecirlos ni decir que están equivocados.

16 »Sus padres, hermanos, familiares y amigos los entregarán a las autoridades. A algunos de ustedes los matarán. 17 Todo el mundo los odiará por ser mis discípulos. 18 ¡Pero no se preocupen! 19 Si ustedes se mantienen firmes hasta el fin, se salvarán.

20 »Cuando vean a los ejércitos rodear la ciudad de Jerusalén, sepan que pronto será destruida. 21 Los que estén en la ciudad, salgan de ella; los que estén en los pueblos de la región de Judea, huyan hacia las montañas; y los que estén en el campo, no regresen a la ciudad. 22 En esos días, Dios castigará a los desobedientes, tal como estaba anunciado en la Biblia. 23 Las mujeres que en ese momento estén embarazadas van a sufrir mucho. ¡Pobrecitas de las que tengan hijos recién nacidos! Porque todos en este país sufrirán mucho y serán castigados. 24 A unos los matarán con espada, y a otros los llevarán prisioneros a otros países. La ciudad de Jerusalén será destruida y conquistada por gente de otro país, hasta que llegue el momento en que también esa gente sea destruida.

El regreso del Hijo del hombre

25 »Pasarán cosas extrañas en el sol, la luna y las estrellas. En todos los países, la gente estará confundida y asustada por el terrible ruido de las olas del mar. 26 La gente vivirá en tal terror que se desmayará al pensar en el fin del mundo. ¡Todas las potencias del cielo serán derribadas![e] 27 Esas cosas serán una señal de que estoy por volver al mundo. Porque entonces me verán a mí, el Hijo del hombre, venir en las nubes con mucho poder y gloria. 28 Cuando suceda todo eso, estén atentos, porque Dios los salvará pronto.

La lección de la higuera

29 Jesús también les puso este ejemplo:

«Aprendan la enseñanza que les da la higuera, o cualquier otro árbol. 30 Cuando a un árbol le salen hojas nuevas, ustedes saben que ya se acerca el verano. 31 Del mismo modo, cuando vean que sucede todo lo que yo les he dicho, sepan que el reino de Dios pronto comenzará. 32 Les aseguro que todo esto sucederá antes de que mueran algunos de los que ahora están vivos. 33 El cielo y la tierra dejarán de existir, pero mis palabras permanecerán para siempre.

Jesús advierte a sus discípulos

34 »¡Tengan cuidado! No pasen el tiempo pensando en banquetes y borracheras, ni en las muchas cosas que esta vida les ofrece. Porque el fin del mundo podría sorprenderlos en cualquier momento, 35 y ustedes serán como un animal que, de pronto, se ve atrapado en una trampa. 36 Por eso, estén siempre alerta. Oren en todo momento, para que puedan escapar de todas las cosas terribles que van a suceder. Así podrán estar conmigo, el Hijo del hombre.»

37 Jesús enseñaba en el templo todos los días, y por las noches iba al Monte de los Olivos. 38 Cada mañana, la gente iba al templo para escuchar a Jesús.

Un plan contra Jesús

22 Faltaban pocos días para que los judíos celebraran la fiesta de los panes sin levadura. A esta fiesta también se le llamaba Pascua. En esos días, los sacerdotes principales y los maestros de la Ley buscaban la manera de matar a Jesús en secreto, porque le tenían miedo a la gente.

Entonces Satanás entró en el corazón de Judas Iscariote, uno de los doce discípulos, y le puso la idea de traicionar a Jesús. Judas fue a hablar con los sacerdotes principales y con los capitanes de los guardias que cuidaban el templo, y se puso de acuerdo con ellos para entregarles a Jesús. Ellos se alegraron y prometieron darle dinero. Judas aceptó, y empezó a buscar la oportunidad de estar a solas con Jesús para entregarlo.

