Ay de los que confían en Egipto

31 ¡Ay de los que descienden a Egipto en busca de ayuda,
    de los que se apoyan en caballos,
de los que confían en la multitud de sus carros de guerra
    y en la gran fuerza de sus jinetes,
pero no toman en cuenta al Santo de Israel
    ni buscan al Señor!
Sin embargo, el Señor es también sabio y traerá calamidad;
    y no se retractará de sus palabras.
Se levantará contra la dinastía de los malvados,
    contra los que ayudan a los malhechores.
Los egipcios, en cambio, son simples mortales y no dioses;
    sus caballos son carne y no espíritu.
Cuando el Señor extienda su mano,
    tropezará el que presta ayuda
    y caerá el que la recibe.
    ¡Todos juntos perecerán!

Porque así me dice el Señor:

«Como león que gruñe sobre la presa
    cuando contra él se reúne
    toda una cuadrilla de pastores;
como cachorro de león
    que no se asusta por sus gritos
    ni se inquieta por su tumulto,
así también el Señor de los Ejércitos
    descenderá para combatir sobre el monte Sión, sobre su cumbre.
Como aves que revolotean sobre el nido,
    así también el Señor de los Ejércitos protegerá a Jerusalén;
la protegerá y la librará,
    pasará sobre ella y la rescatará».

Israelitas, ¡vuélvanse a aquel contra quien ustedes se han rebelado tan abiertamente! Porque en aquel día cada uno de ustedes rechazará a los ídolos de plata y oro que sus propias manos pecadoras fabricaron.

«Asiria caerá a espada, pero no de hombre;
    una espada, pero no de mortales, la consumirá.
Huirá para escapar de la espada,
    y sus jóvenes serán sometidos a trabajos forzados.
A causa del terror caerá su fortaleza;
    sus comandantes dejarán abandonada su bandera»,
afirma el Señor,
    cuyo fuego está en Sión
    y cuyo horno está en Jerusalén.

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