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»¡Las enseñanzas de Dios
son la sabiduría misma,
y durarán para siempre!
Si las obedeces, vivirás;
si las desobedeces, morirás.

»Pueblo de Israel,
¡vuelve a Dios, y acepta su sabiduría!
¡Déjate guiar por su luz!
¡No dejes que otros gocen
de tus privilegios!
¡No pongas tu grandeza
en manos de extranjeros!

»Los israelitas somos felices,
pues sabemos lo que Dios quiere.»

Mensaje de consuelo

«¡Israelitas, pueblo mío,
den rienda suelta a su alegría!
Ustedes hicieron enojar a Dios,
pero él no los destruirá.
Dios los entregó a sus enemigos,
y permitió que los vendieran
a otras naciones,
pero él no los destruirá.

»Ustedes ofrecieron sacrificios
a los demonios,
olvidaron a Dios, su creador,
y por eso lo hicieron enojar.
Se olvidaron del Dios eterno,
que tuvo cuidado de ustedes,
y le causaron dolor a Jerusalén,
la ciudad que los vio crecer.

»Cuando se supo
que Dios iba a castigarlos,
Jerusalén dijo:

        “¡Ciudades vecinas, escuchen:
        Dios me envió un dolor muy grande!
10         Yo vi cómo el Dios eterno
        mandaba presos a mis habitantes.
11         Con alegría los vi crecer,
        pero con gran dolor los vi partir.
12-13         Que nadie se alegre al verme
        sola y abandonada por todos.
        Me quedé sin habitantes
        porque ellos pecaron contra Dios
        y no obedecieron sus mandamientos.
        No permitieron que él les enseñara
        cómo vivir en este mundo.
14         Por eso, ¡vengan ciudades vecinas!
        ¡Recuerden que el Dios eterno
        hizo que a mis habitantes
        se los llevaran prisioneros!

15         ”Dios hizo que viniera de muy lejos
        una nación de malvados
        que hablaba otro idioma,
        que no respetaba a los ancianos,
        ni tenía compasión de los niños.
16         Esos malvados me quitaron
        a los que yo tanto quería,
        y me dejaron sola y abandonada.
17         Yo nada puedo hacer
        para ayudar a mi pueblo.
18         Dios le envió esos males,
        y sólo él puede librarlo
        de sus enemigos.

19         ”¡Marchen, habitantes míos, marchen!
        ¡Yo me quedaré sola!
20         Ya he guardado los vestidos de fiesta,
        y me he puesto la ropa de luto;
        cada día de mi vida
        pediré a Dios por ustedes.
21         ¡Pueblo mío, ten confianza!
        Pídele a Dios que te ayude
        y te libre del poder del enemigo.
22         He esperado mucho tiempo
        que el Dios eterno los salve.
        Y él me dio este consuelo:
        Me dijo que muy pronto
        les tendrá compasión
        y los librará de sus enemigos.

23         ”Cuando salieron de aquí,
        los despedí con lágrimas en los ojos;
        pero cuando Dios me los devuelva,
        tendré gozo y alegría para siempre.
24         Muy pronto las ciudades vecinas
        que los vieron irse presos,
        verán el poder del Dios eterno
        que los traerá de vuelta a su tierra.

25         ”¡Pueblo mío, soporta con valor
        el castigo que Dios te ha mandado!
        Tus enemigos te persiguieron,
        pero pronto serán destruidos,
        y quedarán bajo tu poder.

26         ”Querido pueblo,
        anduviste por lugares peligrosos.
        El enemigo te arrebató,
        como el lobo arrebata a las ovejas.
27         ¡No te desanimes, pueblo mío!
        Pídele a Dios que te ayude;
        es verdad que te castigó,
        pero también te salvará.
28         Pueblo mío, busca a Dios
        con la misma insistencia
        con que te alejaste de él.
29         Es verdad que te castigó,
        pero también te regalará
        salvación y alegría eterna”.»

30 Baruc continuó diciendo:

«¡Ten ánimo, ciudad de Jerusalén!
Dios te conoce por nombre,
y él mismo te consolará.

31 »¡Qué mal les va a ir
a los que te causaron daño
y se alegraron al verte sufrir!
32 ¡Qué mal les va a ir
a las malvadas ciudades
que esclavizaron a tus habitantes!

»¡Qué mal le va a ir
a la ciudad de Babilonia
que mantuvo presos a tus habitantes!
33 Así como gritó de alegría
por tu desgracia y caída,
así gritará de dolor
cuando quede en ruinas.
34 Dios le quitará el orgullo
de ser una ciudad muy importante;
su orgullo se convertirá en tristeza.
35 El Dios eterno enviará sobre ella
un fuego que arderá por muchos días,
y durante muchos años
sólo demonios vivirán en ella.

36-37 »¡Jerusalén,
mira hacia donde sale el sol,
y verás con alegría lo que Dios te trae!
¡Mira, ya vuelven tus habitantes,
los que un día viste partir!
El Dios único los ha reunido;
los ha llamado de todas las naciones
donde estaban prisioneros.
Vienen llenos de felicidad
porque han visto el poder de Dios.