Una cena inolvidable

Cuando llegó el día de la fiesta de los panes sin levadura, que es cuando se mata el cordero para la cena de la Pascua, Jesús llamó a Pedro y a Juan, y les dijo:

—Vayan y preparen la cena de la Pascua.

Ellos le preguntaron:

—¿Dónde quieres que la preparemos?

10 Jesús les respondió:

—Vayan a Jerusalén, y a la entrada de la ciudad verán a un hombre que lleva un jarrón de agua. Síganlo hasta la casa donde entre, 11 y díganle al dueño de la casa: “El Maestro quiere saber en qué sala va a comer con sus discípulos en la noche de la Pascua.” 12 Él les mostrará una sala grande y arreglada en el piso de arriba. Preparen allí todo lo necesario.

13 Pedro y Juan fueron y encontraron todo tal como Jesús les había dicho. Enseguida prepararon la cena de la Pascua.

14 Cuando llegó la hora, Jesús y sus discípulos se sentaron a la mesa. 15 Jesús les dijo:

«He deseado muchísimo comer con ustedes en esta Pascua, antes de que yo sufra y muera. 16 Porque les aseguro que ya no celebraré más esta cena, hasta el día en que comamos todos juntos en el gran banquete del reino de Dios.»

17 Luego tomó una copa con vino, le dio gracias a Dios y dijo:

«Tomen esto y compártanlo entre ustedes. 18 Porque les aseguro que, desde ahora, no beberé más vino, hasta que llegue el reino de Dios.»

19 También tomó pan y le dio gracias a Dios; luego lo partió, lo dio a sus discípulos y les dijo:

«Esto es mi cuerpo, que ahora es entregado en favor de ustedes. De ahora en adelante, celebren esta cena y acuérdense de mí cuando partan el pan.»

20 Cuando terminaron de cenar, Jesús tomó otra copa con vino y dijo:

«Este vino es mi sangre, derramada en favor de ustedes. Con ella, Dios hace con ustedes un nuevo pacto.

21 »El que va a traicionarme está aquí, sentado a la mesa conmigo. 22 Yo, el Hijo del hombre, moriré tal como Dios lo ha decidido. Pero al que va a traicionarme le pasará algo terrible.»

23 Los discípulos empezaron a preguntarse quién de ellos se atrevería a entregar a Jesús.

El más importante de todos

24 Luego los discípulos empezaron a discutir sobre quién de ellos sería el más importante. 25 Entonces Jesús les dijo:

«En este mundo, los reyes de los países gobiernan a sus pueblos y no los dejan hacer nada sin su permiso. Además, los jefes que gobiernan dicen a la gente: “Nosotros somos sus amigos, y les hacemos el bien.”

26 »Pero ustedes no deberán ser como ellos. El más importante entre ustedes debe ser como el menos importante de todos; y el jefe de todos debe servir a los demás.

27 »Piensen en esto: ¿Quién es más importante: el que está sentado a la mesa, o el que le sirve la comida? ¿No es cierto que se considera más importante al que está sentado a la mesa? Sin embargo, vean que yo, el Maestro, les he servido la comida a todos ustedes.

28 »Ustedes me han acompañado en los tiempos más difíciles. 29 Por eso, yo los haré reyes, así como mi Padre me hizo rey a mí. 30 En mi reino, ustedes comerán y beberán en mi mesa, se sentarán en tronos y juzgarán a las doce tribus de Israel.»

¡Manténganse firmes!

31 Después, Jesús le dijo a Pedro:

—Pedro, escucha bien. Satanás ha pedido permiso a Dios para ponerles pruebas difíciles a todos ustedes, y Dios se lo ha dado. 32 Pero yo he pedido a Dios que te ayude, para que te mantengas firme. Por un tiempo vas a dejarme solo, pero después cambiarás. Cuando eso pase, ayudarás a tus compañeros para que siempre se mantengan fieles a mí.

