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Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos últimos días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo y por quien asimismo hizo el universo. Él, que es el resplandor de su gloria, la imagen misma de su sustancia y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas, hecho tanto superior a los ángeles cuanto que heredó más excelente nombre que ellos.

El Hijo, superior a los ángeles

¿A cuál de los ángeles dijo Dios jamás:

«Mi Hijo eres tú,
yo te he engendrado hoy»,

ni tampoco:

«Yo seré un padre para él,
y él será un hijo para mí»?

Y otra vez, cuando introduce al Primogénito en el mundo, dice:

«Adórenlo todos los ángeles de Dios.»

Y ciertamente, hablando de los ángeles dice:

«El que hace a sus ángeles espíritus,
y a sus ministros llama de fuego.»

Pero del Hijo dice:

«Tu trono, Dios, por los siglos de los siglos.
Cetro de equidad es el cetro de tu Reino.
Has amado la justicia y odiado la maldad,
por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo,
con óleo de alegría más que a tus compañeros.»

10 También dice:

«Tú, Señor, en el principio fundaste la tierra,
y los cielos son obra de tus manos.
11 Ellos perecerán, mas tú permaneces.
Todos ellos se envejecerán como una vestidura;
12 como un vestido los envolverás, y serán mudados.
Pero tú eres el mismo,
y tus años no acabarán.»

13 ¿A cuál de los ángeles dijo Dios jamás:

«Siéntate a mi diestra,
hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies»?

14 ¿No son todos espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación?