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División del reino

12 La proclamación de Roboán como rey se celebró en Siquén. Todos los israelitas asistieron a la ceremonia de coronación. 2-4 Jeroboán, que todavía estaba en Egipto, a donde había huido del rey Salomón, se enteró de la muerte de este y de la coronación de Roboán, por medio de sus amigos. Entonces las tribus del norte de Israel le pidieron que fuera con ellos a Siquén. Así que Jeroboán y los israelitas fueron a ver a Roboán, y le dijeron:

―Tu padre fue un amo muy duro. No te queremos por rey, a menos que prometas tratarnos mejor de lo que él lo hizo.

Roboán les contestó:

―Denme tres días para pensarlo. Al cabo de ese tiempo regresen, y les daré mi respuesta.

Y el pueblo se fue. Roboán habló del asunto con los ancianos que habían aconsejado a Salomón, su padre.

―¿Qué me aconsejan ustedes que le responda a esta gente? —les preguntó.

Y ellos le respondieron:

―Si les das una respuesta agradable y prometes ser bondadoso con ellos y servirles bien, podrás ser rey para siempre.

Pero Roboán rechazó el consejo de los ancianos y llamó a los jóvenes con los que se había criado.

―¿Qué piensan ustedes que debo hacer? ¿Qué le debo decir a esta gente que vino a pedirme que los tratara mejor de lo que los trató mi padre? —les preguntó.

10 Y los jóvenes le respondieron:

―Diles: “Si ustedes piensan que mi padre fue duro con ustedes, yo seré aún más duro. 11 Si mi padre, fue recio, yo seré aún más recio. Si mi padre los azotó con látigos, yo usaré escorpiones”.

12 Jeroboán y el pueblo regresaron a los tres días, que fue la fecha que el rey les dio. 13-14 Entonces Roboán les respondió duramente, ignorando el consejo de los ancianos y siguiendo el de los jóvenes. Les dijo: «Si mi padre fue recio, yo seré aún más recio. Si mi padre los azotó con látigos, yo usaré escorpiones». 15 De modo que Roboán no tuvo en cuenta las peticiones del pueblo. Esto estaba de acuerdo con la voluntad del Señor, y de esta forma se cumplió lo que él le había prometido a Jeroboán por medio de Ahías, el profeta de Siló.

16-17 Cuando los israelitas comprendieron que el rey hablaba en serio y que se negaba a escucharlos, comenzaron a gritar:

«¡No queremos que ningún descendiente de David nos gobierne!

¡No tenemos nada que nos una a David, el hijo de Isaí!

¡Que el hijo de David reine sobre su propia familia!

¡Israelitas, regresemos a nuestras casas!».

Así que los israelitas se fueron a sus casas. Pero Roboán continuó siendo rey de los israelitas que vivían en las ciudades de Judá. 18 Tiempo después, cuando el rey Roboán envió a Adonirán, que era el supervisor del trabajo obligatorio, a que alistara hombres de otras tribus, una gran multitud lo apedreó hasta darle muerte. El rey Roboán se trepó a su carro y logró huir a Jerusalén. 19 Desde entonces Israel ha estado en rebeldía contra la dinastía de David.

20 Cuando el pueblo de Israel se enteró de que Jeroboán había regresado de Egipto, le pidió que convocara a una reunión a todo el pueblo, y allí lo hicieron rey de Israel. Solamente la tribu de Judá continuó bajo el reinado de la familia de David.

21 Cuando el rey Roboán llegó a Jerusalén, convocó a todos los hombres de Judá y de Benjamín que estaban preparados para la guerra, ciento ochenta mil soldados, a fin de obligar al resto de Israel a que lo reconociera como rey. 22 Pero Dios le envió este mensaje por medio de Semaías, el profeta: 23-24 «Diles a Roboán, el hijo de Salomón, rey de Judá, y a todo el pueblo de Judá y de Benjamín que no deben pelear contra sus hermanos, el pueblo de Israel. Diles que se separen y vuelvan a sus casas, porque lo que le ha ocurrido a Roboán es conforme a mi voluntad». Entonces se disolvieron, y todos volvieron a sus casas, tal como el Señor lo había ordenado.

Los becerros de oro en Betel y Dan

25 Jeroboán entonces edificó la ciudad de Siquén, en la región montañosa de Efraín, y la convirtió en su capital. Más tarde construyó Peniel. 26 Jeroboán pensaba: «Si no pongo cuidado, el pueblo querrá tener a un descendiente de David como rey. 27 Cuando vayan a Jerusalén a ofrecer sacrificios en el templo del Señor, harán amistad con el rey Roboán; luego me matarán y le pedirán que sea rey en mi lugar».

28 Entonces, siguiendo el consejo de sus cortesanos, el rey hizo dos becerros de oro y le dijo al pueblo: «Es demasiado molesto tener que ir a Jerusalén para adorar; de ahora en adelante estos serán sus dioses. Fueron ellos los que los sacaron a ustedes de la cautividad de Egipto».

29 Uno de los becerros fue colocado en Betel, y el otro en Dan. 30 Y esto fue un gran pecado, porque el pueblo los adoró. 31 También construyó santuarios en las colinas, y puso como sacerdotes a gente que no era de la tribu de Leví. 32-33 Jeroboán también anunció que la festividad anual del día quince del mes octavo se celebraría en Betel, tal como se celebraba en Jerusalén. Él mismo ofreció sacrificios sobre el altar a los becerros en Betel y les quemó incienso. Y fue allí en Betel donde él nombró a los sacerdotes para los santuarios de las colinas.