33 Enseguida Pedro le dijo:

—Señor, si tengo que ir a la cárcel contigo, iré; y si tengo que morir contigo, moriré.

34 Y Jesús le dijo:

—Pedro, hoy mismo, antes de que el gallo cante, vas a decir tres veces que no me conoces.

Los discípulos no entienden a Jesús

35 Luego, Jesús les preguntó a sus discípulos:

—¿Recuerdan cuando los envié a anunciar las buenas noticias y les dije que no llevaran dinero, ni mochila ni sandalias? Díganme, ¿les hizo falta algo?

Ellos le respondieron:

—No Señor, nada nos faltó.

36 Entonces Jesús les dijo:

—Pues bien, yo ahora les digo: el que tenga dinero, que lo traiga; y si tiene mochila, que la lleve con él. Si alguno no tiene espada, que venda su manto y se compre una.

37 »La Biblia dice acerca de mí: “Y fue considerado un criminal”. Les aseguro que pronto me pasará eso.

38 Los discípulos dijeron:

—Señor, aquí tenemos dos espadas.

Y él les contestó:

—¡Ustedes no me entienden! Pero ya no hablemos más de esto.

Jesús ora con mucha tristeza

39 Jesús salió de la ciudad y se fue al Monte de los Olivos, como era su costumbre. Los discípulos lo acompañaron.

40 Cuando llegaron al lugar, Jesús les dijo: «Oren, para que puedan soportar las dificultades que tendrán.»

41 Jesús se alejó un poco de los discípulos, se arrodilló y oró a Dios: 42-44 «Padre, ¡cómo deseo que me libres de este sufrimiento! Pero que no suceda lo que yo quiero, sino lo que tú quieres.»[f]

45 Cuando Jesús terminó de orar, regresó a donde estaban los discípulos y los encontró durmiendo, pues estaban tan tristes que les había dado sueño. 46 Entonces les dijo: «¿Por qué duermen? ¡Levántense y oren, para que puedan soportar las dificultades que tendrán!»

Los enemigos apresan a Jesús

47 Jesús estaba hablando todavía cuando llegó Judas, uno de los doce discípulos. Con él venían muchos hombres. Judas se acercó para besar a Jesús. 48 Pero Jesús le dijo: «¡Judas! ¿Con un beso me traicionas a mí, el Hijo del hombre?»

49 Cuando los discípulos vieron lo que iba a pasar, le dijeron a Jesús:

—Señor, ¿los atacamos con la espada?

50 Entonces uno de ellos sacó su espada y le cortó una oreja al sirviente del jefe de los sacerdotes. 51 Pero Jesús dijo:

—¡Alto! ¡No peleen!

Luego, tocó la oreja del sirviente y lo sanó.

52 Los que habían llegado a arrestar a Jesús eran los sacerdotes principales, los capitanes de la guardia del templo y los líderes del pueblo. Jesús les dijo: «¿Por qué han venido con cuchillos y palos, como si yo fuera un ladrón? 53 Todos los días estuve enseñando en el templo delante de ustedes, y nunca me arrestaron. Pero, bueno, el diablo los controla a ustedes, y él les mandó que lo hicieran ahora, porque es en la oscuridad cuando ustedes actúan.»

Pedro niega que conoce a Jesús

54 Los que arrestaron a Jesús lo llevaron al palacio del jefe de los sacerdotes. Pedro los siguió desde lejos.

55 Allí, en medio del patio del palacio, habían encendido una fogata, y se sentaron alrededor de ella. Pedro también se sentó con ellos. 56 En eso, una sirvienta vio a Pedro sentado junto al fuego, y mirándolo fijamente dijo:

—Éste también andaba con Jesús.

57 Pedro lo negó:

—¡Mujer, yo ni siquiera lo conozco!

58 Al poco rato, un hombre lo vio y dijo:

—¡Tú también eres uno de los seguidores de Jesús!

Pedro contestó:

—¡No, hombre! ¡No lo soy!

59 Como una hora después, otro hombre insistió y dijo:

—Estoy seguro de que éste era uno de sus seguidores, pues también es de Galilea.

60 Pedro contestó:

—¡Hombre, ni siquiera sé de qué me hablas!

No había terminado Pedro de hablar cuando de inmediato el gallo cantó. 61 En ese momento, Jesús se volvió y miró a Pedro. Entonces Pedro se acordó de lo que Jesús le había dicho: «Hoy, antes de que el gallo cante, vas a decir tres veces que no me conoces.» 62 Pedro salió de aquel lugar y se puso a llorar con mucha tristeza.

63 Los guardias que vigilaban a Jesús se burlaban de él; 64 le tapaban los ojos, le pegaban, y luego le decían: «¡Profeta, adivina quién te pegó!»

65 Luego, lo insultaron diciéndole muchas otras cosas.

El juicio contra Jesús

66 Cuando amaneció, los líderes del pueblo, los sacerdotes principales y los maestros de la Ley se reunieron y llevaron a Jesús ante la Junta Suprema. Allí le preguntaron:

67 —Dinos, ¿eres tú el Mesías?

Él les contestó:

—Si les dijera que sí, ustedes no me creerían. 68 Si les hiciera una pregunta, ustedes no me contestarían. 69 Pero de ahora en adelante yo, el Hijo del hombre, tendré el poder y la autoridad que me da Dios todopoderoso.

70 Entonces todos le preguntaron:

—¿Así que tú eres el Hijo de Dios?

Jesús les dijo:

—Ustedes mismos lo han dicho.

71 Ellos dijeron:

—Ya no necesitamos más testigos. Nosotros lo hemos oído de sus propios labios.

Jesús y Pilato

23 Luego, todos los de la Junta Suprema se pusieron de pie y llevaron a Jesús ante Pilato, el gobernador romano. Cuando llegaron, comenzaron a acusar a Jesús y dijeron:

—Señor gobernador, encontramos a este hombre alborotando al pueblo para que se rebele contra Roma. Dice que no debemos pagar impuestos al emperador, y que él es el Mesías. Es decir, se cree rey.

Pilato le preguntó a Jesús:

—¿De verdad eres el rey de los judíos?

Jesús respondió:

—Tú lo dices.

Entonces Pilato les dijo a los sacerdotes principales y a la gente que se había reunido:

—No hay ninguna razón para condenar a este hombre.

Pero los acusadores insistieron:

—Con sus enseñanzas está alborotando al pueblo. Lo ha hecho en toda la región de Judea. Comenzó en la región de Galilea y ahora ha llegado aquí.

Cuando Pilato oyó eso, les preguntó si Jesús era de Galilea. Ellos dijeron que sí, por lo que Pilato se dio cuenta de que Jesús debía ser juzgado por Herodes Antipas, el rey de esa región. Por eso envió a Jesús ante Herodes, que en ese momento estaba en Jerusalén.

Jesús y Herodes

Cuando Herodes vio a Jesús, se puso muy contento, porque hacía tiempo que quería conocerlo. Había oído hablar mucho de él, y esperaba verlo hacer un milagro. Le hizo muchas preguntas, pero Jesús no respondió nada.

10 Los sacerdotes principales y los maestros de la Ley estaban allí, y lo acusaban con insistencia.

11 Herodes y sus soldados insultaron a Jesús, y para burlarse de él lo vistieron como si fuera un rey. Luego lo enviaron a Pilato.

12 Herodes y Pilato, que antes eran enemigos, se hicieron amigos ese día.

¡Que lo claven en una cruz!

13 Pilato reunió entonces a los sacerdotes principales, al pueblo y a sus líderes, 14 y les dijo:

—Ustedes trajeron a este hombre, y lo acusan de alborotar al pueblo contra Roma. Pero le he hecho muchas preguntas delante de ustedes, y no creo que sea culpable. 15 Tampoco Herodes cree que sea culpable, y por eso lo envió de vuelta. Este hombre no ha hecho nada malo, y no merece morir. 16-17 Ordenaré que lo azoten como castigo, y luego lo dejaré en libertad.[g]

18 Pero toda la gente que estaba allí gritó:

—¡Ordena que maten a Jesús! ¡Deja libre a Barrabás!

19 Este Barrabás estaba en la cárcel por haberse rebelado contra el gobierno de Roma en la ciudad de Jerusalén, y por haber matado a una persona.

20 Pilato quería dejar libre a Jesús. Por eso habló otra vez con todos los que estaban allí. 21 Pero ellos gritaron:

—¡Que lo claven en una cruz! ¡Que lo claven en una cruz!

22 Pilato habló con ellos por tercera vez, y les dijo:

—¿Por qué quieren que muera? ¿Qué mal ha hecho? Por lo que sé, este hombre no ha hecho nada malo para merecer la muerte. Ordenaré que lo azoten, y luego lo dejaré en libertad.

23 Pero ellos siguieron gritando con más fuerza, pidiendo que mataran a Jesús. Al fin, Pilato les hizo caso. 24-25 Ordenó que mataran a Jesús como ellos querían, y dejó libre a Barrabás, el rebelde y asesino.

Jesús es clavado en la cruz

26 Los soldados se llevaron a Jesús para clavarlo en una cruz. En el camino detuvieron a un hombre llamado Simón, y lo obligaron a llevar la cruz detrás de Jesús. Simón era del pueblo de Cirene, y en ese momento volvía del campo.

27 Muchas personas seguían a Jesús. Entre ellas había muchas mujeres, que gritaban y lloraban de tristeza por él. 28 Jesús se volvió y les dijo:

«¡Mujeres de Jerusalén! No lloren por mí. Más bien, lloren por ustedes y por sus hijos. 29 Porque llegará el momento en que la gente dirá: “¡Dichosas las mujeres que no pueden tener hijos! ¡Dichosas las que nunca fueron madres ni tuvieron niños que alimentar!” 30 Esa gente deseará que una montaña les caiga encima y las mate. 31 Porque si a mí, que no he hecho nada malo, me matan así, ¿qué no les pasará a los que hacen lo malo?»

32 También llevaron a dos malvados, para matarlos junto con Jesús. 33 Cuando llegaron al lugar llamado La Calavera,[h] los soldados clavaron a Jesús en la cruz. También clavaron a los dos criminales, uno a la derecha y el otro a la izquierda de Jesús.

34 Poco después, Jesús dijo: «¡Padre, perdona a toda esta gente! ¡Ellos no saben lo que hacen!»[i]

Mientras los soldados hacían un sorteo para ver quién de ellos se quedaría con la ropa de Jesús, 35 la gente miraba todo lo que pasaba. Los líderes del pueblo, entre tanto, se burlaban de Jesús y decían: «Él salvó a otros, y si de verdad es el Mesías que Dios eligió, que se salve a sí mismo.»

36 Los soldados también se burlaban de él. Le ofrecieron vinagre para que lo bebiera, 37 y le dijeron: «¡Si en verdad eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo!»

38 Sobre la cabeza de Jesús había un letrero que decía: «Éste es el Rey de los judíos».

39 Uno de los criminales que estaban clavados junto a Jesús también lo insultaba:

—¿No que tú eres el Mesías? Sálvate tú, y sálvanos a nosotros también.

40 Pero el otro hombre lo reprendió:

—¿No tienes miedo de Dios? ¿Acaso no estás sufriendo el mismo castigo? 41 Nosotros sí merecemos el castigo, porque hemos sido muy malos; pero este hombre no ha hecho nada malo para merecerlo.

42 Luego, le dijo a Jesús:

—Jesús, no te olvides de mí cuando comiences a reinar.

43 Jesús le dijo:

—Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso.[j]

Jesús muere

44-45 Como a las doce del día el sol dejó de brillar, y todo el país quedó en oscuridad hasta las tres de la tarde. La cortina del templo se partió en dos, de arriba abajo. 46 Jesús gritó con fuerza y dijo: «¡Padre, mi vida está en tus manos!»

Después de decir esto, murió.

47 El capitán romano vio lo que había pasado, alabó a Dios y dijo: «En verdad, éste era un hombre bueno.»

48 Al ver todo eso, la gente que estaba allí volvió a su casa llena de tristeza, pues se sentía culpable.

49 Todos los amigos íntimos de Jesús, y las mujeres que lo habían seguido desde Galilea, se mantenían a cierta distancia, mirando lo que pasaba.

El entierro de Jesús

50-51 Había un hombre llamado José, que era del pueblo de Arimatea, en la región de Judea. Este hombre era bueno y honesto, y deseaba que Dios comenzara ya a reinar en el mundo. Era miembro de la Junta Suprema, pero cuando la Junta decidió que Jesús debía morir, él no estuvo de acuerdo.

52 José fue a hablar con Pilato, y le pidió el cuerpo de Jesús para enterrarlo. 53 Por eso fue y bajó de la cruz el cuerpo, lo envolvió en una tela fina, y lo puso en una tumba hecha en una gran roca. Esa tumba nunca antes había sido usada. 54 Ese día era viernes, y los judíos se preparaban para el descanso del día sábado, que estaba a punto de empezar.

55 Las mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea fueron con José a la tumba, y vieron cómo colocaban el cuerpo de Jesús. 56 Luego regresaron a su casa y prepararon perfumes para ponérselos al cuerpo de Jesús. Pero tuvieron que descansar el día sábado, tal como lo ordenaba la ley de Moisés.

Footnotes

  1. Lucas 19:8 Cuatro veces esa cantidad: Tanto las leyes judías como las romanas exigían que una persona pagara cuatro veces la cantidad de dinero que había robado.
  2. Lucas 19:9 Descendiente de Abraham: Según este versículo, Zaqueo era miembro del pueblo especial de Dios.
  3. Lucas 20:37 Véase Éxodo 3.1-6.
  4. Lucas 20:38 Jesús dice que si Dios es adorado por Abraham, Isaac y Jacob, ellos deben estar con vida, porque Dios es Dios de los que están vivos.
  5. Lucas 21:26 Todas las potencias del cielo serán derribadas: En la antigüedad, la gente creía que las estrellas y los planetas eran poderes espirituales, y que tenían influencia sobre las personas.
  6. Lucas 22:42 43  En ese momento, un ángel bajó del cielo para darle fuerzas. 44  Jesús sufría mucho, pero oraba con más fuerza que antes. Su sudor caía al suelo como grandes gotas de sangre. Estos versículos no aparecen en los mss. más antiguos.
  7. Lucas 23:16 Lo dejaré en libertad: Algunos mss. griegos agregan: Pilato dijo esto, porque en cada fiesta de la Pascua acostumbraba dejar libre a un preso.
  8. Lucas 23:33 La Calavera: No se sabe bien por qué se le dio este nombre al lugar donde crucificaron a Jesús. Probablemente era una enorme roca que tenía la forma de una calavera. Otros piensan que el nombre se debe a las muchas personas que murieron crucificadas en ese lugar.
  9. Lucas 23:34 Varios mss. griegos muy importantes no tienen la frase: Jesús dijo: «¡Padre, perdona a toda esta gente! ¡Ellos no saben lo que hacen!».
  10. Lucas 23:43 Paraíso: Esta palabra, en griego, se usaba para hablar del jardín de Edén. En la época de Jesús se usaba para hablar del lugar donde los hijos de Dios viven en paz y felicidad, hasta que llegue el día final, cuando Dios juzgará a todos.